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El Agente Topo: Risas, lágrimas y confesiones en Hogar de Cristo

La biblioteca de la Casa de Acogida Josse Van der Rest, en Estación Central, se transformó por una tarde en sala de cine sobre el El Agente Topo . Ahí, junto a residentes de la Hospedería de Mujeres de Hogar de Cristo, diez personas mayores de un taller que dejó mucho más que una proyección: un espejo abierto de sus vidas.
Por Matías Concha P.
Septiembre 15, 2025

La película elegida fue El Agente Topo, de Maite Alberdi, que en 2021 llegó a competir en los premios Oscar y que narra la historia de Sergio Chamy, un viudo de 83 años que, tras responder a un curioso aviso en el diario, es reclutado por un detective privado para infiltrarse en un hogar de mayores y vigilar a una de las residentes. Con un pequeño manual de espía, una cámara oculta y más ingenuidad que experiencia, Sergio entra al hogar como “agente topo”.

SOLEDAD Y AMOR

Lo que empieza como una misión detectivesca pronto se transforma en otra cosa: Sergio descubre que su verdadera tarea no es espiar, sino acompañar. La película expone la soledad de quienes esperan visitas que no llegan, la fragilidad de la memoria, el peso de los silencios. Pero también muestra el lado luminoso de la vejez: las conversaciones compartidas, las fiestas improvisadas, las amistades tardías y hasta el amor que florece cuando nadie lo espera.

—A mí me identificó lo del amor, volver a enamorarse. Yo tengo pareja, él tiene 91 años. Salimos a comer, nos reímos. Esa felicidad también se vive—dijo Julia (72), con una sonrisa cómplice que desató risas en toda la sala.

El taller de cine fue guiado por Matías Concha, periodista del equipo de Comunicaciones de Hogar de Cristo. Él mismo explicó que eligió El Agente Topo porque quería que las personas mayores se vieran reflejadas en la pantalla, que se reconocieran en las emociones que atraviesan la película.

—Es una historia que habla de soledad, pero también de ternura, de vínculos que aparecen incluso en la etapa final de la vida. Me parecía importante que ellos sintieran que sus historias también tienen valor, sentido y dignidad.

Fue esa invitación la que abrió paso a la voz de Rosa (84), quien compartió cómo la vida la llevó, casi por azar, al Hogar de Cristo:

—Yo llegué por casualidad. Salí de la casa de mi hija, tomé una micro, me bajé y no supe dónde estaba. Caminé hasta una plaza y ahí le pregunté a una señora dónde podía pasar la noche. Ella me llevó al Hogar de Cristo. Desde entonces estoy aquí. Ya cumplí un año. Mi hija se fue a Australia, otra vive en Ñuñoa y mi hijo trabaja mucho. Pero cuando me visita me dice: “Mi viejita linda, te quiero mucho”. Eso me basta.

TRES VOCES, TRES HISTORIAS

Además de Sergio, protagonista de El Agente Topo, que entra al hogar para investigar presuntos malos trato, la película muestra a residentes como Marta, que sufre de deterioro cognitivo, o Rubeira, que añora ver a sus hijos y nietos.

Marta, por ejemplo, a veces trata de salir del hogar buscando ir a la casa de su madre, un gesto que revela nostalgia, desorientación y ese anhelo de pertenencia que no se cumple. Rubeira mira fotos, recibe imágenes de familiares que quizás no ve muy seguido; esos momentos silenciosos son un recordatorio de que el vínculo familiar no siempre está presente.

Esa misma sensación apareció en la sala de la biblioteca cuando habló Magali (71), con la voz entrecortada.

—Es que no viene nadie a vernos. Esa soledad… yo la estoy viviendo así. Soy hija única, mi familia falleció y no tengo a nadie. Me sentí identificada con la soledad que viven algunas personas de la película.

Entre confesiones íntimas, risas y silencios cargados de emoción, la biblioteca se transformó en un espacio de verdades compartidas. Julia habló del amor que todavía la hace sonreír a los 72 años, Rosa recordó cómo encontró un hogar en medio de la incertidumbre y Magali puso en palabras la soledad que la atraviesa cada día.

Las tres voces, distintas pero complementarias, reflejaron lo que El Agente Topo quiso mostrarle al mundo: que la vejez no es solo espera ni pérdida, sino también encuentros, memoria, dignidad y cariño.