Un voluntariado histórico y a toda prueba
Resumir 46 años de existencia en la región no es sencillo. A través del rol fundamental que el voluntariado ha desempeñado allí y la visión de una trabajadora que ha estado la mitad de su vida administrativa en la fundación, recorrimos algunos de los hitos más importantes de Hogar de Cristo en la región de Valparaíso y Aconcagua. Todo en el contexto de los 80 años que cumple en octubre la obra más conocida de Alberto Hurtado.
Por María Teresa Villafrade
27 Agosto 2024 a las 14:37
Todos los primeros lunes de cada mes, sagradamente, las voluntarias de Hogar de Cristo en la región de Valparaíso se reúnen en la sede principal, en la calle Chaigneaux 176, de Viña del Mar. Llueva o haga frío, no fallan, aunque muchas sean mujeres mayores.
Ana María Apablaza (78) es una de ellas. Desde hace 35 años ejerce este voluntariado que asegura le ha enseñado y entregado mucho más de lo que ella ha podido aportar. Cuenta que comenzó gracias a una fortuita casualidad:
“Mi hijo era socio de la fundación y se había atrasado en el pago de las dos últimos cuotas. Entonces, me pidió el favor de que fuera a pagarlas. En aquellos años no existía todo lo digital de ahora. Recuerdo que yo justo había dejado de trabajar en Tricot porque mi marido ya estaba jubilado. Entonces, cuando fui a pagar las cuotas de mi hijo, pregunté cómo yo podía sumarme como voluntaria y allí me dijeron que fuera a la reunión del primer lunes del mes. Así comencé”, relata.
Se entregó completamente a esta tarea, al igual que otras 70 voluntarias que en ese entonces colaboraban en terreno, bajo la lluvia y con los pies en el barro si era necesario. La sede de Hogar de Cristo en esta región sigue siendo una de las que cuenta con más programas en el país.
Fundada el 27 de noviembre de 1978, es decir, 34 años después de que Alberto Hurtado iniciara en Santiago esta gran obra, atiende a más de 5 mil personas que viven en condición de pobreza. Cuenta con 7 programas enfocados en adultos mayores, con y sin discapacidad mental. Cuenta con una sala cuna y jardín infantil Peumayen; el programa de Vivienda Primero para 22 personas que estuvieron en situación de calle, además de hospedería y casa de acogida; programas de atención domiciliaria especializada para adultos mayores (PADAM), tanto en Viña, Valparaíso y Quintero.
Además, en cada emergencia grande, se moviliza para ayudar. En el mega incendio de febrero pasado que afectó a sectores de Viña del Mar, Quilpué y Villa Alemana, se activó un dispositivo de primera respuesta para apoyar a los pobladores damnificados y se realizó una campaña en la que con los fondos recaudados 4.528 personas se han visto beneficiadas por los elementos de habitabilidad de viviendas de emergencia.
En la región, Hogar de Cristo atiende al 12 por ciento de la población en condición de vulnerabilidad y a 2.130 personas en condición de calle; entre hombres, mujeres y niños.
La voluntaria Ana María Apablaza relata que ella recorrió todos los programas ubicados en distintas localidades: Belloto, Cerro Alegre, Villa Alemana, incluso la casa de acogida Tragún. Empezó a funcionar en 1999, brindando protección a 200 mujeres víctimas de violencia intrafamiliar, con sus hijos. Un año después, se abrieron nuevas filiales en San Juan, Curimón y La Ligua. En el 2002, se abrió en Los Andes una residencia para adultos mayores.
Uno de los recuerdos que más le impactan de aquellos tiempos era que con, no poca frecuencia, había en las puertas de la residencia personas mayores sin sus documentos.
“Dejaban a sus abuelos botados y sin papeles. Yo tenía que acompañarlos al registro civil para que sacaran sus cédulas de identidad. Muchos vivían bien y, de repente, ya no tenían nada. Recuerdo especialmente un caso que me hizo llorar: el de una jueza que le dio poder a su sobrino y que de estar en un hogar de lujo, tuve que llevarla a una residencia de la Fundación Las Rosas, porque en ese momento nosotros no teníamos cupo. Todas sus cosas, sus muebles y recuerdos, quedaron en ese hogar de lujo a modo de pago, porque el sobrino dejó de pagar. Yo hice un inventario de su ropa y sus cosas más personales para que todo quedara en regla”, recuerda, conmovida.
En la casa Tragún, la única residencia que en toda la región existió para proteger a madres agredidas, Ana María estuvo a cargo de la ropería. “Cuando alguna de ellas tenía que ir a una entrevista de trabajo, yo les buscaba la mejor tenida para que les fuera bien. Me decían ´tengo que ver una peguita´ y yo partía rauda a buscarles lo más bonito”, recuerda.
Hoy existen tres grupos de voluntariados que cooperan en Viña del Mar, Quilpué y Villa Alemana. Incluso siguen apoyando a la residencia La Asunción, que el año pasado Hogar de Cristo traspasó a la Fundación Renueva, más que nada por el vínculo entrañable que las voluntarias mantienen con los adultos mayores que siguen allí.
“Quiero seguir como voluntaria hasta que me den las fuerzas, porque es una obra hermosa que nos dejó Alberto Hurtado. No la pienso abandonar”, dice.
Menciona especialmente a voluntarias que ya partieron de este mundo y que, al igual que ella, trabajaron por décadas dándolo todo: Gabriela Godoy, Elena Cabezas, Berta Barría, Martita San Marín, Rina Espinoza, Eliana Concha, Mercedes Arena, Soledad Bustamante de Trespalacios.
“Hay voluntarias como las hermanas Carmen y Mercedes Oliver, con más de 90 años, que son un ejemplo para mí. Jamás han dejado de asistir a las reuniones del primer lunes”, finaliza.
Carmencita Pinto (66), asistente profesional de la Jefatura de Operación Social Territorial en la región, comenzó a trabajar en Hogar de Cristo hace 33 años, el 2 de mayo de 1991.
“En ese tiempo, la fundación tenía 22 programas sociales: residencias en Los Andes, Belloto, Villa Alemana, varios jardines infantiles. Y había un hogar de niños, el Hogar Belén en Casablanca, por mencionar solo algunos”.
De hecho, Carmencita vivía en Casablanca y fue contratada como administrativa para ese hogar, siendo su primera jefa Daniela Sánchez Salazar, actual Jefa de Operación Social Territorial de Hogar de Cristo en Concepción.
“Mi hijo mayor tenía un año. Oreste Rojas era el administrador y él me hizo la entrevista de trabajo en la calle Traslaviña, que era donde estaba la sede antes en Viña del Mar. Hace poco hablé con él, porque una no pierde nunca los contactos después de tantos años”, recuerda.
Hace poco llegó a sus manos una foto de aquella sede y se emocionó al verla. “Mis hijos no me conocen otro trabajo”, dice aludiendo a que lleva la mitad de su vida en la fundación.
Cuenta que a poco andar, asumió como primera directora, la religiosa schoenstattiana María Elena Herrera, pero tras su partida, desapareció ese cargo y asumió como director social Rodrigo Reyes Payera, quien le pidió a Carmencita que reemplazara a su asistente que había salido con permiso pre y postnatal.
“En 2007 tomé la decisión de dejar Casablanca y me vine a vivir a Viña del Mar con mis tres hijos. Quedé trabajando con la coordinadora de adulto mayor. Una vez que asumió Marco Balcázar como director ejecutivo, me pidió que yo fuera su asistente”.
Tras varias reorganizaciones de Hogar de Cristo en la región, hasta el día de hoy ella recuerda con mucho cariño a Rodrigo Reyes Payera, quien renunció para irse a vivir a Valdivia. “Su despedida la lloramos todos. Hasta el día de hoy Solange Veloso, directora de operación social nacional, me pregunta por él”.
En 2012 se inaugura la nueva hospedería para personas en situación de calle en Valparaíso y el Programa de Apoyo Familiar y Salud Mental (PAFAM), que siguen hasta hoy. Y en 2017, se instala al lado de la actual sede en calle Chaigneaux de Viña del Mar, el primer programa piloto de residencia de protección de alto estándar propuesto en el estudio Del dicho al derecho, en alianza con 4 fundaciones: Colunga, Choshuenco, Andrónico Luksic e Ilumina.
Infortunadamente, la residencia de niñas Anita Cruchaga fue cerrada a raíz de un incendio ocurrido en 2019, que pudo estar relacionado con una mafia de explotación sexual comercial de niñas y jóvenes. No es casual que la región de Valparaíso y la de Los Lagos, las que tienen más niños, niñas y adolescentes en situación de calle, sean también las con más redes de este detestable tipo de delito. Eso motivó un nuevo estudio “Ser niña en una residencia de protección”, donde se plantea la necesidad de un enfoque de género en estos dispositivos.
Hace poco, asumió como nueva Jefa de Operación Social Territorial en la región de Valparaíso, Karla González, quien estaba a cargo del programa Vivienda Primero y reemplazó a Carolina González.
“Me parece importante relevar la alianza con Corporación AGRADIS (Corporación de ayuda a personas con capacidades diferentes) con el CEAM Quintero desde el 2016. Es una tremenda colaboración que permite que personas mayores del programa accedan a terapias físicas con tecnologías de última generación. Los participantes asisten dos veces por semana en donde son atendidos de manera grupal e individual, de acuerdo a sus necesidades particulares”, señala Karla.
El CEAM de Quintero es ahora todo un centro comunitario especializado que atiende a 30 personas mayores y ha dado un paso adelante dejando atrás el enfoque asistencialista del pasado. Su jefa, Elizabeth Vilaxa, explica:
“Antes de la pandemia dábamos las tres comidas al día, pero eso ya no lo hacemos. Pasamos a ser ejecutores de los centros comunitarios del SENAMA, que son abiertos a toda la comunidad. Ahora nuestra labor es fortalecer las habilidades de las personas mayores, que puedan desplazarse dentro de la comuna. Con AGRADIS, contamos con un espacio full equipado de última tecnología. Hace un año y medio, ellos postularon a Fondo Regional y cuentan con cama hiperbárica, cama 360, bicicletas y otros implementos para el trabajo con personas que tiene problemas de movilidad”.
Aclara que también los participantes del PADAM de Quintero pueden acceder a estas dependencias siempre que sean derivados por el sistema de salud. La Corporación AGRADIS cuenta con un equipo multidisciplinario de psicólogos, terapeutas ocupacionales y kinesiólogo, éste último contratado por Hogar de Cristo por media jornada.
“Ellos han postulado a proyectos con supermercados y también nos hacen llegar insumos de alimentos y útiles de aseo para nuestros participantes. Es un potente trabajo comunitario el que esta alianza nos permite realizar”, finaliza Elizabeth.
Esto es apenas un ejemplo de cómo Hogar de Cristo ha ido renovándose en la región e implementando su nueva estrategia social.
Testimonios emocionantes como el de Gabriel Leiva, quien de vivir en calle pasó a residir en su propia vivienda gracias al programa financiado por el Ministerio de Desarrollo Social, dan cuenta de una real inclusión que va más allá de estar en una hospedería o albergue, y más allá de entregar techo y alimentación.
¡Hogar de Cristo lleva 80 años construyendo un Chile sin pobreza!