María volvió a vivir con su familia
María Medel, una mujer de 77 años, estuvo durante años en una residencia de adultos mayores. Hace pocos días se embarcó en una nueva travesía y María volvió a vivir con su familia. Esta historia, cargada de emociones, pone de relieve la importancia de los lazos familiares y desafía las convenciones sociales al romper las barreras impuestas por la edad y la institucionalización, reconociendo su capacidad de agencia y su derecho a vivir incluida.
Por Matías Concha P.
19 Mayo 2023 a las 15:00
María Medel Chávez encontró refugio y compañía durante 17 años en la Residencia de Adultos Mayores de Hogar de Cristo, ubicada en Nueva Imperial, Región de La Araucanía. Allí, compartiendo su rutina diaria con otros residentes, había construido una sólida comunidad.
Sin embargo, su vida dio un giro inesperado cuando María volvió a vivir con su familia, proveniente de Mulchén, en Biobío. Esta decisión fue posible gracias a la nueva estrategia social implementada por Hogar de Cristo, la cual busca promover la reunificación de las personas mayores con sus respectivas familias.
“Ella está feliz, emocionada, la noto muy contenta”, dice Beatriz (45) hija de María. “Mi mamá estuvo muchos años en el Hogar de Cristo, ahí me la cuidaron, la quisieron, la alimentaron, nada que decir… Pero para qué andamos con cosas, no hay lugar como la casa de uno y es eso lo que pensamos como familia cuando nos propusieron revincularnos como familia y traerla de vuelta a nuestra casa”.
Esta inspiradora historia, que rompe con las convenciones establecidas, está vinculada directamente a la nueva estrategia social de Hogar de Cristo, que sigue la tendencia mundial a la desinstitucionalización en el abordaje de la infancia vulnerada, la discapacidad mental y sobre todo del envejecimiento.
Así lo considera el jefe territorial social de Hogar de Cristo, en La Araucanía, Pedro Urrutia. “Lo que hoy se necesita son intervenciones mixtas y flexibles que combinen lo residencial de corta estadía con lo ambulatorio, lo domiciliario y lo comunitario, y estén bien enraizadas en los territorios. Con perspectiva de género, además, porque las mujeres viven más que los hombres y son más pobres, lo que se acentúa con la vejez. Y poniendo siempre a la persona al centro, reconociendo el derecho de todas las personas de vivir incluidas”.
Beatriz, la única hija que tuvo María, será la cuidadora principal de su madre, postrada y dependiente. Un verdadero desafío, si consideramos que en Chile, el 70% de las personas que cuidan gente postrada, discapacitada o dependiente, padece del «síndrome del cuidador», un estado de profundo desgaste a nivel físico, emocional y mental.
-Por supuesto, mi marido está conmigo, sabemos que será algo difícil, ella tiene Alzheimer y prácticamente ya no me recuerda, pero es mi mamá y no la vamos a dejar abandonada, es como una guagua y si la dejamos no creo que sobreviva.
-Ella sufrió un accidente y se golpeó la cabeza y las caderas, muy fuerte y nosotros somos gente muy humilde. Sin el Hogar de Cristo, no habríamos podido sacar adelante a mi madre, fueron años muy difíciles pues yo viajaba constantemente a verla, a veces, incluso, no me alcanzaba la plata para la micro y no podía llegar a verla, imagina lo triste… Hoy mis hijos se han independizado, algunos son profesionales, así que podemos centrarnos como corresponde en ella.
Cuando un país envejece a la velocidad que lo hace Chile, es natural que veamos el fenómeno del que estas semanas ha dado cuenta la prensa: el cierre o la crisis de establecimientos de larga estadía para adultos mayores (ELEAM).
Hay mucha demanda, poca oferta y el servicio se vuelve cada vez más caro.
Los mal llamados “hogares de ancianos”, a medida que sus residentes siguen envejeciendo y deteriorándose en términos de salud física y mental, deben ser dispositivos residenciales, altamente especializados. Se transforman por la fuerza de los hechos en programas de carácter clínico más que sociosanitario, pero, sin el financiamiento estatal necesario, no hay presupuesto que aguante.
“La mejor manera de imaginar la solución a la crisis de las residencias para mayores es preguntarse, dónde preferiría pasar la última etapa de mi trayecto existencial. ¿Lo conocido y familiar del hogar de siempre o una residencia sanitaria, clínica y ajena? En el primero, respondo yo”, concluye, Pedro Urrutia.
Un final feliz
A pesar de haber mantenido una relación muy difícil con su familia, Beatriz, que se independizó a los 12 años, debido a los constantes maltratos de su padre, revela que “antes de llegar al Hogar de Cristo, mi mamá estaba siendo maltratada en otra casa, la hacían cortar leña, andaba vestida con harapos, todo… Recuerdo que la fui a buscar con Carabineros para llevarla al Hogar de Cristo, donde la cuidaron como a un verdadero ser humano, ¿y sabe qué? Hoy me considero la mujer más feliz del mundo, volver a tener a mi mamá en mi brazos y bajo mi techo después de años de tenerla lejos, es algo que todos los hijos deberían vivir”.