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Luz Vidal, subsecretaria de la Mujer:

“Representar a todas y no dar ni un paso atrás en derechos”

Así resume lo que espera lograr en la Subsecretaría de la Mujer y Equidad de Género. Afirma que en todos los años de democracia, no ha habido una verdadera representatividad de la enorme diversidad de las mujeres. Que las visibles siempre han sido privilegiadas y que incluso ella, que era trabajadora de casa particular hasta hace un año, lo es. ¿Su sueño? Que todas avancen y que el empleo femenino se recupere y crezca.

Por Ximena Torres Cautivo/ Publicado por El Dínamo

24 Marzo 2022 a las 16:50

Luz Pascuala Vidal Huiriqueo (48) es en sí misma un símbolo.

Nombrada a la cabeza de la Subsecretaría de la Mujer y Equidad de Género por el flamante presidente de la República Gabriel Boric –un hombre devoto de los simbolismos–, a la cabeza de un gobierno que se declara feminista y pro mujer, ella reúne en su historia toda la simbología posible asociada a la desigualdad.

Veamos: es una de los diez hijos de los Vidal Huiriqueo, familia campesina de la región de La Araucanía; nació en una comunidad mapuche, Curruhuinca, de la comuna Padre Las Casas en Temuco; llegó al mundo, un 24 de diciembre, como Jesús, en un hogar modesto, el año 1973, el del Golpe; es de la generación que no aprendió el mapudungun y se trenzó a combos cuando se hartó del bullying que le hacían a una compañera de curso menos aguerrida que ella por ser mapuche; siempre fue “rebelde” y se resistió a que sus hermanos varones descansaran en ella en las tareas domésticas; entró a la Universidad de la Frontera a estudiar Pedagogía en Historia, donde cursó tres años pero debió abandonar la carrera por problemas económicos; viajó a Santiago en busca de mejores oportunidades y terminó trabajando en casas particulares, lo que a causa de un abuso flagrante de sus empleadores la llevó primero a descubrir la organización del gremio y más tarde y azarosamente a convertirse en 2020 en presidente de uno de los sindicatos que las agrupan, Sintracap. Ella fue impelida por sus amigas a postularse cuando la histórica dirigente Ruth Oñate debió dejar la presidencia a causa del cáncer.

Hasta hace unos meses, era “nana”, como se dice informalmente, y luchaba por sus derechos y los de las trabajadoras como ella. “Siempre fui rebelde, desde niña. Las mujeres de las comunidades de base nos hablamos de feminismo, hablamos de rebeldía frente a las injusticias y a la desigualdad institucionalizada”, nos dice en la primera entrevista que da en el contexto de una conversación vía streaming con el Hogar de Cristo sobre Mujer, Pobreza y Feminismo. Hoy, que está investida de un cargo de poder, instalada en el gobierno, reflexiona:

-Lo nuestro no es teoría, son vivencias, son realidades que hoy el gobierno está intentando que vayan cambiando para que las inequidades no se sigan perpetuando. Hemos aprendido muchísimo de las valientes mujeres feministas. Esperamos aportar la mirada de las excluidas en la toma de decisiones. Desde lo institucional, podemos empujar para que las distintas formas de implementación de políticas públicas que se vayan a dando, tengan perspectiva de género, eso es fundamental. Y que haya conexión entre lo político y lo social, porque cuando ambas cosas están desconectadas se generan situaciones complicadas. La ciudadanía se ha manifestado fuertemente a causa de esa desconexión. Bajar las políticas públicas a la gente muchas veces no resulta, porque les falta esa conexión con la realidad. Cómo se implementan las medidas es clave para que los cambios puedan ser reales.

-¿Podrías dar un ejemplo de una buena idea que puede fallar en su implementación por desconocimiento de la realidad?

-Por ejemplo, el sistema nacional de cuidados. Puede resultar una norma muy bien escrita, dentro de un marco regulatorio muy grande y muy bonito, pero hay que coordinar a los distintos ministerios para la norma sea bien implementada. Son muchos los factores en juego: hablamos de mujeres sin independencia económica, que muchas veces viven violencia y se someten para sustentar a sus hijos y evitar que queden precarizados. Cuando algo así se implemente deben estar muy activas las escuchas desde las organizaciones para ver cómo resulta la implementación y los ajustes que hay que hacer.

Luz tiende a hablar de sí misma en tercera persona plural. Por humildad o por haber sido voz de otras, quién sabe, pero le cuesta responder desde el yo. Por eso, cuando la socióloga feminista Teresa Valdés, a quien conoce desde hace tiempo, le pregunta cómo se siente en el cargo y si cree que puede ser un aporte a las mujeres populares desde la Subsecretaría, sí usa el yo en su respuesta. Dice:

-Desde el día uno he sentido muchas emociones, han sido muchas las sensaciones. Se mezclan la responsabilidad y el temor por lo que viene en cuanto a mi rol dentro de un ministerio y una institucionalidad que fue creada para impedir que haya mujeres que se vayan quedando atrás. Siento que en todos estos años ha habido poca representatividad de la enorme diversidad de las mujeres. En general, han estado las privilegiadas. Yo incluso me siento una privilegiada, porque tuve factores que me favorecieron, no al nivel de una académica o de una profesional, pero sí entre mis pares, por eso tenemos que ser conscientes de esas diferencias y trabajar para que todas las mujeres puedan participar, que ninguna se quede atrás. Desde la historia de cada una, hay que tener esa conciencia de los privilegios y luchar para que en el futuro no haya esas diferencias. Hay que abrir y mantener abierta la puerta a todas: a la suplementera, a la recolectora de orilla, a la campesina que levanta una Pyme. Ese es el desafío.

EMPLEADORA Y TRABAJADORA

Luz está clara.

Dice que la tarea fundamental es que la mujer no retroceda en lo que ha avanzado. Y ahí la recuperación de los empleos y de la participación laboral femenina a causa de la pandemia, es clave. “Este retroceso en el número de puestos laborales, que se estima en unos diez años a nivel latinoamericano, no es sólo económico; significa además pérdida de libertad y autonomía. Son muchas las mujeres que han debido volver a sus casas paternas o con una pareja violenta al quedarse sin posibilidades de generar ingresos”.

-Las mujeres pobres y vulnerables –las que viven en calle, las con discapacidad mental, las con problemas de consumo, las excluidas del sistemas escolar, las adultas mayores en abandono– no salen a marchar. ¿Cómo estarán ellas consideradas dentro de este gobierno ideológicamente feminista? 

-Es difícil llegar a la representación de toda la diversidad de la sociedad, principalmente en el caso de las mujeres. Somos muy distintas, muy diversas, con representatividades a veces contrapuestas, pero lo que no debemos perder de vista nunca es que la mujer no puede retroceder ni un paso. A las mujeres nos ha costado mucho ir avanzando, lo hacemos cada día, paso a paso. Hay mujeres profesionales que aún hoy deben tratar de salir adelante cada día, haciéndose oír para ser consideradas y respetadas. Imaginen cómo es de difícil ese mismo afán para mujeres que no tienen preparación académica para competir. Es muy difícil que una persona o un ministerio vaya a poder representar a toda esa diversidad, pero lo que sí debemos hacer y cuidar es que ninguna, ya sea pobladora, doctora, campesina, indígena, retroceda. La tasa de empleabilidad de antes de la pandemia implica que entonces la mujer tenía más autonomía, independencia, seguridad. Tenemos que partir por recuperar ese nivel y seguir avanzando en eso y en otros procesos que Chile necesita. No le vamos a poner un énfasis filosófico o ideológico al trabajo que vamos a desarrollar. Y, aunque falta muchísimo por lograr, nuestro punto de partida es ni un paso atrás.

-¿Es importante o sólo es simbólico que una autoridad tenga calle y más aún conozca como tú la realidad de la pobreza?

Luz emite un largo suspiro y luego responde. Lo hace así:

-Mi conexión con la pobreza ha sido clara. No poder seguir estudiando cuando tienes sueños y proyecciones, fue un golpe fuerte, pero es un golpe que supe encauzar, además siempre he dicho que la educación se logra por distintos caminos. Una aprende con el vivir, transformando realidades, con las metas que se va planteando. La pobreza a mí me ha tocado, pero he sabido superarla. Yo pude quedarme sentada lamentándome, pero siempre hay que levantarse. Las mujeres que están más precarizadas, las que están solas con sus hijos, lo hacen a diario. Yo, como autoridad y desde la experiencia, representaré eso para avanzar en las metas claras que tenemos.

Luz hoy tiene una jefa aguerrida. Polémica. “Cósmica”, como es el segundo nombre de Antonia Cósmica Orellana Guarello, la joven ministra de la Mujer y de la Equidad de Género, que ha estado en la noticia señalada como la autoridad que habría vetado la participación del jesuita Felipe Berríos como asesor en materia de campamentos. “La Toti”, como la llaman, es 16 años menor que su subsecretaria y ciertamente muy distinta. Cuando se conoció el nombramiento de Luz Vidal, ella escribió en su cuenta de Twitter: “Conocí a @luzvidalh a inicios de 2020. Antes que cualquier expert@ alertó sobre las graves consecuencias del #Covid19 sobre las mujeres trabajadoras. La alegría es tanta al saber que vamos a enfrentar este desafío juntas!”.

Tiene razón la ministra y es, sin duda, en el ámbito sindical, específicamente en el de las trabajadoras de casa particular, y más aún en el contexto de lo vivido por estas mujeres durante la pandemia, donde Luz se enciende y más brilla. Es un tema que maneja al dedillo y conoce directamente.

-Nosotras discutimos si éramos empleadas, trabajadoras o nanas. Nos definimos como trabajadoras de casa particular, porque sentimos que ese nombre nos otorga derechos y dignidad. Hemos avanzado, sin duda. Hoy somos alrededor de 360 mil mujeres a nivel país, lo que representa un 7 por ciento de la fuerza laboral femenina, y está el impulso del Convenio 189, que un marco institucional internacional, que va a dar las directrices de cómo se otorgan derechos a estas trabajadoras. Eso nosotros lo vamos a fortalecer desde acá. Y una pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre el trabajo de una trabajadora de casa particular y una dueña de casa? Se los digo yo: la remuneración. Nosotras hemos logrado que el trabajo de cuidado tenga una remuneración que si bien es precaria respecto de los demás trabajos, existe, y eso dentro de un marco regulatorio formal. Ahora toca avanzar para que todas las mujeres que en Chile realizan las mismas tareas de cuidado y domésticas que yo realizaba como trabajadora de casa particular y no reciben ni un pago ni un reconocimiento, lo tengan, porque si se le diera valor a la tarea de cuidado esa actividad aporta más al PIB del país que la que hoy más aporta, que es la minería.

SOBRE EL ABORTO, ¿QUÉ?

La subsecretaria es bajita, morena, dueña de una larga y negra cabellera crespa. También es sensible. Cuando le mostramos el video con el testimonio de la costurera Gretel Neira, dirigenta de un campamento en Alto Hospicio, que tiene a su cargo a tres nietos pequeños por los graves problemas de consumo de su hija, se emociona.

“Admiro esa fuerza, esa lucha cotidiana, ese no detenerse, el no parar de las mujeres, pese a tantas adversidades. Esa fuerza que tienen, cuando hay otros que con tan poco se deprimen. Gretel es un ejemplo de esfuerzo, porque pese a su precariedad, transmite esperanza y eso es lo que uno como dirigente o simplemente como jefa de hogar debe hacer. Ella es un ejemplo de esas dirigentes que se entregan por los demás, sacrificando incluso posibilidades de ingreso, para conseguir mejoras para todas y todos, de gente a la que a veces ni siquiera conoces. Durante el proceso de campaña, lo más fuerte que me tocó conocer fue la realidad de los campamentos, lo que viven en ellos esas jefas de hogar”.

Luz asiente cuando Teresa Valdés destaca el rol de las mujeres en las primeras tomas de terreno que están en el origen de muchas poblaciones hoy emblemáticas. La socióloga afirma: “Las mujeres no salimos solas adelante, salimos en colectivo. Y ese es el aporte que hacemos al país, a la comunidad”. En el fondo, habla de “sororidad”, esa palabra nueva, que está en boca de todas las feministas y teóricas del feminismo. Así es que la pregunta cae de cajón:

-Tú trabajaste en casa particular y por lo tanto tuviste una empleadora, una jefa mujer, como la mayoría de las trabajadoras que lideraste en Sintracap. ¿Existe sororidad, esa solidaridad de género a la que refiere este concepto, entre esas trabajadoras y sus empleadoras?

De nuevo, Luz suspira largamente antes de responder.

-Ay, no sé qué decirte. Mira, ahí no hay sororidad, hay un problema de diferencia de clases. No debería ser, pero esa es la realidad. Las trabajadoras de casa particular asumen funciones y roles tradicionalmente asignados a las mujeres: cuidado, trabajo doméstico y a eso suman una tremenda entrega y generosidad al hacerse cargo de lo más querido para una persona, su familia, sus hijos, pero esa tremenda responsabilidad no se valora. Ni siquiera se ve. Debería haber especial respeto y solidaridad en esa relación laboral, pero no es así, tal como desgraciadamente pudimos comprobarlo durante la pandemia.

-¿Qué pasó o qué se agravó con la pandemia?

-Tuvimos que visibilizarnos más que nunca frente a los abusos que se cometieron, principalmente de mujeres, que son las empleadoras y quienes tienen la supervisión de las trabajadoras de casa particular. Fue impresionante descubrir la falta de compromiso de esas mujeres hacia otras mujeres. Muchas trabajadoras quedaron encerradas en sus trabajos. Yo misma tuve que decidir si optaba por mantener mi trabajo sometiéndome a una empleadora que cuestionaba el hasta a qué dedicaba yo mi tiempo libre. Cuando un trabajador ya no tiene derecho a su tiempo libre eso no se llama trabajo, eso tiene otro nombre.

-Concretamente, ¿qué te pasó?

-Me dijeron que no podía seguir siendo dirigente sindical, luego de haber sido detenida por protestar contra los empleadores que dejaban a sus trabajadoras sin salida, a causa del contagio, pero sin remunerar esos tiempos de que estaban disponiendo. Tuvimos que salir a la calle a denunciarlos. Eso me significó perder mi puesto de trabajo. Mi empleadora era entonces una mujer, abogada, pero el respeto a los derechos de los trabajadores no era lo suyo. Ahí los dirigentes nos tenemos que jugar y yo perdí mi trabajo. Por suerte, yo no tengo sobre mis hombros la responsabilidad del cuidado directo de hijos o nietos pequeños, como Gretel, o de estar pagando una casa, por eso pude renunciar y dedicarme a trabajar por el sindicato.

La subsecretaría se acercó a Sintracap cuando, muchos años atrás, trabajando en casa de un matrimonio de médicos se cayó de una escalera y se fracturó un hombro. Estuvo varios días con dolor porque no le dieron permiso para ir al hospital y tuvo que esperar su día libre para hacerlo. Así partió su andadura sindical que ahora la lleva a una importante responsabilidad en el gobierno.

Antes de terminar, le preguntamos su opinión sobre el aborto y, cautelosa, habla de que entre los avances que se requieren está “una política sexual amplia, donde la educación temprana no sexista, con entrega de conocimiento de los métodos anticonceptivos, es clave. Y donde el tema del aborto es una suerte de última opción que debe estar centrada en que la mujer pueda decidir ser o no ser madre”.

 

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