menores de 20 años enfrentando problemas de consumo, muchos de ellos en situación de calle. El Hogar de Cristo recogió el guante y, desde entonces, el equipo fue afinando un modelo de trabajo que hoy es referente en la región.
La clave ha sido el enfoque integral: atención individual, grupal, familiar y comunitaria, siempre con una mirada empática y sin prejuicios.
“El impacto de este trabajo se evidencia en la mejoría de la calidad de vida de las personas y sus familias, en la disminución de la estigmatización asociada a diagnósticos y en la construcción de un enfoque más empático e inclusivo”, afirma Marcela Aliste (50), trabajadora social y jefa del programa desde sus inicios. Marcela ha sido testigo de la fuerza con que niños y jóvenes deciden enfrentar este desafío: “Cada logro alcanzado, cada obstáculo superado, habla del valor de este trabajo profundamente significativo”.
Con el paso del tiempo, la demanda creció y La Escalera logró el respaldo del Servicio de Salud del Maule y de SENDA, ampliando su cobertura y capacidad de atención. En la actualidad, el programa puede recibir a 36 usuarios, brindando acompañamiento y tratamiento gratuito, que incluye desde apoyo terapéutico hasta trabajo con las familias.
Pero más allá de los números, lo que se celebra son las historias de vida.
Yazmín, quien egresó en 2021, es ejemplo de ello. A los 19 años, su vida era un torbellino de violencia y consumo problemático. El acompañamiento del programa fue clave. “Ahora mi mayor foco soy yo misma. Mi salud y bienestar”, contó Yazmín en una entrevista con Hogar de Cristo ese año. “La gente que trabaja en La Escalera es demasiado preocupada. Lograron sacar cosas que yo tenía en lo más hondo. Me recordaron lo que valgo”.
Historias como la de Yazmín son solo una muestra de lo que ocurre día a día en La Escalera. A lo largo de estos 20 años, cientos de jóvenes han encontrado aquí la oportunidad de dejar atrás el estigma, de mirarse con nuevos ojos y volver a confiar en sí mismos. Porque veinte años después, el valor de este trabajo se mide en segundas oportunidades, en dignidad recuperada y en la certeza de que siempre hay una escalera para volver a empezar.
Como dice Marcela Aliste, quien ha estado desde el primer día en La Escalera:
“Celebramos con orgullo y profunda admiración los 20 años de este equipo terapéutico que ha hecho posible este recorrido, lo que ha marcado una huella imborrable en la vida de tantos usuarios, familias y comunidad”.