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El alegre legado de Gerardo Arteaga

Hoy nos toca despedir al creador de Fantasilandia, agrónomo y motor incansable detrás del mayor parque de diversiones. Pero esta nota no va de montañas rusa, juegos ni luces de feria: es sobre él, sobre un vínculo profundo con el Hogar de Cristo y una chispa de humanidad que ilumina historias grandes y pequeñas.
Por Matías Concha P.
Agosto 14, 2025

Gerardo Arteaga no nació para ser empresario de parques de diversiones. Su mundo era el campo, la agronomía y su taller mecánico. Hasta que, en 1975, una llamada urgente lo cambió todo: el Hogar de Cristo atravesaba un apuro económico serio. “Estamos totalmente desfinanciados, nuestros viejitos no tienen qué comer mañana y yo necesito conseguir plata”, recordó Arteaga que le dijo el jesuita belga, Josse Van Der Rest.

—Yo no tengo el dinero —respondió Gerardo.

—Consigue un crédito.

— ¿Y cómo me vas a pagar?

—Jamás te voy a pagar, pero tengo unos autos scooters que estamos vendiendo y te puedes quedar con ellos.

Esos scooters no eran un capricho: Van Der Rest los había traído de Europa y durante años ayudaron a financiar al Hogar de Cristo, arrendados a ferias en regiones. Con la llegada de la Unidad Popular en 1973, fueron requisados y entregados a los trabajadores; el mal cuidado y la falta de mantención los dejó abandonados.

FANSTASILANDIA

Gerardo, movido por la confianza y el entusiasmo, pidió el préstamo bancario, se quedó con esa chatarra y, con ingenio, la rescató en su taller. Lo imposible sucedió: el 29 de diciembre de 1975 abrió la primera pista de autos chocadores en el Estero Marga Marga, en Viña del Mar, en un estreno vibrante. Luego, los llevó a Santiago, a Avenida Kennedy, frente al futuro Parque Arauco, y otra vez la masiva afluencia marcó el éxito.

Sin embargo, aquel rescate no fue solo técnica, negocios o buena suerte. Fue un acto ético y solidario: palabra dada, sentido de propósito. Ese gesto dio impulso a un sueño más grande. Un viaje a Brasil encendió la chispa de un parque permanente: gestión municipal, socios leales, hipoteca del fundo, crédito CORFO… y un récord: en 115 días, Fantasilandia abrió el 26 de enero de 1978, con la bendición del sacerdote Van Der Rest, quien ese día se subió nuevamente a los scooters que le había vendido a Arteaga.

UNA TRADICIÓN, UNA ALIANZA

Esa inspiración, sin embargo, nunca olvidó su raíz. Desde entonces, cada diciembre –desde hace casi 50 años– Fantasilandia abre sus puertas para niñas, niños, jóvenes y adultos mayores del Hogar de Cristo, con entretenimiento y derecho a sonreír. En diciembre de 2024, más de 3 mil personas disfrutaron de la nueva atracción CarCity, que fue bendecida por el capellán general del Hogar de Cristo, José Francisco Yuraszeck.

Hoy, al despedir a Gerardo Arteaga, queda claro que su mayor legado fue demostrar que las grandes ideas pueden nacer de un gesto solidario. Que una conversación breve puede transformar destinos y que, cuando la diversión se mezcla con compromiso social, un parque se convierte en un lugar donde la esperanza también hace fila.