En tiempos donde la velocidad y la superficialidad parecen dictar la pauta, llega un libro que nos invita a detenernos, mirar y sentir. “Ojos que ven, corazones que sienten”, de la Editorial Hogar de Cristo y Ximena Torres Cautivo, es mucho más que una antología fotográfica: es un viaje por la memoria visual de Chile. Parte en los años en que el padre Hurtado intuía el poder de la imagen para visibilizar lo que nadie quería ver. Y cierra con las pobrezas nuevas que siguen golpeando nuestra puerta.
Diez fotógrafos —de Antonio Quintana y Marcos Chamudes a Cristóbal Olivares— nos muestran que la pobreza no solo duele: también resiste, se organiza y guarda una dignidad notable. Como dice el prólogo de Sonia Montecino, este libro nos obliga a asumir la responsabilidad de mirar y actuar.

La fotógrafa Ximena Hinzpeter, Patricio de la Paz y Ximena Torres Cautivo, editora y creadora de la antología “Ojos que ven, corazones que sienten”, durante el lanzamiento del libro.
Conversamos con la responsable de la idea y su realización, para saber más de la génesis de esta estupenda obra que estará pronto disponible en Busca Libre para quienes deseen tenerlo en sus manos y aportar al Hogar de Cristo.
-“Ojos que ven” se presenta como una antología que recoge miradas incómodas, necesarias y actualísimas sobre la pobreza en Chile. ¿Qué motivó la creación del libro y qué vacío busca llenar en el debate social?
-Todo comenzó con una sorpresa: mientras investigaba para el libro “1944-2024: 80 avances para reducir la pobreza en Chile”, con ocasión de los 80 años de Hogar de Cristo, me topé con dos nombres que, para mí, eran completos desconocidos: Antonio Quintana y Marcos Chamudes. Fotógrafos que fueron miembros del Partido Comunista, con vidas dignas de novela. Yo conocía a Sergio Larraín —el autor de la icónica serie de fotos de los niños del Mapocho—, pero ignoraba que había otros que, en los años 40 y 50, retrataron la pobreza con una fuerza estética impresionante.
El padre Hurtado fue visionario: entendió que la fotografía podía mostrar lo que nadie veía. Y esas imágenes no solo son bellas, son incómodas, porque nos enfrentan a lo que preferimos ignorar. El libro busca rescatar esas obras olvidadas y, al mismo tiempo, poner sobre la mesa las pobrezas actuales: migración, personas en situación de calle, salud mental. Es un doble gesto: memoria y presente. Porque mirar no basta; hay que conmoverse y actuar.
-¿Cómo fue el proceso de seleccionar las imágenes? Finalmente hubo criterios temáticos, éticos, narrativos. ¿Qué guió la curatoria?
-La curatoría, curiosamente, no fue tan compleja como podría pensarse. Tenía un sentido cronológico muy claro: partir con quienes convivieron con Alberto Hurtado y llegar hasta el presente. Además, había dos condiciones esenciales: que la temática fuera social y que se vinculara con los ejes del trabajo del Hogar de Cristo. Es decir, con la pobreza en todas sus manifestaciones a lo largo de la vida. Por eso están los niños, las nuevas pobrezas como el registro de migrantes que hace Ximena Hinzpeter, y también fotógrafos que han colaborado con nosotros en algún momento. ¿Podríamos hacer una segunda antología de fotografía social? ¡Por supuesto! La riqueza visual y humana que hay en Chile da para mucho.

El libro estará pronto disponible en Busca Libre y en marzo, habrá una exposición de fotografías en el Centro Cultural Providencia.
-¿Dirías que en Chile hay una tendencia a invisibilizar a personas que han hecho cosas importantes, como estos fotógrafos que rescataste del olvido?
-Sí, aunque creo que en el caso de los primeros cuatro fotógrafos hay que entender el contexto: vivieron en una época sin redes sociales, sin esta explosión audiovisual que tenemos hoy, donde todo el mundo es fotógrafo y todo se comparte. Antes, la discusión era si la fotografía era arte o solo registro. Lo más potente de este libro no es tanto el reconocimiento a nombres olvidados, sino el valor de sus imágenes: gracias a ellas podemos ver y comprender la vida y el dolor de quienes padecen pobreza. Me encanta una frase que cita Carola Vargas en el video de presentación: “Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, es porque no estuviste lo suficientemente cerca”, de Robert Capa. Esa cercanía es lo que hace que estas imágenes nos atraviesen. Y ojo, muchos de ellos están en colecciones históricas del país; no están tan perdidos. Lo que pasa es que la gente no sabe lo que duerme en las bibliotecas.
-¿Hubo algún capítulo o historia que te confrontara especialmente mientras trabajabas en el libro?
-¡Varias! Pero la que más me fascinó fue descubrir la vida de Chamudes. Era un hombre adelantado a su tiempo: llegó con el general Patton y su equipo para registrar el fin de la Segunda Guerra Mundial. Fotografió Auschwitz tras la liberación, algo increíble. Y su historia personal también es apasionante: estaba casado con Marta Vergara, una mujer comunista, brillante, que merece un libro propio. Sonia Montecino, quien escribió el prólogo, la conoció viva y me contó detalles que me dejaron con ganas de investigar más.
Otra cosa que me tocó de manera más íntima fue saber lo mal que está de salud Lincoyán Parada, a quien en el libro llamo “roble blanco”, porque eso significa su nombre en mapudungun. Es un fotógrafo que admiro profundamente.
Por suerte, este proyecto sigue vivo: la Fundación Cultural de Providencia nos abrió sus puertas para el lanzamiento y en marzo habrá una exposición con la obra de los diez fotógrafos de la antología. Se llamará, por supuesto, “Ojos que ven, corazones que sienten”. Estoy muy agradecida de quienes han hecho posible que estas imágenes vuelvan a mirar al país.

Pablo Walker, Ximena Torres Cautivo y Patricio de la Paz durante el conversatorio.
-¿Cómo te gustaría que los lectores se relacionaran con el libro? ¿Como una alerta, una invitación a involucrarse, un retrato del país real o algo más?
-Todas las anteriores. Chile está viviendo nuevas formas de exclusión social: envejecimiento, migración, precariedad laboral, consumo problemático. Y hay una mirada que me parece especialmente potente en la antología: la del pueblo mapuche. Lincoyán Parada lo registró durante 16 años, desde la Araucanía hasta Chiloé, y esas cinco fotos que logramos rescatar —porque su archivo completo está en la UDP y aún no se digitaliza— son un resumen brutal y hermoso de ese mundo.
Lincoyán dice que al fotografiar al pueblo mapuche se reconoció a sí mismo, reconoció su origen. Eso me parece conmovedor. Y junto a ese trabajo está el de las mujeres de la Ñocha, artesanas lafkenche de Huentelolén, fotografiadas por Carolina Vargas. Son imágenes que muestran la fuerza de la mujer mapuche. De la mujer chilena pobre: madres solas, jefas de hogar, creadoras en medio de la adversidad.
Este libro es alerta, invitación y retrato. Todo junto.
-Desde tu trayectoria como periodista, ¿qué aporta este libro a tu propia línea de trabajo? ¿Sientes que consolida una mirada o abre una etapa distinta?
-Me reafirma algo que siempre he creído: la dupla entre lo escrito y lo visual es poderosa. Cuando un periodista tiene un buen partner para cubrir un tema, cuando son cuatro ojos y no dos, el resultado es infinitamente más rico. Y si hay complicidad, mejor aún. Este libro confirma que el trabajo en equipo entre quien registra la imagen y quien escribe sigue siendo necesario, aunque esté medio olvidado.

Durante la entrega de los premios Eikon 2025 a Hogar de Cristo por su libro “1944-2024:80 avances para reducir la pobreza”.
-¿Qué esperas que pase con la editorial Hogar de Cristo que ha estado tan productiva y ha sido premiada con el Eikon al libro de los 80 años?
-La editorial nació haciendo, igual que el trabajo social: se hace haciendo. Y como hacemos tanto, los temas son infinitos. Podríamos sacar otra antología mañana mismo, porque quedaron fuera nombres valiosos, tanto históricos como actuales. Y también hay espacio para libros técnicos, como la serie “Del dicho al Derecho”, que busca incidir en políticas públicas. Lo que me entusiasma es que estos libros son un acervo social importante. Y además, gracias a la alianza con Paola Irazábal y su estudio PI, hemos logrado un diseño editorial de primer nivel, premiado y reconocido. Hoy los libros necesitan un correlato en redes sociales, algo que todavía no desarrollamos como deberíamos, porque la gente lee cada vez menos. Por eso apostamos por libros modulares, con imágenes que hablan por sí solas y textos que se pueden leer de manera independiente. La pobreza parece monotemática, pero no lo es: es diversa, compleja, apasionante. Hay mucha vida y mucho tema para seguir creando.
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