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Aprendizaje socioemocional:

El desafío del sistema educativo

¿Cómo evitar que los jóvenes abandonen la escuela? No hay una sola respuesta, pero lo más relevante es incorporar el aprendizaje socioemocional, que en simple implica promover espacios acogedores para que los jóvenes puedan expresar sus emociones, necesidades e inquietudes, se sientan escuchados, aprendan a ponerse en el lugar del otro y a trabajar en equipo en un ambiente de cooperación y no de competencia. Se trata, en definitiva, de recuperar la centralidad de los vínculos en el quehacer educativo, según revela el estudio Transformar-nos, publicado recientemente por la Unesco.

Valentina Miranda G.

16 Mayo 2023 a las 17:03

Un 20% de los jóvenes de América Latina y El Caribe piensa que lo que aprende en la escuela no sirve para la vida ni para el trabajo, lo que implica un desafío del sistema educativo. Sin embargo, estos mismos jóvenes consideran que la educación es, además de la familia, lo que más influye sobre sus vidas y es el principal medio para tener un buen trabajo en el futuro. Suena contradictorio, pero refleja la total desafección con la idea de que lo que se obtiene en el colegio permite progresar y salir adelante.

Llevada a cifras, esta realidad se manifiesta en que, antes de la pandemia, más de 12 millones de chicos y chicas de esta zona geográfica habían abandonado la escuela. En Chile, más de 227 mil niños, niñas y jóvenes están fuera del sistema escolar.

De acuerdo a diversas investigaciones, junto con la desigualdad y la inequidad, el desinterés es otro gran motivo por el cual los jóvenes interrumpen sus estudios. Este desinterés se observa en todas las clases sociales y es consecuencia de un sistema educativo que no estaría vinculando el contenido de la enseñanza con el mundo real y con las necesidades y expectativas de los jóvenes, según consigna la nueva publicación de la Unesco “Transformar-nos”, que entrega un marco para la transformación educativa en América Latina y El Caribe basado en el aprendizaje socioemocional y que será presentada este 18 de mayo en la Universidad Católica Raúl Silva Henríquez.

LA CLAVE: EL APRENDIZAJE SOCIOEMOCIONAL

El desafío, sostiene el estudio, es cambiar el sistema educativo, pero también transformar la educación que brinda. Y es en este último punto donde el aprendizaje  socioemocional como dimensión afectiva del conocimiento adquiere una relevancia clave, pues afecta el cómo y qué aprendemos y la manera en que aplicamos el conocimiento a nuestras relaciones y nuestro transitar por el mundo. Se integra con el aprendizaje cognitivo –la adquisición de conocimientos–, y con el aprendizaje conductual, que se relaciona con la adquisición de habilidades.

¿Pero qué significa en la práctica el aprendizaje socioemocional?

En palabras muy simples, implica promover espacios acogedores y propicios para que los jóvenes puedan explicar sus emociones, expresar sus necesidades e inquietudes, puedan conocerse a sí mismos, tener proyectos de vida, tengan la disposición a relacionarse con los otros, a ponerse en el lugar del otro, a trabajar en equipo en un ambiente de cooperación y no de competencia, y que sientan que hay respecto por sus decisiones y su libre exploración. Se trata, en definitiva, de recuperar la centralidad de los vínculos en el quehacer educativo.

El documento presenta algunas directrices para generar oportunidades de aprendizaje socioemocional en el aula y en la escuela (para lo que se requieren ambientes en los cuales los estudiantes se sientan seguros, valorados y apoyados), en el territorio (se recomienda a las escuelas hacer participar a otros jóvenes que no sean sus alumnos, a las familias, a organizaciones barriales) y en el sistema educativo (apoyo de gobiernos locales y políticas de educación).

En opinión de Liliana Cortés, directora de Fundación Súmate

Entidad que participó en el estudio de Unesco, “lo que da resultados, porque hace sentido, no son los mensajes dirigidos a la inhibición de sensaciones y emociones. Los que resultan atractivos, convincentes y efectivos se centran en identificar las formas de motivar a la juventud en términos de valores, lenguajes y códigos que les interesan, ofreciéndoles una ruta donde puedan sentir respeto por las personas adultas y sus pares más cercanos”.

Un ejemplo que consigna el estudio:

Programas innovadores a nivel escolar sobre consumo de tabaco y comida chatarra sustituyeron las charlas sobre sus daños y consecuencias por campañas que mostraron que detrás de la producción del tabaco y de la comida chatarra están los grandes poderes corporativos y las injusticias que sufrían trabajadores y trabajadoras en la producción. Después de cuatro años de implementación, la campaña evitó que 450 mil jóvenes consumieran tabaco y miles de otros se comprometieran con hábitos de vida más saludables.

LA EXPERIENCIA DE LAS ESCUELAS DE REINGRESO

Sin duda, la pandemia de Covid 19 ha sido el mayor desafío del sistema educativo a nivel mundial. En el caso de Chile, 50 mil alumnos no regresaron a las aulas una vez que volvieron las clases presenciales. Es por esto que el Ministerio de Educación está contratando personas para que salgan a buscar a estos jóvenes que abandonaron la escuela.

Para Enid Vargas, directora social educativa de Súmate

Este es un gran desafío porque no hay bases de datos compartidas y, una vez ubicado un o una joven, viene el proceso más difícil, que es el de captación, es decir convencerlo para que vuelva a clases. “Lo que hay que hacer es cerrar la llave para que los chicos no sigan saliendo porque, cuando salieron, es muy difícil hacerlos volver”, dice.

En el caso de Súmate, que cuenta con cuatro escuelas de reingreso, los resultados son satisfactorios: el 90% de sus alumnos termina IV Medio. Además ofrece programas de educación no formal para aquellos que no quieren o no pueden volver.

Este alto porcentaje de término de la escolaridad puede explicarse por lo que describe Enid:

“En nuestro caso, el joven viene de haber estado dos años o más fuera de la escuela y que tú le digas lo que hay que hacer y cómo hacerlo sin recoger sus necesidades e intereses no tiene destino. El joven pone un pie fuera de la escuela y hace lo que quiere o lo que puede. Hay que avanzar en el tema del propósito de vida de los jóvenes, que puedan explorar lo que quieren. Es escucharlos, acogerlos, fomentando relaciones de cuidado y protección con sus educadores y sus pares. Las amistades y los vínculos fuertes son uno de los principales factores para la permanencia escolar”.

– ¿Qué acciones concretas están implementando en las escuelas de reingreso?

– Hace un tiempo que estamos implementando el trabajo con los propósitos de vida, que los jóvenes se preocupen en tener proyectos de vida. Además trabajamos en resignificar la experiencia que han tenido de salir de la escuela, generalmente un trauma que los hace desconfiar de los adultos porque los han traicionado expulsándolos de una escuela. Trabajamos en recomponer esa confianza. Por ejemplo, en las escuelas Súmate todos se conocen, con nombre y apellido, o cuando alguien falta, se llama, se averigua qué le pasa. Los alumnos sienten que importan. Eso ha sido un gran avance.

También ha sido importante la formación de los colaboradores de las escuelas, orientarlos para que incorporen estas prácticas. “En el mundo del reingreso la gente no viene preparada para trabajar en este contexto y tenemos que invertir harto tiempo en formarlos”, señala.

– ¿De qué manera las universidades están cambiando esta visión y la manera de formar a los profesores?

– El sistema educativo tiene que cambiar. La mayoría de los contenidos los puedes aprender en cualquier otro lugar que no sea la escuela. Hay mucha resistencia del sistema completo y de los mismos profesores porque la formación docente ha cambiado recién en los últimos años un poco. Ahora los estudiantes de pedagogía hacen desde el primer año cosas prácticas en las escuelas; en mi tiempo recién en cuarto o quinto año entrabas a una escuela. Los profesores que están egresando ahora vienen con una cabeza distinta.

Son quizás los primeros atisbos de un proceso de transformación de la educación, que deja atrás al ser racional y que acoge al individuo como un ser emocional que puede reflexionar, tal como sostenía el biólogo y filósofo Humberto Maturana, Premio Nacional de Ciencias de 1994.

 

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