La jornada marca un hito emocional. Es el primer encuentro que se realiza tras la partida de Gerardo Arteaga Oehninger, fundador de Fantasilandia e impulsor histórico de esta alianza solidaria, construida codo a codo con su gran amigo, el jesuita belga Josse Van der Rest, también fallecido. Aquí no hay nostalgia inmóvil: hay memoria activa, en movimiento.

La escena es actual, pero la historia arranca lejos de las montañas rusas. En 1975, Gerardo Arteaga es agrónomo, mecánico de oficio y hombre de taller. Fantasilandia todavía no existe. Lo que sí existe es una llamada urgente de Joss Van der Rest desde el Hogar de Cristo. El panorama es crudo: no hay recursos, los hogares están desfinanciados y la comida escasea.
—Nuestros viejitos no tienen qué comer mañana, le dice.
Gerardo escucha. No tiene el dinero, pero confía. Pide un crédito bancario y acepta como “pago” un lote de autos scooters abandonados, traídos años antes desde Europa para financiar al Hogar de Cristo. Chatarra para muchos. Oportunidad para él. Los repara en su taller y el 29 de diciembre de 1975 abre la primera pista de autos chocadores en el estero Marga Marga, en Viña del Mar. El éxito es inmediato. Luego vienen Santiago, Avenida Kennedy y, poco después, un sueño más grande.

En apenas 115 días, el 26 de enero de 1978, Fantasilandia abre oficialmente. Joss Van der Rest bendice el parque y vuelve a subirse a los mismos scooters que un día ayudaron a sostener al Hogar de Cristo. Amistad, palabra empeñada y confianza quedan grabadas en el origen del lugar.
Cada diciembre, Fantasilandia se transforma en un parque distinto. Abre de manera exclusiva para el Hogar de Cristo. Esta mañana, niñas y niños de jardines infantiles, salas cuna y programas de protección recorren libremente las atracciones. Personas mayores y personas con discapacidad mental participan de la experiencia acompañadas por educadores, cuidadores, voluntarios y equipos del parque, en un entorno seguro, acogedor y pensado para disfrutar sin apuro.

“Para miles de personas, sobre todo niños y jóvenes, esta mañana es un regalo gigante: risas, juegos, adrenalina y la sensación de ser privilegiados, aunque sea por un día. Para nosotros también es un homenaje a Gerardo, que siempre creyó en la infancia y en la importancia de llevar alegría donde más falta hace”, dice el capellán general del Hogar de Cristo, José Francisco Yuraszeck.
La conmemoración se vive en movimiento. Primero fue Joss. Hoy es Gerardo. La alianza sigue.
“Mi padre dedicó su vida a este parque y tenía la convicción de que la entretención debía estar al alcance de todos. Ver esta jornada realizada nuevamente, con tanta energía y cariño, es la mejor manera de honrar su legado. Esto refleja su espíritu: abrir puertas, compartir alegría y crear recuerdos para quienes viven realidades difíciles”, señala Gerardo Arteaga Cerda, en representación de la familia.

El homenaje dialoga con otro reconocimiento reciente. Este año, Gerardo Arteaga Oehninger es incorporado al Hall of Fame de IAAPA, la Asociación Internacional de Parques de Atracciones, junto a referentes mundiales de la industria. Aquí, en esta visita del Hogar de Cristo, ese reconocimiento baja del escenario internacional y se vuelve cotidiano.

Fantasilandia y el Hogar de Cristo lo confirman una vez más: esta tradición habla de inclusión, afecto y vocación de país. Habla de entender la alegría como un derecho. Habla de una visita que es fiesta, memoria y futuro al mismo tiempo.
Y donde el legado de Gerardo Arteaga sigue girando, como los autos chocadores, una y otra vez.