Celebrar la Navidad en la plaza es una iniciativa que nació hace 15 años del impulso generoso y persistente de Claudio Muñoz, voluntario emblemático, de esos que no buscan protagonismo, pero que dejan huella. Año tras año, esta celebración ha crecido como crecen las cosas verdaderas. No es un gran evento, es algo más grande aún: un encuentro.

Una placa conmemorativa de estos 15 años tiene en sus manos Claudio Muñoz, voluntario que inició esta actividad.
“Estos 15 años no solo me llenan de orgullo, también me llenan el corazón”, dice este voluntario de 60 años de edad y 37 como voluntario del Hogar de Cristo. “Los aplausos no son para mí sino para todos los involucrados, incluidos trabajadores de la fundación que me han acompañado desde el primer día, como Carmen Gloria Nievas, Claudia Gómez y tantos otros”, agrega.
Este 27 de diciembre, a las 5 de la tarde, la celebración comenzó con una misa en la Plaza Alberto Hurtado, un lugar cargado de memoria y sentido. Allí se celebró el nacimiento de Jesús, los 15 años de esta fiesta y se dio inicio simbólico al Año Internacional del Voluntariado 2026, reconociendo a quienes, con gestos cotidianos, sostienen la dignidad y la esperanza de tantos.
Después, como corresponde a toda fiesta que se vive de verdad, se compartió una once sencilla y abundante, con sanguches, helado, torta y pan de pascua. Más que comida, es mesa compartida, conversación, risas. Es el permiso de descansar un rato de las urgencias de la vida. Una excusa -bendita excusa- para encontrarse.
Más de 30 voluntarios y voluntarias sirvieron ese día, junto a trabajadoras y trabajadores del Hogar de Cristo, quienes, fuera de sus turnos habituales, eligen estar ahí por puro compromiso y convicción. Porque en esta Navidad nadie “atiende” a otros. Todos y todas celebran juntos.

Francisca López, encargada del equipo de Espiritualidad de Hogar de Cristo.
“En tiempos donde la Navidad suele reducirse al consumo o a una nostalgia que duele, esta experiencia recuerda algo esencial: que la alegría no se compra, se construye. Que la esperanza no es ingenua, es comunitaria. Y que la vida, incluso con sus fragilidades, merece ser celebrada”, dice Francisca López, encargada del equipo de espiritualidad de Hogar de Cristo.
Quince años después, esta Navidad con sentido sigue diciendo lo mismo, sin discursos grandilocuentes: que nadie sobra, que el encuentro es posible y que, cuando se comparte el pan y la vida, algo del Reino se hace presente aquí y ahora.