Francisco tiene 14 años y vive hace dos años en la residencia de protección de Hogar de Cristo llamada Hatary, en La Serena.
De los 15 participantes que allí habitan -niños y jóvenes varones que han visto vulnerados sus derechos y por eso han sido derivados bajo cuidado especializado-, solo siete asisten a la escuela. Francisco es uno de ellos. Cursa primero medio en el colegio técnico profesional Ignacio Carrera Pinto, del cual espera salir con un título en electrónica. Aunque en realidad le gustaría más ser enfermero.
Pero Francisco es realista y mantiene sus sueños a raya.
“Así como van las cosas, veo más probable que saque algún título técnico en mi colegio. Ahora tengo tres promedios en rojo, en biología, física y geometría, pero voy a mejorar las notas este segundo semestre”, dice, convencido.
Francisco es el único que toca la guitarra en la residencia Hatary y está en clases en la Escuela de Música Popular de La Serena.
Están de vacaciones y todos aprovechan de dormir hasta un poco más tarde. En Hatary hay un pequeño grupo de jóvenes disruptivo que trasnochó y, antes del mediodía, no dan señales de vida.
“Ellos fuman marihuana, ¿no siente el olor? Todavía se siente”, cuenta y se nota que Francisco no quiere estar ahí. Así como la mayoría de quienes están bajo el cuidado de otra entidad que no sea su familia.
“Yo nací en Santiago y viví en la capital hasta los siete u ocho años”, relata. Después se fue a Concón donde vivió con su padre hasta hace poco que llegó a La Serena a residir con su hermanastro mayor de 26 años.
“Yo quiero volver donde mi papá, no con mi hermanastro”, asegura. A su madre no la ve desde 2018 y no la extraña. “Aquí la han llamado pero no muestra ningún interés por venir a verme. Ella ya tiene otra familia”, señala sin tristeza. Francisco tiene tres hermanas más y dos hermanastros en total.
A medida que avanza la conversación, van apareciendo otros detalles. Francisco admira mucho a su padre de quien asegura heredó su pasión por la guitarra. Hace un año, entró a clases en la Escuela de Música Popular de La Serena (EMPO) a donde asiste sagradamente todos los viernes.
Con gran destreza nos muestra sus avances con la guitarra que un voluntario de Hatary le regaló. Nos cuenta que tiene otra dos: una eléctrica y otra acústica.
“Mi papá me enseñó a tocar cuando yo tenía nueve años”. Sueña con seguir aprendiendo melodías de Silvio Rodríguez, el cantautor favorito de su padre, quien llegó a ser finalista en el programa de talentos “Yo soy”, en 2012.
Gracias a sus clases en la escuela EMPO, Francisco ha progresado mucho con su guitarra.
“Playa Girón fue la primera canción que me enseñó”. Su padre fue cantante callejero, de micros y de metro. Un trovador. “Yo me inspiro en mi papá y quiero aprender más y ser mejor solo para que él lo sepa y me vea tocar. Considero a la guitarra como un hobby, pero si el día de mañana tengo necesidad, me pondré a tocar en las calles igual que él”.
-¿Por qué ya no vives con tu padre?
-Porque tenía problemas con el manejo de la ira y me pegaba. Tuve que ir al sicólogo. Él solo tiene que ir a cumplir con las cosas del juicio para que yo pueda volver con él, pero no lo hace.
Francisco es un adolescente tranquilo y muy maduro para su edad. En la residencia han ido al cine durante las vacaciones y pronto se presentará en su colegio para un evento en el que interpretará la canción de la película “Coco”. Es aplomado y obediente.
En el patio de Hatary hay unas máquinas caminadoras y bicicletas estáticas que casi ningún joven utiliza. Le preguntamos a él por qué y responde: “No sé, no estamos motivados. Yo prefiero los guantes de boxeo para ejercitar”. Algo que considera más necesario, como preparándose para la lucha del día a día.
Un pequeño gimnasio destaca en la residencia Hatary, pero pocos le sacan provecho.
“Gracias a Dios ninguno de los que viven aquí va a mi colegio”, señala. La escuela es su espacio propio y exclusivo y allí tiene un amigo que de vez en cuando lo invita a su casa. “Tengo que pedir permiso con anticipación aquí”, advierte.
Francisco espera para el otro día la visita de su hermana que vive en Concón con su padre. “Ella siempre habla conmigo y pronto cumplirá los 18 años”, dice. Quizás con ella ve más cercana la posibilidad de regresar a su hogar.
Se despide tocando con gran maestría el punteado en guitarra de “Blackbird”, de The Beatles, que le han enseñado en EMPO. Ojalá su camino siga por la música, porque no cabe duda de su gran talento.