A los 42 años, puso fin a la vida en calle, la violencia y el consumo problemático de alcohol. En Coquimbo, emprendió un camino de superación que, tras meses de esfuerzo, lo llevó a ingresar a la Universidad de Atacama. “Nunca es demasiado tarde para ser la persona que podrías haber sido. Con esa filosofía logré salir adelante”, dice.
Por Matías Concha P.
26 Enero 2024 a las
14:12
Por primera vez, Jonathan, se animó a compartir su “secreto”. A pesar de su timidez, se decidió a hablar porque quiere que la gente sepa que se puede salir adelante y que nunca es tarde para alcanzar los sueños. En diciembre, después de meses de estudio, rindió la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES) y recientemente se enteró de que obtuvo 680 puntos, lo que le permitió ingresar a estudiar una Licenciatura en Traductología e Interpretación Inglés-Español, en la Universidad de Atacama.
-¿Cómo lo lograste?
-Hay momentos decisivos, puntos de quiebre en los que elegimos un camino u otro. En mi caso, fue crucial madurar y comprender que uno siempre está solo; aunque estemos acompañados, en el fondo, todo depende de uno mismo para avanzar.
La historia de Jonathan comienza hace dos años, en plena pandemia, cuando decidió migrar de Copiapó, en el árido norte de Chile, para establecerse en Curicó, en la región del Maule. Buscaba una oportunidad laboral más segura. “Era electricista y había gastado todo los retiros del 10 por ciento en herramientas para mi oficio: multitester, pinza, foco probador, tijera, taladro atornillador de impacto, perímetro. Al principio, todo iba bien, tenía trabajo. Pero, después, mi pareja decidió poner fin a nuestra relación y eso me afectó profundamente. Ella tenía hijos; la más pequeña me llamaba papá. Perder esa conexión de un día para otro, fue un golpe duro. Vinieron tiempos complicados. Me sumergí en el alcohol y perdí mis herramientas, mis ahorros, todo. Terminé sin nada”, relata.
-¿Por primera vez viviste en la calle?
-Sí, estar en la calle fue algo traumático y súper peligroso, lo que me hizo caer más en la depresión. Si miro para atrás, hasta me da miedo. Me asaltaron hartas veces. No es lo mismo toparse con un tatita curado que con un loco pastabasero; el segundo es mucho más peligroso. Al principio yo no cachaba el peligro y, por no saber, me juntaba con cualquiera. Eso me trajo problemas y me quitaban lo poco que tenía.
En 2023, Jonathan volvió a Copiapó, motivado por una propuesta de su ex pareja para retomar su relación y reconstituir su familia. Consciente de los desafíos previos, incluyendo los problemas de salud mental de su pareja, decidió enfrentar la situación, esperando un cambio que podría redirigir el curso de sus vidas.
-Yo venía de vivir en situación de calle, con problemas de consumo y ella atravesaba una crisis bipolar. Así es que, por supuesto, no funcionó. Y, como soy de Santiago y no tengo amigos ni conocidos en Copiapó, me vi nuevamente en la necesidad de vivir en la calle. En el sur, a pesar de todo, la gente tiende a ser un poco más amable, más reservada. Pero en el norte, es como si ni la ley de la selva se respetara. Es brutal.
Jonathan, junto con más de 420 personas, enfrenta la situación de calle en la región de Atacama, sin hogar y expuestos a violencia y enfermedades. En esa dura realidad, el Programa de Acogida del Hogar de Cristo en Copiapó se erige como un faro de esperanza. Desde 2023, ha sido un refugio para Jonathan y lo es para otros 29 participantes de la comuna. Allí obtienen alojamiento, alimentación, abrigo y cuidados de salud. A cargo de un equipo multidisciplinario de trabajadores sociales, psicólogos y otros profesionales, el programa realiza un diagnóstico integral de cada caso, estableciendo un proceso de acompañamiento que abarca aspectos psicosociales y socio-laborales.
-¿Qué significa para ti el Hogar de Cristo?
-Para mí, el Hogar de Cristo me ofreció un refugio y una oportunidad para reconstruir mi vida. No puedo decir que sea mi hogar como la gente piensa, porque sé que no es mi casa permanente y no me permito sentirme cómodo. Entiendo que este lugar me dio una oportunidad, pero no debe ser el lugar donde pasaré el resto de mi vida.
Felipe PoGa/Aton Chile
–Hablando de reconstruir la vida, ¿cómo fue tu camino hacia la universidad?
-Soy realista, este año, por mi cuenta, no habría ingresado a la universidad. El programa de calle me brindó la oportunidad. Una persona que trabaja aquí me habló de una beca, y aunque no estaba seguro, pensé que no perdía nada con intentarlo y, aunque al principio dudaba de mi capacidad, decidí intentarlo.
-¿Te costó mucho?
-Me hizo sentir vivo, como si la vida no hubiera llegado a su fin. Pero no me veo como un héroe, ya que no tengo responsabilidades familiares ni trabajo, lo que me permitió enfocarme completamente en mis estudios. Por eso, mi compromiso es no dejarlos a medias; terminaré con éxito. Es importante recordar que mi beca pudo haber beneficiado a un joven que lo necesitara más, ya que hay jóvenes en situación de calle que merecen esta oportunidad.