17 Julio 2017 a las 14:38
Publicado en Diario Austral de Temuco.
Un joven mapuche que dividía su tiempo entre sus estudios universitarios y la acción solidaria en terreno, se transformó en el único voluntario del Hogar de Cristo que ha muerto en medio del cumplimiento de su compromiso social. A más de 20 años de su trágico asesinato, compañeros de curso comparten recuerdos sobre él y directivos de la institución benéfica exponen las razones que los llevan, ahora, a iniciar gestiones con su familia para homenajearlo.
Era viernes y el cielo estaba despejado, pero hacía frío. Los apuntes de la Dirección Meteorológica de Chile daban cuenta que aquel 21 de febrero de 1997, la temperatura mínima registrada en Temuco era de 3,4 grados Celsius, a las 07.30 de la mañana.
Es más o menos a esa hora cuando un peatón llama a Carabineros avisando que se había encontrado con un cuerpo sin vida en la vía férrea, unos doscientos metros al poniente de la esquina de la avenida Caupolicán con León Gallo.
Las patrullas de Carabineros se trasladan de inmediato hacia el lugar.
Había pasado poco tiempo desde que los vehículos de Carabineros habían cambiado de color. Por eso, en el sitio del suceso, el sol tibio hacía parecer fresca la pintura verde que había sido depositada delicadamente sobre el blanco y negro.
Cuando llega la Policía de Investigaciones, en vehículos que en ese entonces portaban la palabra “Detective” en su capó, las cintas que advertían el procedimiento ya estaban colocadas. Funcionarios de chaquetas verdes y azules se unían para trabajaren un crimen macabro que, apenas revelado, ya estremecía a toda la ciudad: un hombre había aparecido degollado.
A medida que transcurría la mañana, los medios de comunicación locales iban entregando más información. Poco a poco, los reponeros radiales iban revelando detalles escabrosos y luego hablaban de la detención de una persona. Toda la ciudad se preguntaba cuáles eran los motivos y las circunstancias en las que había ocurrido el crimen. Sin embargo, una vez que se hizo pública la identidad quedó al descubierto el dato más estremecedor. La víctima fatal era un joven voluntario del Hogar de Cristo.
A 20 años y cuatro meses del asesinato, el Hogar de Cristo confirma que está iniciando las gestiones para homenajear a Pedro Neculquco Ancamil como mártir, ya que el joven originario de Nueva Imperial ha sido el único voluntario activo en morir en el cumplimiento de ese deber autoimpuesto.
HÉROE ANÓNIMO
En la edición del día anterior al fallecimiento, El Austral informaba que las estadísticas del Servicio Nacional de Menores (Sename) de la época, estimaban que 5 mil 800 estaban sin un hogar estable en toda la Región. De todos los menores que deambulaban por las cal les sin un techo para dormir, se calculaba que un 30% no estudiaba y se apuntaba, además, que la gran mayoría de ellos registraba conductas relativas al consumo de alcohol y drogas, generalmente relacionadas a la comisión de delitos.
Esa era la realidad que Pedro Alfonso Neculquco Ancamil estaba dispuesto a cambiar con su trabajo voluntario. A ello dedicaba gran parte de sus días, sirviendo voluntariamente en agrupaciones que, a través de diferentes acciones, volcaban sus esfuerzos al servicio social, tanto en el radio urbano de Temuco como en comunidades mapuche.
Pedro era originario de Nueva Imperial y vivía en el sector Amanecer. Al momento de su asesinato tenía 34 años era casado, cursaba quinto año de la carrera de periodismo en la extinta Universidad de Temuco y era padre de un pequeño niño. En el registro de la fundación del Hogar de Cristo no existe un documento de su fecha de ingreso, pero sí se tiene registro de que fue presidente del Departamento de Bienestar de la institución que, en ese entonces, tenía su sede central en la calle Claro Solar.
Para dar cumplimiento a la misión de asistir y apoyar a los adultos y jóvenes sin hogar, Pedro Neculqueo participaba constantemente en las “rutas calle” del Hogar de Cristo. Establecidas como procedimiento solidario de la fundación a partir del año 1960 – originalmente recibieron el nombre de “Patrullas de la noche” – las rutas calle de los ’90 no contaban con la logística actual.
“Estamos hablando de una época en la que hablar de pobreza era una situación muy cruda y particular, eran carencias muy palpables”, contextualiza el director ejecutivo del Hogar de Cristo en La Araucanía, Sergio Quezada.
“Atreverse a hacer algo por la pobreza era muy complejo, porque no teníamos los medios que tenemos ahora y, en general, los voluntarios tenían más corazón que herramientas”, agrega.
En aquellas intervenciones nocturnas, los voluntarios como Pedro se distribuían a pie a lo largo de distintos sectores de Temuco hasta encontrar personas en situación de calle, para ofrecerles una ración de comida o pan, junto a un café o leche caliente.
Pero, para Pedro, siempre la idea era ir más allá de entregar una ayuda en alimento. Era ser un oído para un niño sin hogar, un abrazo para un anciano y una voz de compañía para los que llegaban al hogar de acogida.
Uno de sus compañeros de ronda constante, como voluntario del Hogar de Cristo, era un reconocido abogado temuquense que, para este reportaje, prefirió no identificarse. Cuenta que conoció a Pedro cuando se sumó como voluntario de la institución benéfica luego de que un profesor lo invitara, cuando cursaba segundo año de Derecho.
“Primero salimos para Navidad, luego Año Nuevo y después seguimos con las rutas calle. Éramos un grupo bastante heterogéneo. Hombres, mujeres, algunos profesionales y otros estudiantes. Teníamos como punto de inicio la parroquia del Sagrario, al costado de la Catedral. Rezábamos frente al Cristo y luego iniciábamos nuestra ruta calle”, precisa.
“Salíamos los días jueves o viernes, dependiendo de la disponibilidad de cada uno. Nos conseguíamos termos y recuerdo que algunos locales nos regalaban cafés o sandwiches que los echábamos en nuestras mochilas antes de salir. Partíamos atendiendo a las personas que se quedaban en el zócalo del Servicio de Impuestos Internos, por Claro Solar y después bajábamos por Aldunate hacia la línea del tren. Atendíamos a la gente que vivía en los campamentos y seguíamos hasta el sector Estación, luego ingresábamos a la Feria Pinto.
Recorríamos cada bandejón desde Lautaro hasta Patzke. Ahí atendíamos mucha gente”, rememora el profesional.
“Esa noche, que fue de jueves para viernes si mal no recuerdo, Pedro no salió con nosotros. Él fue a ver un grupo de jóvenes que estaban en la antigua línea férrea, como detrás del actual Sodimac. Estaba muy preocupado del consumo problemático de drogas y alcohol que tenía un grupo de jóvenes que se quedaba ahí. Un grupo de hermanos, porque para él eran como hermanos. Fue al día siguiente cuando nos enteramos de la muerte de Pedro”, lamenta.
EL CRIMEN
En la edición de El Austral del 25 de febrero de 1997, se detalla que fue la extinta “Comisión Civil” de Carabineros la que resolvió el caso. A Pedro lo mataron tres jóvenes que estaban consumiendo alcohol en la vía férrea detrás del actual Sodimac. Estaba con ellos porque, en el contexto de su “ruta calle”, los estaba tratando de ayudar.
Los antecedentes policiales del caso consignan que los muchachos se encontraron con Pedro cuando habían ido por la segunda caja de vino a una botillería de avenida Caupolicán. Habían empezado a beber antes de que empezara a anochecer y Pedro los había encontrado poco antes de la medianoche. Decidió acompañarlos pese a que no los conocía porque “ya lo había hecho con otros jóvenes, en el marco de su trabajo como educador de calle del Hogar de Cristo” declaró un oficial de la época.
Cuando la segunda ronda de vino ya se había acabado y que ya no había dinero para más, el grupo decidió quitarle las especies de valor que llevaba. Entre los tres lo redujeron y uno de ellos le propinó la herida letal. Tomaron su personal estéreo, su parka y su reloj y lo dejaron abandonado. Fue solo la luz del sol lo que puso el crimen al descubierto.
La pista clave del caso fue entregada por un llamado telefónico anónimo al 133 en la mañana siguiente al crimen. Ese contacto telefónico entregó datos que no fueron revelados a la prensa, pero derivaron en que los efectivos de aquella antigua dotación de uniformados, dedicados a resolver crímenes -orígenes de la actual sección de investigación OS-9, concretaran la detención de tres hombres: dos menores y un joven de 18 años. El mayor fue detenido en calle Ecuador en Pueblo Nuevo, justo después de haber enterrado el personal estéreo del estudiante de periodismo, quedando en calidad de cómplice. El menor de 16 fue capturado en la misma calidad, en la población Los Trigales, donde había llegado para esconderse. En tanto, el autor material fue detenido en el sector de Pichicautín. Tenía 17 años y, en la vivienda donde estaba al momento de ser detenido, había ocultado la parka y el reloj de Pedro, junto al cuchillo con el que cometió el asesinato.
IMPACTO GENERALIZADO
El suceso causó conmoción en todo Temuco. Uno de sus amigos más cercanos en la universidad era Christian Painenao actual periodista de la Seremi de Obras Públicas de La Araucanía. Recuerda que “era muy común ver que después de la universidad pasara a buscar un termito con leche y una bolsita de pancito para después, en la noche, salir a recorrer las calles, siempre conversando con una sonrisa con los jóvenes que se encontraba”.
“Varias veces lo acompañé en las rondas que hacía en la noche como voluntario del Hogar de Cristo. Recuerdo que se quedaba hasta tarde. Pasaban las once, las doce de la noche y él seguía recorriendo. Era un muy buen amigo, muy solidario y siempre andaba muy preocupado de lo que le pasaba a cada uno de nosotros, sus amigos”, relata.
El actual gobernador de la provincia de Cautín, Ricardo Chancerel, era vicepresidente del Centro de Alumnos de la carrera al momento de la muerte de Pedro. “Ocurrió cuando todavía no entrabamos a clases y lo supimos a través de los medios de comunicación. Por eso fue muy impactante, porque sabíamos que él ya estaba terminando su carrera y que se relacionaba permanentemente con jóvenes que consumían drogas y alcohol con la intención de sacarlos de esa situación. Le robaron cosas muy mínimas. Fue muy lamentable”, comenta el gobernador.
“Como compañeros nos generó una profunda conmoción.
Creo que todos los que estudiamos periodismo en la Universidad de Temuco quedamos marcados con su trágica muerte”, recalca Chancerel.
Al estar en los últimos años de su carrera y a punto de egresar, Pedro estaba rindiendo su última practica profesional en un medio de comunicación mapuche. José Cayupi, actual asesor indígena de la Intendencia, entró a estudiar periodismo junto a Pedro. Lo recuerda como “una persona muy clara en sus ideas, que eran bastante avanzadas para aquellos tiempos, en el sentido social y político”.
“Era muy crítico de la sociedad consumista y neoliberal, tenía una visión muy clara por eso destacaba mucho en clases. Porque siempre ponía el acento en discutir temas que no le parecían, como por ejemplo, en la historia. Quería que la historia fuera contada no sólo desde el punto de vista tradicional. Tenía muy clara su concepción de mundo y vida, su origen y su visión mapuche.
Porque el tema estaba muy presente en él, en su calidad de librepensador, porque era muy independiente en cuanto a sus concepciones políticas, a pesar de la visión crítica que tenía”.
Precisamente, ese sentimiento crítico lo llevó a sumarse como colaborador en el periódico Aukiñ, considerado como un diario que era “la voz del Consejo de Todas las Tierras”.
Aucán Huilcamán, uno de los fundadores de aquella organización mapuche, cuenta que lo conoció y trabajó con él.
“A Pedro o lo conocí a principios de los ’90. Tuvimos mucho vínculo con él ya que integraba un grupo de teatro y conformó equipo para el periódico Aukiñ, que era el órgano difusor del Consejo cuando recién estaba constituyéndose. Este periódico lo lanzamos en octubre del año 1990, y nosotros quisimos hacerlo en Valdivia, donde vino el rey Juan Carlos de Borbón. Para los periodistas internacionales fue hasta casi anecdótico que mapuches hablaran de tratados a solo unas cuadras de donde estaba el rey. En esa acción, Pedro estuvo con nosotros”, confidencia Aucán, actual encargado de Relaciones Internacionales del Consejo de Todas las llenas.
“Él aportaba a través de sus conocimientos como periodista y como promotor de la cultura, a través de un grupo de teatro en el que también incluyó a la organización. Era muy comprometido, tenía un espíritu muy voluntario”, agrega Huilcamán.
LEGADO
En los 72 años de funcionamiento que lleva la fundación Hogar de Cristo, Pedro Neculqueo es el único voluntario que ha muerto en el ejercicio de brindar ayuda a un programa social del organismo, en este caso, una ruta calle junto a un grupo de jóvenes que sufrían problemas de alcoholismo.
Por eso, desde la institución benéfica a nivel local iniciaron gestiones para homenajearlo en calidad de mártir.
“Pedro es una persona que nos inspira mucho. Cada vez que le contamos su historia a un voluntario se percibe un sentimiento de inspiración muy fuerte. Se notaba que él quería sacar a los jóvenes del flagelo, ayudarlos, escucharlos, y por eso lo sentimos como inspiración“, manifiesta Felipe Olivares, voluntario del Hogar de Cristo y presidente del Consejo de la misma institución.
“Cito que es bueno que como fundación hagamos una autocrítica también por no haber generado antes más acciones en su reconocimiento. Hace unos años teníamos una comunidad terapéutica que se llamaba Pedro Neculqueo, que luego se transfoimó en fundación Paréntesis. Allí se trabajaba con jóvenes que tenían problemas con alcohol y drogas, y llevaba su nombre en honor a él. Pero no es suficiente. Por eso creemos que nunca es tarde para darle el reconocimiento que se merece”, opina Sergio Quezada, director ejecutivo regional del Hogar de Cristo.
“Estamos motivados de acércanos a su familia, hacer programas o gestos en su honor y coordinar algún tipo de iniciativa para que su legado se note en la comunidad, en la acción social, para que la gente se entere de su legado. Es momento de relevar la figura de Pedro y que inspire tanto a nuevos voluntarios como a la comunidad en general“, agrega Quezada.
La misa de responso se hizo en la mañana del sábado 22 en la iglesia San Francisco de Temuco. Allí llegaron sus compañeros de la carrera de periodismo, amigos de comunidades mapuches y muchos de los jóvenes a los que atendió en la vía pública. Todos se acercaron a acompañar a su familia y despedirlo, hasta que el cano fúnebre lo trasladó hasta el cementerio de Nueva Imperial, donde será sepultado junto a sus ancestros mapuches.
Pero su “newen” no quedó ahí. Traspasó la tierra. Ahora es el mejor ejemplo para inspirar a los nuevos voluntarios que, cada noche, recorren las diferentes calles de Temuco con un termo en una mano y un pan en la otra, aunque llueva o haga frío, tal como lo hizo Pedro aquella madrugada de hace más de 20 años, en que dio su último suspiro haciendo un gesto de amor por el prójimo.
Fuente: Diario Austral de Temuco.