Convertir espejos en ventanas: una guía para la educación inicial
16 Noviembre 2017 a las
14:55
Por Claudia Fasani, Jefa Nacional de Educación Inicial de Hogar de Cristo.
La cabeza se amuebla para la vida en la infancia temprana. El lenguaje y su poderosa capacidad para construir pensamiento se nutre de manera clave entre los 0 y los 3 años y marca las desigualdades posteriores en las existencias humanas. Hablamos de los estímulos intelectuales, que son las bases del capital cultural, que en sus primeros balbuceos comienza a recibir una guagua.
Emociona el relato que hace María Montessori de cómo niños paupérrimos, desamparados, con discapacidad mental y considerados “ineducables” juegan con las migajas del pan en el orfanato italiano donde están institucionalizados a fines del siglo XIX. No se los comen, los usan como juguetes. Ella descubre en ese gesto la importancia del estímulo, del juego, una necesidad tan básica como alimentarse, y decide dedicarse a los niños y a su educación. Y también a sus madres, enfatizando siempre las repercusiones que la condiciones de vida tienen sobre el desarrollo de las personas.
María Montessori pensó a comienzos del siglo XX, lo que hoy es base de la educación parvularia del siglo XXI. Y su contemporáneo el jesuita chileno Alberto Hurtado, que en 1935 culminaba un doctorado en Pedagogía en la Universidad de Lovaina, financiado por el Ministerio de Educación, compartió sus ideas y comentó su método en “Una Verdadera Educación”, sus escritos sobre el tema, siempre pensando en sus “patroncitos”, los niños más pobres de Chile.
Sylvia Eyzaguirre y Andrés Hernando, investigadores del Centro de Estudios Públicos, escriben en un reciente paper: “La evidencia muestra que ya al año de vida los niños que crecen en situación de pobreza muestran retrasos significativos respecto de sus pares de nivel socioeconómico medio en tests de lenguaje y habilidades cognitivas, variaciones que si no son abordadas a tiempo se vuelven difíciles de remontar”. Y en un pie de página del estudio, apuntan: “El actual gobierno propone gratuidad universal en educación superior con un costo estimado de 3,5 puntos del PIB, mientras en educación parvularia no existe acceso gratuito y universal en todos sus niveles, la cobertura actual es más baja que la de educación superior y el gasto actual es cercano a 1,2 puntos del PIB. Mientras se discute la Ley de Presupuesto 2018, el Gobierno ha propuesto financiar la gratuidad de la educación superior del sexto decil con los recursos destinados a la educación escolar de los niños más vulnerables”.
El Hogar de Cristo, por su parte, hace notar que el 60% de niños y lactantes de 0 a 4 años no asiste a jardines infantiles y salas cuna y que unos 62 mil de ellos pertenecen al grupo más desfavorecido, al que es pobre por ingreso y según la medición multidimensional de la pobreza de sus familias. Básicamente de sus jóvenes madres solteras, que no trabajan.
En el mes en que se celebra la creación de la primera escuela parvularia en Chile, un 22 de noviembre de 1944, la causa del Padre Hurtado presenta un texto inédito: “Convertir Espejos en Ventanas: Calidad, territorio y currículum para la educación parvularia”, desarrollado por el Hogar de Cristo junto con el Centre UC de la Facultad de Educación de la Universidad Católica y Fundación Ilumina. El texto, que sistematiza, el método Montessori aplicado a los casi 50 jardines infantiles y salas cuna que mantiene el Hogar de Cristo en poblaciones de extrema vulnerabilidad, es un llamado de atención a este grupo etario y a la educación inicial, que marca de forma indeleble cómo nos irá en la vida. Aunque es un material técnico, que será presentado en un seminario en el Centro de Extensión de la UC este 21 de noviembre, releva cambios culturales centrales, como la necesidad de atender a la diversidad cultural de los párvulos y sus familias -migrantes, pueblos originarios-, y la necesidad de diseñar e implementar recursos naturales en estos centros, lo que potencia a los niños y a la comunidad. Pero el sentido central de todo está en entender que, como escribía el padre Hurtado: “Nada hay más personal, más digno de respeto, que la vida interior que se forma”. En esta misma línea, el libro toma su título de una frase del periodista Sydney J. Harris, quien sostenía que la educación debe ofrecer las herramientas necesarias para que cada uno desarrolle al máximo su potencial creativo e intelectual. Que no refleje ni replique, que cree, invente, vuele. Y eso pasa con una fuerza inusitada en esos primeros y cruciales años. “Si no hay dos hojas iguales en la naturaleza, no encontraremos tampoco dos almas iguales. Cada una ha de abrirse según la semilla que Dios ha depositado en su interior”, decía el padre Hurtado. Y la pobreza y la desigualdad, no deberían ser impedimento para ese desarrollo.