Callcenter: 600 570 8000Hogar de Cristo 3812, Estación Central, Santiago
Donar

Tras 7 años de inmovilidad: Segundo volvió a caminar

A los 67 años, logra caminar con bastón, se afeita frente al espejo y vuelve a vestirse sin ayuda. Lo que para muchos es rutina, para él es victoria: catorce años de pelea contra la hemiplejía y el miedo de no volver a sentirse libre, ni dueño de su propia vida.
Por Matías Concha P.
Octubre 23, 2025

“Antes estaba postrado en cama”, recuerda Segundo Agoni (67). “No podía pararme, ni caminar, ni siquiera ir al baño por mí mismo. Ahora puedo hacerlo todo eso solo. Incluso mi cuidadora solo me ayuda a ponerme los zapatos. Estos logros reflejan todo lo que he recuperado en mi vida, que es independencia y confianza. Ya no siento que soy un cacho para nadie”.

Su vida cambió de golpe hace más de una década, cuando un accidente cerebrovascular lo dejó inmóvil. “Sentí que el cuerpo ya no me respondía. Fue como si se me apagara la mitad”, cuenta. Lo que sufrió se llama hemiplejía braquiocrural: una parálisis del brazo y la pierna del lado izquierdo, provocada por una lesión en el hemisferio derecho del cerebro. Esa lesión afecta la fuerza, el movimiento y la sensibilidad, alterando la manera en que uno se mueve y se orienta en el mundo.

“Al principio pensé que no iba a volver a caminar”, dice. “Estuve años en cama, sin poder hacer nada. Mi señora hacía todo por mí. Me daba vergüenza, rabia, pena… de todo un poco. Uno se siente inútil”.

-¿Cómo te volviste a parar?

—Con paciencia —responde Segundo—. No hay otra. Al principio no podía ni afirmarme. Me temblaban las piernas, se me iba el cuerpo pal lado. Pero las terapeutas me decían: “Vamos, Segundo, inténtelo de nuevo”. Y yo lo hacía, una y otra vez, hasta que un día me paré solo. Sentí que había vuelto a nacer.

En 2020, Segundo ingresó al programa de atención domiciliaria del Hogar de Cristo, un lugar que entrega acompañamiento, apoyo médico, kinésico y emocional a personas mayores vulnerables que enfrentan distintas formas de dependencia. En ese momento, su diagnóstico era complejo: sin marcha, con movilidad reducida en el brazo derecho y una sensibilidad apenas parcial en todo su lado izquierdo. “Era como tener medio cuerpo dormido”, explica.

Su recuperación fue lenta, pero constante. Las sesiones con el equipo terapéutico le permitieron recuperar fuerza, movilidad y, sobre todo, seguridad. “Ellos me empujaron a seguir. Si no fuera por las terapeutas y los kinesiólogos del Hogar de Cristo, todavía estaría tirado en la cama. Me enseñaron a creer de nuevo en mí”.

TODOS SON PARTE DEL PROCESO

Su esposa, su hija y su nieto también han sido parte del proceso. En su casa, en el sector Pedro de Valdivia, de Temuco, la rutina cambió por completo para Segundo. “Antes todo giraba en torno a mí, todos tenían que ayudarme. Ahora ya no. Camino con mi bastón, hago mis cosas, y eso también les da un respiro a ellos. La enfermedad no la sufre uno solo, la sufre la familia entera”.

Hoy, Segundo se levanta solo, camina de una pieza a otra, se alimenta, se viste y se afeita frente al espejo. “Eso para mí es libertad”, dice. “No tener que pedir ayuda pa’ todo, poder moverme, sentir que soy útil. Es una sensación que no se explica.”

Los informes médicos muestran avances importantes: Segundo pasó de un nivel de dependencia severa a uno moderado. Pero lo que más importa, asegura, no está en los papeles. “Lo que gané es la confianza. Antes me daba miedo hasta intentar. Ahora no. Si me caigo, me levanto. Si me canso, descanso y sigo. Así se avanza, a paso corto, pero firme.”

—¿Y ahora qué te gustaría lograr?

—Dejar el bastón. Esa es mi meta. Sé que me va a costar, pero ya he avanzado tanto que no me asusta. Uno nunca deja de aprender, ni de moverse. Y mientras tenga fuerza, lo voy a seguir intentando.

Hace una pausa, se acomoda el bastón y sonríe. “Mire, yo no soy de hablar mucho, pero si mi historia le sirve a alguien, feliz. Para que vean que se puede, que nunca es tarde para volver a pararse”.