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Sara Hernández: Tres décadas inolvidables en el Hogar de Cristo

Auxiliar de aseo de la hospedería Betania de Hogar de Cristo en La Serena, lleva 33 años trabajando en la fundación. Ahora que se aproxima el cierre de este lugar, el próximo mes de octubre, ella rememora lo que ha sido este tiempo acompañando, aconsejando y queriendo a los hombres en situación de calle que han pasado por allí.
Por María Teresa Villafrade
Julio 21, 2025

“Entré primero aquí, a este mismo lugar, cuando era un hogar de niñas, tanto para las que eran de este sector como las que venían de zonas rurales y se quedaban solo de lunes a viernes. Después, cambió la metodología y se contrató a matrimonios para cuidar de las niñas en algo similar a una casa familiar”, relata Sara Hernández (61), auxiliar de aseo en la hospedería Betania.

En esa transformación, Sara se fue a trabajar a la hospedería que estaba ubicada en 21 de Mayo. “Hace como dos o tres años nos trasladamos a esta casona donde están las oficinas en un segundo piso, y las habitaciones y espacios comunes para las 30 personas en situación de calle que están actualmente aquí”.

“Ha sido una linda experiencia para mí pasar la mitad de mi vida en el Hogar de Cristo y, por eso, me da tanta pena que se vaya a cerrar la hospedería”.

Siempre dispuesta a ayudar y aconsejar a los “chiquillos”, como les dice cariñosamente a los participantes de la hospedería Betania.

Si compara entre las niñas y las personas en situación de calle, Sara no duda en decir: “Las niñitas eran más rebeldes. No era fácil la convivencia”. Le ha parecido mucho más fácil lidiar diariamente con los hombres que llegan bien maltrechos a tocar la puerta de la hospedería para dormir en una cama limpia.

A QUIEN MADRUGA…

Cada día, a las 6 de la mañana en punto, Sara inicia su jornada laboral, aunque su entrada oficial es a las 8. Ella vive en el sector de Las Compañías y por el alto tráfico optó por llegar más temprano para evitar la congestión.

Tiene toda la rutina de aseo y lavado de ropa bien armada. “Yo les digo a los chiquillos que esta es la casa de ellos y que debe mantenerse siempre impecable. En la mañana dejan sus camas listas y yo me preocupo de que siempre la ropa de cama esté limpia. A veces tengo que estirar las camas  de nuevo. Cuando llegan de vuelta de su trabajo, les digo miren qué lindo es llegar a una casa ordenada”

-¿Por qué te quedaste tantos años aquí?

-Es que me gusta de corazón, aparte que a una le pagan, le tengo mucho amor al Hogar de Cristo, a las personas, a la gente que más necesita. A la mayoría les he escuchado sus dolores del alma y me cuentan sus penas. Yo no solo los escucho, también les aconsejo. Les digo: “Hijo, si usted quiere lo toma o lo deja, pero yo como mamá le doy este consejo: trabaje y junte platita”.

Después vienen y me muestran sus logros. Por eso me gusta tanto mi trabajo.

-¿Cuál es tu evaluación entre los que logran salir adelante y los que no?

-Yo diría que es mitad y mitad. Algunos logran superar sus vicios y dejan la hospedería porque ya no viven más en situación de calle. Otros no. Por el bien de ellos siempre les digo que traten de recuperar a sus familias, que se acerquen a ellas para que vean que están cambiando.

La auxiliar de aseo, Sara Hernández, llega puntualmente todos los días a las 6 de la mañana a trabajar, pese a que a las 8 comienza su jornada.

La mayoría son de la región. Sara recuerda un caso muy especial que la conmovió:

“Es un chico que se llama Jacob y sufrió mucho. Se le murió su mamita, vivió con una tía que lo maltrató y si no llegaba con dinero a la casa, no lo aceptaba. Su papá tiene puestos en la feria y aunque Jacob siempre se intentó a acercar, él nunca lo ayudó. Mi hizo llorar su historia. Lo aconsejé harto y a Dios gracias y a la Virgen que este niño no tiene vicios. Está trabajando en áreas verdes y arrienda un lugar. Siempre me viene a ver, a mí y al equipo. Yo lo estimulo: siga adelante, hijo”.

EL HIJO PRÓDIGO

El caso de Jacob la tocó muy adentro, porque en ese tiempo, su hijo mayor se había ido al norte y durante 8 años no tuvo noticias de él.

“Llamé a todos los Hogares de Cristo del norte, a los hospitales. En ninguna parte sabían de él. Puse hasta denuncia en Carabineros por presunta desgracia. Y resulta que estuvo gozando de su vida, paseando con su polola y yo pensaba que estaba botado en la calle, como mamá, se me vinieron muchas cosas a la cabeza, hasta preso, lo vi!”.

Cuando decidió volver, Sara, enfurecida, lo agarró a golpes. “Qué golpes, a palos. Es que no puede un hijo desaparecer así. Mi marido no se metió pero lo llamó aparte para hablar con él, de hombre a hombre. Le dijo imagínate que hubieras llegado acá y no hubieras encontrado viva a tu madre, esas cosas no se hacen. Y ¿si estuviéramos enfermos o sin algo para comer?”

A esta preocupada madre le tocó volver a Carabineros para informar que su hijo ya había aparecido.

“Se enamoró como quinceañero, se olvidó de su familia. Pero se acabó el amor y ahora está trabajando bien gracias a Dios. Él paga los servicios básicos en la casa y me da siempre para la mercadería”.

MAMÁ MUY JOVEN

Sara vive en casa propia. Casada, además del mayor que tiene ya 46 años, tiene otros tres hijos. “Fui mamá muy joven”. Sus hijos menores son mellizos y tienen 36 años. En total ya tiene 8 nietos, uno de los cuales vive con ella y su marido. “Se llama Ignacio Andrés, tiene 16 años y se ha criado con nosotros. No quiere dejarnos pese a que su mamá le tiene pieza y todo”.

Si bien su horario de trabajo en la hospedería es hasta las 4 de la tarde, de regreso a casa la espera igual el quehacer doméstico. “Mi marido cocina y sagradamente me espera con almuerzo y el mate listo”.

El trabajo de la hospedería no termina cuando Sara vuelve a su casa. Allá la espera el quehacer doméstico.

Con el próximo cierre de la hospedería a partir de octubre de 2025, Sara está pensando en descansar tres meses y sacar el dinero de su jubilación de la AFP.

“Es demasiado doloroso para mí pensar en irme de la hospedería. Con el tiempo Dios dirá y me buscaré otro trabajito”, asegura.

MÁS MUJERES EN CALLE

-En tantas décadas que llevas trabajando en este rubro, ¿cómo ves la realidad actual de las personas en situación de calle?

-Ha aumentado mucho, y se ven más mujeres viviendo en rucos. No hay hospedería para ellas. Aunque sé que en la hospedería de Coquimbo las reciben, hay un dormitorio. Si una va a mirar el borde del río Elqui, en el parque Coll, encuentras los rucos. La falta de trabajo, el quiebre familiar, el alcohol, la droga. Yo he visto chiquillos que vienen de buenas familias, caer a la calle, la depre se los lleva.

De tanto conocer esta realidad, el mayor temor de Sara fue siempre que algún miembro de su familia “perdiera el rumbo”.

Sara Hernández junto al jefe de la hospedería Betania, Héctor Toro. “Me dice que soy la mamá de todos aquí”, señala ella contenta.

“Mi jefe, Héctor Toro, me dice que yo soy la mamá de todos ellos. Porque los reto y no tengo pelos en la lengua”.

DE REPENTE CAE UN ÁNGEL

Para ella, la falta de solidaridad y el aumento en el precio de la vida, hacen cada vez más difícil que estas causas se sostengan.

“Un día vino una pareja joven que quería dejar de ser socia del Hogar de Cristo. Yo les dije con todo respeto que por favor no se retiraran, porque esto vive de sus aportes, hay que dar hasta que duela como dijo el padre Hurtado”. Ellos quedaron de pensarlo.

Lo que sí le da esperanza es contar con personas como una señora a la cual ella llama su “ángel”, porque siempre llega cuando están con casi lo último de víveres.

“Trae 10 kilos de azúcar, una Clorinda y un Poett grandes, 100 bolsitas de té, mermelada hecha por ella porque es de un pueblo llamado Condoriaco, donde producen mucho durazno. También viene el dueño de una panadería a traernos pan cuando le queda. Todo eso se agradece mucho y ellos me dicen que están para ayudar”.

Muy sabia, Sara, porque es cierto que el aporte de los 350 mil socios de Hogar de Cristo es fundamental para la fundación. Pero también se necesitan personas generosas, voluntarios dispuestos a dar de su tiempo.

La hospedería Betania cerrará, pero en su lugar se instaló en la región el programa Vivienda Primero que da una respuesta más integral a las personas en situación de calle.

Nos despedimos de Sara con una gratitud enorme por los 33 años de entrega a la causa solidaria más grande y antigua de Chile: el Hogar de Cristo.

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