El reciente análisis de la principal institución de microfinanzas en Chile –Fondo Esperanza– sobre el impacto del apoyo que entrega a casi 145 mil personas considera dimensiones como ingresos, escolaridad, salud, vivienda, acceso a internet, tiempo dedicado a cuidados y confianza comunitaria. Todas son variables que afectan directamente la calidad de vida de los microempresarios que reúne. Y cuando se observan los cambios a lo largo del tiempo, surge un mensaje claro: cuando las personas cuentan con apoyo, redes y herramientas, avanzan.
Avanzan mucho.
Un dato relevante para leer el estudio es saber que el 80% de los participantes de Fondo Esperanza son mujeres. Chilenas y extranjeras.
Sobre ellas, la directora social y gerente de la institución, Karina Gómez, afirma: “Estas mujeres viven en contextos de exclusión, y su trabajo microempresarial es una forma diaria de transformación social. Ellas activan la economía en sus comunidades. No solo porque generan ingresos, sino porque tejen redes de colaboración, se cuidan mutuamente y promueven la solidaridad como forma de sostenibilidad”.

Karina Gómez es la gerente y directora social de Fondo Esperanza. Es una elocuente embajadora del progreso material y personal que tienen las mujeres que son parte de los bancos comunales, que es la forma como se organizan los microemprendedores.
Uno de los hallazgos más inspiradores del estudio está precisamente en el ámbito del cuidado y el trabajo doméstico. Un tema de género que impacta especialmente a las mujeres.
Las participantes del programa disminuyen en un 19,3% las horas dedicadas a estas tareas, mientras que los hombres reducen un 14,5%.
Este reequilibrio no solo libera tiempo: abre espacio para estudiar, trabajar, descansar, pensar en proyectos. Es calidad de vida en estado puro.
Además, se observan mejoras en:
Son pasos concretos hacia relaciones más justas y hacia una vida cotidiana menos cargada y más vivible.
Fondo Esperanza es una filial de Hogar de Cristo. Existe como tal desde el año 2001. Esta relación se creó para potenciar el trabajo de emprendedores de sectores vulnerables mediante el otorgamiento de microcréditos, especialmente a mujeres, en una iniciativa que busca la superación de la pobreza.
Otras de las señales más potentes del estudio es el crecimiento de las ganancias de los negocios, que refleja directamente el trabajo y la persistencia de las personas participantes.
Este salto económico no solo representa más dinero: representa libertad para planificar, invertir, proyectarse y sostener los hogares con más autonomía.

Los emprendimientos financiados son de lo más diversos. Pero en todos los casos el crecimiento da seguridad, autonomía, libertad y confianza personal. AGENCIA BLACKOUT
Aumentar los ingresos es clave, pero poder ahorrar marca un antes y un después en la vida de cualquier familia. En esta materia, los avances son contundentes:
En términos simples: más colchón, más resiliencia, menos miedo al futuro.
El estudio muestra movimientos relevantes en el endeudamiento y en los activos fijos de los negocios. Saber cuánto se debe, cuánto se tiene y cuánto se puede proyectar permite tomar decisiones más informadas. Este ordenamiento financiero es parte esencial del fortalecimiento económico.
La confianza en los vecinos y en la comunidad es un indicador profundo. A veces parece intangible, pero es decisiva: quien confía puede pedir ayuda, armar redes, participar, colaborar y emprender.
El estudio muestra que:
Acortar esa brecha es más que estadística: es integración real. Es sentirse parte.
La confianza es un pilar clave en el modelo de Fondo Esperanza. Karina Gómez lo explicó con emoción en Hora de Conversar de Hogar de Cristo. Ahí explicó: “Sus microcréditos no requieren avales tradicionales; porque los grupos solidarios actúan como garantes unos de otros”.
Ese mecanismo no solo facilita el acceso al crédito, sino que también fortalece el capital social y la responsabilidad colectiva.
AVANCE MULTIDIMENSIONAL
Las mejoras abarcan dimensiones como formalización del negocio, acceso a internet, vivienda, activos productivos, condiciones laborales.
Esto se alinea con el enfoque del Índice de Pobreza Multidimensional (MPI) de Oxford, que pone el foco no solo en ingresos, sino también en educación, salud, vivienda, saneamiento, conectividad y trabajo.
La conclusión es clara: cuando la intervención es integral, el progreso también lo es.