A Mariela Aguilante Catalán, “La Gringa”, la conocía toda Punta Arenas. Fueron más de veinte años habitando "la oficina", su esquina en Errázuriz con Nogueira, donde la vida en calle golpea con el rigor del frío, el alcohol y las miradas esquivas. Allí armó familia, lideró grupos y hasta organizó colectas solidarias, recordándonos que la pobreza no extingue la dignidad humana.
Por Álvaro Rondón
15 Marzo 2025 a las
17:08
Pero hoy ya no está. Mariela murió este 10 de marzo a los 54 años, en esa misma calle donde resistió, amó y perdió. En Magallanes, cerca de 200 personas sobreviven en situación de calle, 35 son mujeres. Apenas cifras hasta que muere una de ellas y nos obligan a mirar “más allá” del número: un tercio de ellas llegó allí huyendo de violencia intrafamiliar. El 41,7% sufrió maltrato y abuso antes de enfrentar el frío. La mayoría fue institucionalizada de niña en el Sename y, al cumplir los 18, quedaron a la deriva, como Mariela.
Ella misma lo contó hace cinco años en La Prensa Austral: “Llevo en calle como 20 años, desde que falleció una hijita… Tengo otras hijas y somos bien unidas, pero yo soy “falda afuera”. Ella prefirió evitar los dispositivos sociales de apoyo, optando por vivir según sus términos. Quizá intuyendo desde muy temprano que su destino estaba ya determinado: salud frágil, nutrición precaria, pérdidas dolorosas. La calle cobra caro y Mariela lo sabía. Perdió allí a dos parejas y, tras la muerte de una, prometió que viviría a su manera: “Él murió en calle y yo también voy a morir en mi ley”.
Y así fue.
Hoy, es impresentable que estas muertes siguen ocurriendo porque las oportunidades para salir del círculo de la calle siguen siendo escasas. Aunque Chile logró finalmente completar el circuito de tratamiento para mujeres con consumo problemático en todas las regiones, aún hay lista de espera. Y en este tema, hacer coincidir motivación y oportunidad es clave.
Tampoco ayuda que, de los 60 mil millones destinados a programas de rehabilitación en el país, solo el 12% esté enfocado en mujeres. Apenas una fracción, como si esa cifra bastara para contener todas las historias (y las muertes) como la de Mariela, quien vivió, sufrió y murió, como dijo, ¿en su propia ley?