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María Montessori y Alberto Hurtado

Por Claudia Fasani, directora técnica nacional educación inicial

11 Noviembre 2022 a las 13:02

El cerebro se “amuebla” para la vida en la infancia temprana.

El lenguaje y su poderosa capacidad para construir pensamiento se nutren de manera clave entre los 0 y los 4 años y marca las desigualdades posteriores. Hablamos de los estímulos y experiencias de aprendizaje, que son la base del capital cultural, que en sus primeros balbuceos comienza a recibir una guagua.

María Montessori pensó a comienzos del siglo 20, parte de lo que hoy es base de la educación parvularia del siglo 21.

La médica italiana revolucionó el mundo de la educación infantil poniendo al niño como protagonista del proceso de aprendizaje. Ella creía que era la escuela la que se tenía que adaptar a los pequeños y no al revés. Sus premisas principales son la autonomía del niño, su independencia y el aprendizaje en libertad.

Y su contemporáneo, Alberto Hurtado, que entonces culminaba un doctorado en Pedagogía en la Universidad de Lovaina, compartió sus ideas y comentó su método en “Una Verdadera Educación”. Ese libro sobre el tema está pensado en los niños más pobres de Chile.

En los 35 establecimientos de educación inicial que tiene el Hogar de Cristo a lo largo de Chile, todos ubicados en territorios marginados y con altos niveles de pobreza por ingresos y multidimensional, hemos visto cómo la pandemia ha golpeado a una generación de lactantes y párvulos y a sus familias. Es clave que esa población que parte su andadura en la vida vuelva a la educación inicial. Las intervenciones de calidad en los primeros años tienen el potencial de compensar los factores de riesgo y proporcionar a los niños oportunidades y mejores resultados futuros.

Que las madres jefas de familia descansen en nosotros y puedan volver a trabajar, dejándonos a sus pequeños y pequeñas con la seguridad de que estarán cuidados y estimulados en un ambiente preparado, estético, simple, real, donde cada elemento tiene su razón de ser, es una ayuda invaluable en contextos muchas veces saturados de violencia.

“Nada hay más personal, más digno de respeto, que la vida interior que se forma”, decía Alberto Hurtado. Y a eso contribuimos en nuestros jardines infantiles y salas cuna, apoyando a cada uno de los niños y niñas que asisten a ellas para que logren desarrollar al máximo su potencial creativo e intelectual. Que no reflejen ni repliquen, que creen, inventen, vuelen. Y eso pasa con una fuerza inusitada en esos primeros y cruciales años.

“Si no hay dos hojas iguales en la naturaleza, no encontraremos tampoco dos almas iguales. Cada una ha de abrirse según la semilla que Dios ha depositado en su interior”, decía el padre Hurtado. Y la pobreza y la desigualdad, no deben ser impedimento para ese desarrollo.

 

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