“Hay personas mayores que lo primero que leen en el diario es el obituario”, dice la trabajadora social y gerontóloga Paula Forttes (57), para ejemplificar lo que va pasando cuando se está sobre los 80. Paula fue directora de Senama en el segundo gobierno de Michelle Bachelet. Y muchos la consideran la inspiradora del tan mencionado Sistema Nacional de Cuidados. Hoy, además de ser asesora de diversas empresas y países, es la directora del Área de Envejecimiento y Cuidados de la FLACSO en Chile.
-Revisar el obituario es señal de soledad y de edad, Aunque creo que estamos viviendo escenarios de soledad en la juventud, en la adultez y en la adultez mayor. Hoy la soledad es un problema que toca a la humanidad toda. Además, vivimos en una cultura donde ser feliz y exitoso es como lo normal… ¡Y eso no es lo normal! Todo el mundo sube sus fotos a las redes, mostrando lo bien que lo pasa, lo entretenida que es su vida, lo que no es así. Lloramos, nos enojamos, nos frustramos, pero lo ocultamos porque actualmente es mal visto el sufrimiento.
Paula Forttes es la inspiradora del sistema nacional de cuidados, tal como quedó claro en el reciente seminario “Más años, más vida”, organizado por SER Business School de la Universidad de Los Andes y Hogar de Cristo. AGENCIA BLACKOUT
Eso, afirma la gerontóloga, hace aún más dolorosa la soledad, sobre todo la de las personas mayores. “Es un sentimiento que provoca incluso vergüenza. Algo que es mejor ocultar”. Dejar de trabajar (“Jubilar sin júbilo”); perder amigos, hermanos, seres queridos, y también funcionalidad por problemas físicos objetivos -sordera, artritis-; sentir que ya no es posible vivir en un cuarto piso sin ascensor y optar por aislarse y no salir, son situaciones cotidianas que van minando el ánimo. Y que marginan. Que provocan soledad.
-La principal causa de soledad emocional es la sensación de que en esta etapa falta un propósito. Insisto: la soledad es transversal a la vida, pero adquiere un perfil diferente en la adultez mayor, dadas las características propias de esta etapa.
Japón, que es ejemplo de país desarrollado donde la vejez se respeta, está a punto de llegar a los 100 mil habitantes con cien años o más de vida. “Sí. Y logran llegar bien a la centuria porque tienen ese concepto fantástico que es el ikigai. El ikigai consiste en vivir la vida con propósito”, explica Paula Forttes.
Mantenerse activo es la clave, sentirse vigente y útil. Levantarse y tener algo gratificante que hacer. Encontrar que estás en tu mejor momento, incluso teniendo canas y arrugas.
Aunque Japón suene lejano para nosotros, la gerontóloga lo considera un muy buen ejemplo para Chile.
-Japón envejeció también a una velocidad muy rápida. En 29 años, pasó de un 7 a un 14 por ciento de población mayor. Francia tardó 130 años en hacerlo. En Chile, lo hicimos en 21 años. O sea, una de las características del envejecimiento chileno y latinoamericano: lo muy acelerado que es. Chile en esto va punteando en la región y en ese proceso, obviamente, a las estructuras les cuesta adaptarse.
Japón es reconocido como uno de los países más envejecidos del mundo. Pero se estima que en 2050 será superado por China, en términos proporcionales. “En China, están trabajando por seguir alargando la vida”, señala Paula Forttes.
Cuando Paula partió en temas de gerontología, recuerda que cumplir cien años era algo extraordinario y a quienes llegaban a ese edad se les regalaba un reloj con toda una gran ceremonia. Hoy llegar a la centuria es mucho más frecuente. Según el Censo 2024, hay unos 16 mil chilenos que han cumplido un siglo de vida y más.
“Los japoneses tienen una mayor esperanza de vida, entre otras cosas, porque son bien sanos y se auto cuidan bastante más que otros pueblos. Han tenido además tiempo para ir adaptándose al envejecimiento de su población y ese creo es el gran desafío de la sociedad chilena. Enfrentar lo que viene no como un problema, sino como una oportunidad. Envejecer o morirse, esa es la disyuntiva. ¿Me gustaría llegar a vivir cien años? No sé, pero la otra alternativa es morirse. Y nadie quiere morirse”.
Nadie quiere morirse. Sobre todo los que más dinero tienen, hace notar Paula Forttes.
-El tema de “la vida eterna” es una cuestión muy actual. Las grandes fortunas de China están invirtiendo mucho en productos y tecnologías para alargar la vida lo más que se pueda. Microsoft, por su lado, tiene un centro dedicado a cómo parar el envejecimiento. Tanto es así que la OPS (Organización Panamericana de la Salud) hace un par de años empezó a hablar de la enfermedad de la vejez como algo que había que tratar. Fue muy controversial. Muy loco, cuando nosotros venimos diciendo permanentemente que es parte de un proceso.
-¿Cómo habría que mirar el envejecimiento?
-Hoy día lo que se estima es que es un proceso, el final de la existencia. En eso estamos. Así es que no será raro que esta situación que hoy día nos asombra de vivir cien años en un tiempo no tan lejano sea muy usual y vivamos todavía más años.
-¿Existe toda una investigación sobre las “zonas azules”, que son ciertos lugares del mundo donde la gente es longeva y sana?
-Sí, lugares donde la vejez es larga, buena y creativa. Es la respuesta a una pregunta que se hizo un investigador francés. Así descubrió que Okinawa, Cerdeña, Costa Rica y otros lugares más concentran a personas longevas en muy buenas condiciones. ¿Qué tienen en común esas poblaciones? Puras cuestiones de sentido común.
Esto es: alimentación sana. Actividad física incorporada a la vida diaria. No se trata de ir al gimnasio, sino de caminar, subir y bajar cerros, como en Valparaíso. De trabajar la tierra. Las zonas azules son todas comunidades rurales, donde la gente come lo que produce… Pero lo más importante es que “viven en comunidad. Están totalmente incorporados a la vida del pueblo, son oídos, incluidos, considerados”, resume la especialista.
LO ACTUAL: DES-INSTITUCIONALIZAR
Este paradigma hace más potente el que hoy los antiguos “asilos de ancianos” suenen a una solución antediluviana. A un último recurso que se reserva para lo que no pueden valerse por sí mismos, están postrados o tienen graves daños cognitivos. “Y ese grupo es el menor. El 80 por ciento de las personas mayores está capacitado para vivir de manera autónoma y completamente integrada a la sociedad. En Europa, hoy la política es la desinstitucionalización. Se trata de des-institucionalizar a las personas mayores”.
-¿Por qué si antes eran buenas, hoy las residencias para adultos mayores son malas?
-Porque antes vivíamos menos y el tiempo en escenario de dependencia era menor. Las familias podían hacerse cargo, las mujeres no estaban integradas al mundo del trabajo. Ese escenario cambió. Hoy se empieza a visualizar el problema de la dependencia y las familias no saben qué hacer. Creen que es posible poner “el problema” donde no moleste. Pero resulta que no se puede estacionar un proyecto de vida. Congelar a una persona. Querer que no piense ni sienta ni decida por sí misma.
Paula Forttes recalca que hoy debemos comprender a cabalidad qué significa el cuidado de una persona mayor. “No es cuidar para que alguien no se muera, sino cuidar para que alguien quiera vivir. Y eso implica un cuidado con dignidad y afecto. Actualmente hay mucha pobreza en el cuidado y no hablo de algo económico ni es financiero, sino de indignidad y de mal trato”.
-El Hogar de Cristo está cerrando residencias y fortaleciendo la asistencia domiciliaria de las personas mayores. ¿Es lo que corresponde?
-El Hogar de Cristo es quizás la institución más antigua en materia de intervención en protección social y de derechos. Si bien partió hace 81 años desde una línea más asistencial, ha tenido un desarrollo acorde con los cambios en sus líneas de investigación, en la formación de sus profesionales y técnicos, en todo su trabajo cotidiano. Hoy el cuidado consiste en que alguien me respete, me valore, me trate con dignidad. Alguien, sea o no familiar, que respete mi opinión, mi identidad.
Paula Forttes reconoce cómo el Hogar de Cristo incide de manera muy rica en las políticas públicas del país. “Lo hace desde la praxis. Con su experiencia y sus reflexiones a partir de su quehacer cotidiano. Yo creo que hoy falta una reflexión profunda de cómo el Estado se pone a trabajar más colaborativamente a través de transferencias más sustantivas con instituciones de este tipo. No veo otra manera de hacerlo. No es posible abordar la dependencia, la vulnerabilidad, sin una muy buena articulación pública con la sociedad civil e incluso con la empresa privada.
-¿Crees que esas nociones las tienen internalizadas los candidatos en carrera a la presidencia?
-En el primer debate con todos estos temas no aparecieron. Creo que por ahí hubo una alusión a las pensiones básicas. A la PGU, esa que un candidato planteaba eliminar. Yo no sé cómo este país no salió a la calle frente a esa barbaridad. Siento que desgraciadamente este tema del envejecimiento está como secuestrado en el debate público. Una lástima, porque es una de las tres grandes transformaciones del mundo actual: la medioambiental, la tecnológica y el envejecimiento. Por eso es insólito que no estemos pensando sobre esto. Y cuando combinamos envejecimiento y tecnología, surge una cuestión re potente que profundiza la soledad: la brecha digital.
Un político octogenario habla de “nuestros adultos mayores”, “nuestros abuelitos” como si alguien se los hubiera regalado o el no fuera parte del mismo lote. Una joven treintañera se encuentra digna de “bótox” urgente y afirma estar llena de arrugas. Una cincuentona espléndida duda si ponerse mini.
Todas estas conductas son manifestaciones de edadismo, palabra rara que da cuenta de la discriminación por razones de edad. Dice Paula: “A diferencia de otras discriminaciones, el edadismo ocurre sobre nosotros mismos. La homofobia, el racismo, el clasismo, que son muy negativas, aplican respecto de otros. Acá es uno mismo el que va estableciendo restricciones y límites, con prejuicios y caricaturas sin sentido. Yo, que trabajo tantos años con personas mayores, veo cómo esa especie de negación del envejecimiento va cerrando los espacios de participación”.
Va cortando alas. Y limitando el mundo. “Eso las mujeres lo vivimos de una manera terrible, porque hay una industria que nos ha convencido de que las arrugas son feas. Si yo te pregunto a ti si te sientes menos atractiva que cuando tenías 25 años, te aseguro que me dirás que no. Simplemente has cambiado y puede que tu atractivo sea mucho más potente ahora que antes. Pero vivimos en una mentira que va instalando imágenes erradas de las personas mayores, siempre mostradas en situación de vulnerabilidad”.
¿Estamos listos para un Chile que envejece rápido? El seminario “Más años, más vida: desafíos y oportunidades para Chile”, reforzó la idea de que cuidar no es encerrar, aislar e institucionalizar a las personas mayores, En ello coincidieron las dos expositoras: Liliana Cortés, directora social nacional del Hogar de Cristo, y Paula Forttes. AGENCIA BLACKOUT
Por eso, todos terminamos renegando de una etapa existencial que es hoy la más larga de la vida. “El problema es que la política pública hace lo mismo que las personas, niega la vejez. No quiere verla. Le teme”, sostiene la gerontóloga.
-Si en 2050 un tercio de los chilenos seremos personas mayores, no habrá cómo negarlo
-Claro. Yo creo que esto está empezando a cambiar. Fíjate que las estructuras del Estado siempre han sido más lentas que los problemas sociales, a diferencia del mercado, que es mucho más rápido. Es cosa de ver cómo se instala el tema de la llamada “economía plateada”. El lado triste de eso es que nos ven primero como consumidores que como ciudadanos.
-El otro gran tema es el jubilar, el irse para la casa. ¿Cuán importante es el trabajo en esta etapa de la vida?
-A los 60, si eres mujer, y a los 65, en el caso de los hombres, en Chile, se considera que debes jubilar. Pero muchas veces pasa que pierdes el empleo a los 50 años y no vuelves a ser contratado nunca más. Eso pasa y para mí es la consolidación de la inequidad social. Este tema del trabajo requiere de un análisis longitudinal. Tal como estamos envejeciendo, es un hecho que viviremos 100 años. Frente a esa realidad, tendremos que formarnos continuamente para poder irnos adaptando al cambio tecnológico cada vez más acelerado que estamos viviendo.
Paula hace notar que el 30 por ciento del emprendimiento está liderado por personas mayores. “Hay que poner apoyo e impulso ahí, porque la vejez será la etapa más larga del ciclo vital. Ya lo es. Y debe ser productiva. Además, tenemos el gran desafío de segmentarla. Ese es un gran desafío.
-¿Cómo y por qué?
-Porque tal como a nadie se le ocurriría mandar al jardín infantil a un joven de 18 años, es absurdo que hoy tengamos la misma oferta y metidas en el mismo saco a las personas mayores de 60, a las de 70, a las de 80 y así hasta los 100 y más.