Tras 33 años de voluntariado en Chiloé, una emblemática pareja de voluntarios deja la Isla Grande y vuelve a su norte natal, dejando un legado de solidaridad y amor al prójimo que pocos olvidarán.
Por Daniela Calderón P.
El último día de trabajo de Pura Jiménez (73) y su marido Ramiro Rojas (73) estuvo cargado de emociones. En una decisión que no fue fácil y tras 33 años de servicio hacia los más pobres en la fría ciudad de Ancud, esta emblemática pareja de voluntarios decidió partir de la isla para vivir sus años de jubilación en su natal Mejillones.
La despedida, organizada por todos los trabajadores y usuarios de los programas para adultos mayores y personas en situación de calle, a quienes se dedicaron durante tantos años, dejó en Pura un recuerdo especial. “En mi último día en el Hogar de Cristo llegó un chico que consumía drogas y no se había portado bien, a pedirme disculpas, incluso se puso a llorar. Son cosas que a uno la llenan. Por eso, me siento orgullosa de haber sido parte de Hogar de Cristo”, dice Pura al teléfono desde Mejillones, recordando su trabajo en el comedor solidario donde acogían a personas en situación de calle, muchos de ellos con consumo problemático de alcohol y otras drogas.
Tras cruzar más de 2 mil kilómetros y pasar del frío y la lluvia de Chiloé a las áridas tierras de la región de Antofagasta, la pareja con 53 años de matrimonio recuerda sus inicios en el Hogar de Cristo de Ancud hasta donde debieron mudarse por el trabajo de Ramiro, quien es biólogo marino. Fue ese año, en 1989, cuando recibieron la invitación para ser voluntarios de Hogar de Cristo, trabajo que se extendió por más de 30 años, hasta septiembre de 2019.
“Pese a que mi familia era de escasos recursos, mi madre siempre recibía a Pedro, Juan y Diego en la casa. Ella tenía un espíritu muy acogedor. Y como viví con esa marca, cuando me invitaron a participar del Hogar de Cristo, acepté al tiro. Lo que más me impactó es que en ese tiempo la gente no tenía nada, ni siquiera algo para temperarse. Por eso, empezamos a trabajar con esas familias Colaborábamos con materiales de construcción que recolectábamos entre los vecinos y alimentos que nos enviaban desde el Hogar de Cristo en Santiago, gracias a eso pudimos levantar familias completas. Eso fue un logro para mí por los escasos recursos que teníamos”, recuerda Pura.
Pero las ganas de ayudar de esta pareja no se quedaron ahí. El gran olfato de Pura para detectar las necesidades de la comunidad la llevaron a crear un “Voluntarios en acción”, un comedor solidario donde recibía a personas en situación de calle que no tenía donde comer un plato caliente de comida. “El comedor funcionaba en la misma casa de Hogar de Cristo. Salíamos a pedir recursos a las carnicerías, almacenes y panaderías y con eso alimentábamos a la gente”, dice al teléfono mientras Ramiro le grita desde lejos los detalles que ella olvida mencionar.
Es tan fuerte el legado que Pura y Ramiro dejaron entre los casi 50 acogidos que hoy recibe el Hogar de Cristo en Ancud, que durante su despedida, Andrés Reyes Jefe Social Provincial de Hogar de Cristo, les dijo: “Doña Pura siempre está regalando una sonrisa y palabras de ánimo a quien se le acerque, es una persona que atrae a otras y motiva a los demás para que se acerquen a los ´patroncitos´. El estar junto a ella hace que uno respire pura solidaridad. Pura y Ramiro han dejado una huella de generosidad, entrega y solidaridad que será difícil de repetir”.