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Psiquiatra Alejandro Molina:

Fundador del Centro de Salud Mental de Barrio

Alejandro Molina es psiquiatra de profesión, pero no le gusta que le digan doctor. Para él, la verticalidad de trato que rige en todas las áreas de la medicina es un obstáculo para crear vínculos y espacios saludables. Más que el presupuesto que se destina a la salud mental, a él le preocupa la forma en que se aborda este serio problema que tiene a Chile entre los más afectados de la región. Especialmente después de la pandemia.

Por María Teresa Villafrade

11 Octubre 2023 a las 18:23

Al psiquiatra Alejandro Molina (40) le gusta definirse como psiquiatra comunitario, trabajo que fue perfilando desde que hizo su práctica en la población San Gregorio de La Granja. En 2009 egresó de la carrera de Medicina completamente convencido de que lo suyo era la salud mental.

“Entré acá y altiro comencé a trabajar en actividades más grupales y preventivas. Desde esa lógica, hice un taller de improvisación musical para niños y me contactaron del equipo de salud mental del consultorio (CESFAM) de la comuna”, cuenta.

En 2012, con vecinos, organizaciones territoriales y trabajadores del Cesfam, crearon una plataforma para generar encuentros regulares e ir formando en conjunto un espacio saludable que contribuyera al bienestar de la comunidad.

“La idea era tener una visión más amplia de la salud mental, entendida en su complejidad y que no quedara reducida a estar o no estar enfermo”, explica.

A través de distintas labores como la música, el cultivo de huertos, la carpintería y obras con textiles, se fue tejiendo socialmente este primer centro de salud de barrio.

La comunidad de la población San Gregorio se reúne en el Centro de Salud Mental de Barrio.

En 2016, llevaron la experiencia en Improvisación Musical Terapéutica al Hospital Sotero del Río, logrando una muy buena acogida en el servicio de salud mental y en el “Trapa Trapa” –que significa “lugar de paz” en mapudungún. Se trata de un espacio de cuidado colectivo levantado por la organización Sonrisólogos, orientado al cuidado de niños y niñas con patologías oncológicas de la infancia  a través del Clown, el medio ambiente, entre diversas estrategias comunitarias.

“Desde que llegamos con la improvisación musical el 2016 hemos cultivado una muy buena relación de colaboración, en la que han nacido nuevos grupos”, agrega el especialista.

Pero el estallido social de octubre de 2019 primero y la pandemia del 2020, después, desarticularon parcialmente el trabajo avanzado.

NACE LA FUNDACIÓN CESAMBA

Sin embargo, como en todas las cosas, algo positivo nació de todo aquello.

“Durante ese período ya veníamos con la idea de independizarnos del consultorio, de la estructura institucional clásica, porque todo esto se lograba con mucho esfuerzo. Era difícil abrir nuevos espacios: había que gestionar los permisos, el apoyo. Siempre estuvo el sueño de poder trabajar más autónomamente para experimentar e innovar desde ahí”, confiesa Alejandro Molina.

Alejandro Molina se define como psiquiatra comunitario.

La paralización que significó la pandemia, les permitió dedicarse a trabajar en los estatutos para crear una fundación. Así se consiguieron una sede que les facilitó la junta de vecinos y crearon la Fundación CESAMBA (Centro de Salud Mental de Barrio), cuya misión es cultivar espacios de cuidado colectivo de la salud mental para el buen vivir.

“Estos años hemos estado semana a semana juntándonos y avanzando más en el territorio, pero también aprendiendo en paralelo. Funcionamos con mini grupos súper articulados: el del huerto, de los textiles, y apareció uno nuevo que tiene que ver con entender cómo se construye la fundación para llevar el proyecto a otros lados, sistematizar metodología, ese es el sentido de hacer una fundación”.

La idea es replicar el modelo de la comunidad San Gregorio en otras comunas y regiones.

-¿Cómo ha sido el desarrollo de este modelo?

-Nada sale de la nada. Cada uno aporta desde su experiencia. En psiquiatría hay muchos referentes teóricos lo mismo que en psicología de cómo debiese abordarse la salud mental desde la perspectiva comunitaria. Estamos en redes donde se desarrollan más ideas. Pero no nos adscribimos a un modelo X, tampoco es que lo tengamos sistematizado, estamos vivos y en experimentación permanente. No tenemos reglas ni estructuras jerárquicas determinadas, por supuesto que tenemos roles, pero en general son bien plásticos. Eso ha sido parte de lo interesante.

MOMENTO CRÍTICO

Cada 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental. Históricamente, la salud mental ha sido el pariente pobre de esta área en Chile. En el presupuesto 2024, el gasto público sólo dedica un 1,7% a salud mental, pese a que representa el 23% de las enfermedades.

Sin embargo, a Alejandro Molina, más que centrar la discusión en los recursos prefiere hablar de la forma en que se aborda el problema.

-¿Qué se debería hacer en salud mental en Chile?

-Esa discusión por lo general se centra en recursos, en el tema presupuestario que es efectivo. La brecha en recursos es brutal y se gasta menos que en otros países, pero creo que igual o más importante es cuestionarse las maneras en que se está abordando este tema. Si bien desde los 90, todos los planes en Chile de salud mental post dictadura han tendido a lo comunitario, lo familiar, lo integral, en la práctica lo que recibe alguien que consulta por sentirse mal de las emociones o de la cabeza, son soluciones más bien médicas centradas en los fármacos, y en intervenciones psicoterapéuticas totalmente enfocadas en lo individual.

Alejandro Molina, de camisa roja, comparte con la comunidad.

Para el equipo de CESAMBA, en el sufrimiento psíquico y emocional, tienen un peso importante los factores sociales, los contextos, los tipos de relaciones que se dan en las mismas comunidades.

“Estamos en un momento crítico de desarticulación comunitaria, cada vez hay menos juntas de vecinos. Se ha destruido el tejido social y la forma en cómo la institución se relaciona con sus sujetos de atención es clave. Tenemos una cultura de relación vertical, súper poco participativa, de dar indicaciones, monológica y no dialógica. Los profesionales de la salud estamos siempre a la defensiva, hay poco vínculo. Tenemos que cuestionarnos esto y ponerle cabeza para ver cómo son los contextos que queremos generar y entablar relaciones que sean de cuidado.

El Centro de Salud Mental de Barrio (CESAMBA) de La Granja funciona en una sede de la junta de vecinas.

En los años de experiencia que tiene en el servicio público, describe a los centros de salud como lugares fríos donde se segrega y se segmenta por diagnóstico. “Hay poco espacio para la diversidad y para reconocerse como ser humano, entre los que atienden y los que reciben esa atención. Uno se termina enajenando en el trabajo, yo llevo años en el servicio público, la gente se quema y no dura, los lugares de trabajo terminan siendo lugares amenazantes”.

-¿Cuál es el principal aprendizaje que ha sido Cesamba para ti?

-El vínculo, la manera de vincularse es lo central si uno pretende ayudar. El vínculo es más importante que la técnica, cualquier técnica puede ser útil o funcional siempre que prime el vínculo. Tiene que ser una relación recíproca. Yo acá no soy psiquiatra, no soy doctor, soy Alejandro. Hay una relación horizontal. Los centros de salud son parte de la comunidad, pero ¿qué tipo de comunidad construyen? He visto muchas personas que han sido abordadas por el modelo tradicional de tratar el sufrimiento y aquí se nota el cambio al sentirse validadas en un espacio comunitario, les cambia radicalmente la vida. El impacto es evidente.

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