Sinforosa es participante del Programa de Atención Domiciliaria del Adulto Mayor del Hogar de Cristo en Antofagasta. Allí la acompañan, la ayudan con sus controles médicos, le llevan medicamentos y, sobre todo, le dan cariño. “Las niñas del Hogar son muy buenas conmigo, me ayudan en todo: me compran remedios, comida si hace falta, hasta me ayudan con los trámites”, comenta, agradecida. Su vínculo con ellas es profundo: son su red, su compañía y su sostén emocional en los días largos de soledad.
Pero necesita algo urgente: un refrigerador para guardar su insulina. El suyo se echó a perder y, desde entonces, debe subir todos los días al segundo piso donde una vecina le guarda el medicamento. “Me cuesta mucho subir la escalera, uso bastón. Y a veces la señora no está, tengo que esperar a que llegue”, explica. Esa rutina, que puede parecer pequeña, se ha vuelto una verdadera odisea.
Sinforosa la enfrenta con la misma entereza con que ha enfrentado todo en su vida. Quedó viuda hace más de 40 años y perdió a dos de sus hijos: uno que falleció joven, después de rehabilitarse del consumo de drogas, y una hija postrada a la que cuidó durante una década. “Crié a mis hijos sola, con mucho sacrificio, trabajando, trabajando. Y aunque lloro y sufro, igual sigo de pie. ¿Qué otra opción tengo? Mi historia es la de muchas mujeres mayores que quedamos solas, viudas y sin hijos”.
—Sí, me queda un hijo y una hija. A mi hija parece que le han acortado una piernecita porque tiene úlceras, y mi hijo no sé a dónde está. Hace años que no me vienen a ver ni me llaman.
Su cuerpo carga cicatrices: una placa con cinco pernos en el tobillo, problemas de huesos, vista casi nula. Pero su ánimo no se quiebra. “Yo todavía estoy paradita”, repite Sinforosa, como si esa frase resumiera su historia: la de una mujer que ha sobrevivido a todo.
Y es justamente por personas como ella que existe el Match Solidario, una iniciativa del Hogar de Cristo que conecta a quienes necesitan algo muy específico con personas dispuestas a ayudar. En esta plataforma, los requerimientos se transforman en historias concretas: una cama, un calefón, una silla de ruedas… o un refrigerador para que Sinforosa pueda guardar su insulina sin depender de nadie más.
Este 2025 se han levantado 266 avisos en la plataforma, de los cuales 70 ya se resolvieron o están en vías de resolverse. La mayoría —55 de ellos— en la Región Metropolitana. Y aunque Santiago concentra el 40% de la población del país, la solidaridad no puede quedarse en la capital.
En el norte, donde el sol quema y la vida es más cara, hay 79 solicitudes, pero sólo tres se han concretado. En el centro sur, 73, y en el sur austral, 17, con apenas dos resueltas. Y sí, cuesta más hacer match fuera de Santiago, pero las necesidades son las mismas.
En Antofagasta, Sinforosa vive con una pensión de 217 mil pesos mensuales. No paga arriendo, pero entre remedios, alimentación y gastos básicos, el dinero nunca alcanza. “Siempre falta algo, mijo”, reconoce. Su historia, como la de muchos adultos mayores, habla de soledad, enfermedad y carencias, pero también de dignidad y esperanza.
Cada vez que recibe la visita del equipo del Programa de Atención Domiciliaria de Hogar de Cristo, su casa se llena de vida. Marcia, una de las cuidadoras del programa, es su apoyo más cercano. Es quien la escucha, quien se asegura de que no le falte nada. “Ella me ayuda en todo”, dice Sinforosa. Y aunque su mundo se ha ido achicando —su audición, su vista, su círculo—, sus ganas de vivir se mantienen intactos.
Sinforosa pide algo simple: un refrigerador que le permita guardar su insulina sin arriesgar su salud, sin subir escaleras, sin depender de la buena voluntad de una vecina. El Match Solidario es la oportunidad perfecta para hacerlo posible. Con un clic, alguien puede cambiar su día a día, devolverle la tranquilidad de saber que su medicamento está seguro y que su vida no corre riesgo.