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La Araucanía:

¿Nos acostumbramos a esto?

En medio de las festividades patrias que inundaron las calles de Chile, una realidad paralela se tejía silenciosamente en La Araucanía: viviendas destruidas, cientos de damnificados, familias desaparecidas y vidas perdidas. Mientras algunos celebraban, otros, en su mayoría los más pobres y vulnerables, enfrentaban la cruel embestida de las fuertes lluvias, quedando aislados y perdiendo lo poco que tenían.

Por Matías Concha P. 

21 Septiembre 2023 a las 16:31

Pasado el shock recién visualizamos que en las experiencias límites aparecen las preguntas del sentido, como quiénes somos, qué valía la pena y qué no, qué fue digno y qué fue mezquino en medio de nuestra rutina. En cada catástrofe nos vemos desafiados a asumir los aprendizajes pendientes de la última tragedia, como la rabia y el anhelo urgente de políticas públicas a la altura del cambio climático que ya está encima.

La otra opción es aceptar como “normal” que cada invierno se perderá cientos de viviendas y que otras quedarán sumergidas bajo el agua. Sabiendo que luego, en cada verano, miles de hectáreas volverán a ser devoradas por el fuego, con el trágico saldo de vidas humanas y animales perdidas.

¿Esa justicia nos debemos?

Los ejemplos son muchos y es un dato de la evidencia: nuestra región está entregada, como tierra de nadie, al depredador de turno. En el sur de Chile por todas partes los especuladores transformaron la vulnerabilidad y la pobreza en un buen negocio y la condición humana en la fábrica de la próxima catástrofe: el que envenenó las napas con relaves, el que vendió viviendas en sectores no aptos para la vida humana, el que taló hectáreas de árboles indiscriminadamente y acidificó la tierra, el que provocó incendios y el que vació los escombros en los cauces del río.

Esto está pasando, no es retórica y, como siempre, son los más pobres quienes pagan el precio más alto. Chile debe intensificar sus esfuerzos para mitigar este fenómeno, implementando medidas adecuadas a la equidad y a la justicia social, para que no tengamos que acostumbrarnos a quemarnos en verano y ahogarnos en invierno.

Por Pedro Urrutia, jefe social de Hogar de Cristo en La Araucanía. 

 

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