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De la calle a un hogar protegido:

¿Por qué me pegaban?

Tiene 34 años, pero ha vivido más de lo que muchos podríamos imaginar. Tras 16 años en situación de calle, encontró un nuevo comienzo y esperanza en el Hogar Protegido del Hogar de Cristo en Antofagasta. Su vida es un reflejo de la resiliencia humana y el impacto de las organizaciones sociales en quienes más lo necesitan.

Por Matías Concha P.

21 Febrero 2025 a las 16:27

Desde las calles de Calama hasta encontrar refugio en Antofagasta, la vida de Daniel es una crónica de supervivencia contra todo pronóstico. Inmerso desde muy joven en la brutalidad y el abandono de la calle, durante 16 años fue testigo cotidiano de violencia e indefensión, donde “las patadas, el frío” se convirtieron en su día a día.

-¿Qué es lo más difícil de la calle?

-No entender por qué me pegaban.

Lo dice sin rabia ni dramatismo, como si esa realidad le perteneciera a otro. Y en cierto modo, así es. Pero para llegar hasta aquí, atravesó años de abandono, intentos fallidos de ayuda y una ciudad que se acostumbró a verlo caminar sin rumbo, producto de una discapacidad mental que lo mantuvo, durante décadas, deambulando al borde del delirio.

Daniel, 16 años en la calle y un nuevo comienzo

Daniel, 16 años en la calle y un nuevo comienzo

LA  URGENCIA DE UN RESCATE

Corría el año 2022 cuando su historia comenzó a tomar otro rumbo. Tras varias semanas enfermo, echado sobre colchones sucios, en plena avenida La Paz, de Calama, dejó de moverse. Las lluvias de ese invierno le pasaron factura, y fue la comunidad la que encendió la alarma. Vecinos y comerciantes que lo habían visto durante años caminar sin sentido por la ciudad temían que su historia terminara ahí, en la vereda fría de una ciudad que nunca lo acogió.

–Apenas me acuerdo de eso.

Daniel, sobreviviendo el invierno en situación de calle

Daniel, sobreviviendo el invierno en situación de calle

Entonces, el municipio de Calama reaccionó. Se gestionó su traslado al albergue municipal con apoyo de la Cruz Roja y personal de salud, mientras se activaba su internación en el Hospital Psiquiátrico de Antofagasta. Pero la burocracia jugaba en su contra. No bastaba con que estuviera en un estado crítico, era necesaria una orden de la Seremi de Salud y un cupo disponible.

–Al final me fui, volví a la calle.

El sistema no pudo retenerlo. Sin un mecanismo que le asegurara estabilidad, sin un lugar que realmente le diera las herramientas para sostener su vida, simplemente hizo lo que había hecho durante años: sobrevivir a la intemperie.

“Los intentos de ayuda se repitieron. Una y otra vez se gestionó su internación, se solicitaron cupos, se activaron protocolos, pero nunca se logró concretar nada”, explica Jeremmy Roberts (24), trabajador social del Hogar Protegido del Hogar de Cristo, quien conoció de cerca su caso y fue testigo de los esfuerzos frustrados por sacarlo de la calle de manera definitiva.

Pero la región de Antofagasta tenía solo dos psiquiatras para toda la provincia y la espera por una cama en un hospital psiquiátrico podía tardar meses. Mientras tanto, Daniel seguía en la calle. Cada intento de ayuda se diluía en la burocracia y la falta de recursos. Así pasaron los meses, luego los años.

Hasta que, finalmente, el Hospital Doctor Carlos Cisternas de Calama logró abrir un cupo y mantenerlo hospitalizado durante un año y medio. Por primera vez en más de una década, tenía un lugar donde recibía comida diaria, atención médica y un techo seguro. Pero su estadía allí no podía ser permanente. Con el tiempo, su situación debía resolverse fuera del hospital, en un entorno que pudiera brindarle apoyo a largo plazo.

Daniel en el albergue municipal

Daniel en el albergue municipal

EL HOGAR PROTEGIDO

–Él tenía claro que no quería volver a la calle. Cuando surgió la posibilidad de trasladarlo al Hogar Protegido, él mismo dijo que sí —recuerda Jeremmy, el trabajador social que ha acompañado su proceso de cambio desde los primeros intentos de intervención.

Después de años de intentos fallidos, la posibilidad de un hogar estable se materializó en octubre de 2024. Con el alta hospitalaria en proceso, se gestionó su ingreso al Hogar Protegido del Hogar de Cristo en Antofagasta, un espacio diseñado para entregar estabilidad y herramientas de autonomía a 8 personas con discapacidad mental.

Daniel, 16 años en la calle y un nuevo comienzo en el Hogar Protegido

Daniel, 16 años en la calle y un nuevo comienzo en el Hogar Protegido

A diferencia de otros dispositivos de ayuda, este modelo no solo ofrece alojamiento y cuidados básicos, sino que también trabaja en la integración social y el desarrollo de habilidades para la vida diaria.

—Al principio le costó, como a todos los que llegan de la calle. Pero con el tiempo, se fue acomodando, encontrando su ritmo. No es solo un techo, es un espacio que le exigía participar, convivir —relata Jeremmy.

De no saber dónde dormir, pasó a tener una cama limpia; de deambular sin rumbo a seguir una rutina con horarios y responsabilidades. El Hogar Protegido no es una institución cerrada; los residentes pueden salir, moverse con libertad y tomar decisiones sobre su día a día. Para Daniel, esto marca la diferencia.

–No es un encierro, es un lugar donde estar tranquilo. Donde uno sabe que puede volver –dice Jeremmy.

Hoy, el joven comparte con otros residentes, participa en actividades y ha comenzado a reconstruir pequeños hábitos que durante años fueron imposibles. Se encarga de tareas dentro del hogar, sale a hacer trámites y poco a poco se ha integrado a una rutina que le da estabilidad.

Daniel y otros participantes del Hogar Protegido de Hogar de Cristo

Daniel y otros participantes del Hogar Protegido de Hogar de Cristo

–Aquí me gusta, es tranquilo, ya no paso susto –dice. Su tono es pausado, como quien empieza a acostumbrarse a la idea de que el futuro puede no ser tan incierto.

Para Jeremmy y los trabajadores del hogar, su caso es un ejemplo de lo que ocurre cuando el sistema de salud y las redes de apoyo social logran coordinarse a tiempo. Pero también es un recordatorio de lo que aún falta por hacer. “Hay muchos más como él, esperando una oportunidad que nunca llega”, concluye Jeremmy con realismo.

Daniel y Jeremmy en el Hogar Protegido de Antofagasta

Daniel y Jeremmy en el Hogar Protegido de Antofagasta

Ahora, su historia no tiene un final cerrado, pero hay algo distinto: ya no es el hombre que deambulaba por Calama, con la mirada perdida y el cuerpo cansado. Hoy, cuando cae la noche, sabe que tiene un lugar seguro donde dormir. Que hay una cama esperándolo. Que si no llega, alguien preguntará y se preocupará por él.

 

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