Main Donate Form

$ 0

Ingrid Gallardo:

“Me he quedado porque sigo aprendiendo mucho y dando mucho”

Este 1 de noviembre, Ingrid Gallardo, Subdirectora de Cultura Solidaria en Hogar de Cristo, cumplirá 59 años, de los cuales 33 los ha trabajado en Hogar de Cristo. Educadora de párvulos de profesión, su trayectoria comenzó en un jardín infantil de La Pintana, siguió en Puerto Montt creando un centro abierto y de regreso a Santiago tuvo la misión de expandir la apertura de salas cunas y jardines infantiles hasta llegar a la Dirección Social y al área de Comunidad. Su historia es fiel reflejo de los cambios de la organización dentro de un Chile que también ha cambiado.

Por María Teresa Villafrade

6 Octubre 2023 a las 18:58

Este 19 de octubre, Hogar de Cristo cumple 79 años y quisimos recordar su historia a través de la mirada de quienes llevan muchas décadas aportando con su trabajo a la organización solidaria más grande de Chile. Ingrid Gallardo es una de ellas.

Educadora de párvulos de la Universidad Católica, lleva 33 años en la fundación creada por Alberto Hurtado.

“Me he quedado porque en cada nueva responsabilidad que asumo encuentro brillo, luz y fuente de aprendizaje. Todo esto se entrelaza con una frase que me encanta de nuestro fundador que nos pide donar nuestros talentos. Yo aquí he podido nutrir mis talentos y descubrir nuevos también”, dice convencida.

Su opción por trabajar en una Organización  dedicada desde sus orígenes a entregar amor y dignidad a los más pobres de Chile, significó dejar de dar clases en la universidad donde se formó y un trabajo de media jornada que tenía en un jardín infantil de Vitacura. Ubicada en el paradero 39 de Santa Rosa, la sala cuna  Monseñor Santiago Tapia fue su primer trabajo en Hogar de Cristo.

Ingrid Gallardo Cantero es educadora de párvulos.

“¡Quedaba muy lejos! Cuando llegué me encontré con el mundo de la Ongs  inserto en las poblaciones. Te confieso que los espacios dignos  eran una preocupación constante porque el centro abierto era precioso, construido de madera y con una estética simple pero muy acogedora. Había un policlínico, el centro abierto para 350 niños y una sala cuna preciosa con 36 guaguas. Tuve que abandonar la universidad a pesar de la pena de mis mentoras que me aleonaban para hacer carrera en la Universidad Católica, pero no eran compatibles”, aclara.

No era su primera renuncia.

SUEÑO TRUNCADO

Estudiar en la universidad no fue fácil para Ingrid Gallardo. Estaba en su segundo año de Medicina en la Universidad de Chile y por problemas económicos  ella debió dejar truncado su sueño de ser doctora y hacerse cargo de su propio sustento.

“Debía estudiar y trabajar al mismo tiempo, por lo que tuve que redefinir mis opciones vocacionales y de vida”, confiesa.

Rápidamente analizó qué otra cosa le gustaría hacer y recordó sus trabajos voluntarios en poblaciones  con niños de escasos recursos.

“Eso me encantaba, por lo que pensé en seguir educación parvularia, pero también consideré el mecanismo de autosustento. Si entraba a la carrera en primer lugar, tendría una beca el primer año. Di nuevamente la prueba y saqué mejor puntaje que cuando entré a Medicina así que pude ganar mi beca”, relata.

“Me dio cierta tranquilidad para después conseguir más becas, pero también trabajaba los fines de semana en el Parque Arauco como vendedora. Hice ayudantías en la carrera y vivía sola en una pieza. Lo cuento con orgullo porque por algún motivo llegué a educación de párvulos y me encantó”, agrega.

Escogió la Universidad Católica porque era una de las de más prestigio en Educación Inicial, aunque varias de  las precursoras y profesoras  eran de la Universidad de Chile.

Fue ayudante en los ramos de Currículum Cognitivo basado en la teoría y práctica de Jean Piaget, y Estadística aplicada a la educación. Y después, fue profesora ayudante de la recientemente fallecida educadora Silvia Lavanchy.

“Me tocó hacer muchos cursos de formación de verano para Profesores. Era una nueva forma de ver la pedagogía, más centrada en los intereses de los estudiantes, menos doctrinaria y rígida”.

Ingrid egresó en los últimos años de la dictadura militar. Una época de muchas marchas y protestas. Cuando llegó a trabajar en el Hogar de Cristo de La Pintana, el tema era el hambre.

Sala cuna y jardín infantil en tiempos en que el hambre era tema.

“Había desnutrición infantil a comienzos de los 80, problemas de salud y mucha vulneración de derechos de distinto tipo. Lo que hacíamos era invitar a familias completas que vivían con muchos factores de riesgo. Contábamos con asistentes sociales y estudiantes para técnicos sociales. Carolina Herrera, hoy es jefa de operación social territorial RM Sur, fue estudiante en práctica allí, al igual que Estrella Alba, actual directora de jardín infantil Alto Belén de Hogar de Cristo en Puente Alto”.

En aquellos años, recuerda Ingrid, las escuelas no entregaban almuerzo como hoy. Por lo tanto, el centro abierto era un apoyo fundamental para 350 familias puesto que sus hijos recibían alimentación de lunes a viernes para después ir a sus respectivos colegios. Se recibían en dos jornadas, una en la mañana y otra en la tarde.

“La salud también era un tema bien precario, no existía lo de hoy. A los consultorios municipales no llegaban los médicos ni los medicamentos, la gente debía hacer cola, se generaba mucha frustración, se producían agresiones. Nosotros teníamos un  policlínico comunitario del Hogar de Cristo  y se financiaba con apoyo de  platas extranjeras y recuerdo que una matrona atendía a muchas jóvenes, madres, mujeres, también pediatras. Anemias, piojos, sarna, desnutrición, todo eso debía ser atendido primero para que ese niño tuviese mejores condiciones para  aprender ya sea en la sala cuna o en el centro abierto”.

PRIMER ECOMAPA

De esos primeros años en La Pintana, ella recuerda que pudo desplegar todas sus alas para lo que vendría después en Puerto Montt.

“Entendí que mi profesión se podía desplegar mucho mejor sin estar encerrada en las cuatro paredes de un jardín infantil, porque trabajábamos con toda la familia. Fue la primera vez que hice un ecomapa, con técnicos sociales, donde dábamos cuenta de la importancia de las redes y las relaciones comunitarias. Por ejemplo, si una mamá de la sala cuna tenía mala relación con el consultorio, nosotros hacíamos que ella retomara esa relación para que llevara a su niño a control sano y le dieran su leche”.

-¿Qué es un ecomapa?

-Es una metodología de intervención social donde se coloca al individuo o a la familia  al centro y se va identificando la cantidad y la calidad de sus redes y relaciones, se hace un mapeo de las relaciones. Hasta el día de hoy la usamos.

Este modelo se fue reproduciendo en otros centros abiertos que se abrieron posteriormente en La Granja, Renca, Colina y Huechuraba.

“Nosotros como equipos de centros comunitarios  impulsamos la creación de los talleres pre vocacionales que fue el inicio de Súmate de Hogar de Cristo. Teníamos un 30% de los niños del centro abierto que eran expulsados del sistema escolar y para que no estuvieran en las calles, asistían a esta propuesta de protección y educación. Había que pololearse a la familia, es decir, crear un espacio de diálogo para ganar la confianza. Eran cientos de historia las que veíamos a diario”.

Hay una historia especial que la conmovió mucho y es la de una joven con déficit cognitivo que llegó un día al centro abierto con su hijita pequeña a hacer una pregunta.

“Recuerdo que observé que la niña no tenía déficit. La fui a ver a su casa, su marido era ciego aunque con bastante educación y la niña de 4 años era lazarillo de su padre. Con mi compañera Erika fuimos a verlos y nos emocionamos de ver cómo dentro de su pobreza, cuidaban a esa niñita como un tesoro”, cuenta.

Después, se dieron cuenta que en el segundo piso habían dos cuñados postrados. “Fue tal mi impacto de ver a ambos parientes en estado semi vegetal perfectamente cuidados. Ellos los cuidaban en medio de tanta precariedad, se hacían cargo. Al salir, yo no podía parar de llorar”.

En el equipo se conversó el caso y se hicieron gestiones para que ambos adultos postrados fueran ingresados a la sala de enfermos de Hogar de Cristo. Así, la familia pudo enfocarse mejor en cuidar a la niña.

CALLES JESUITAS

Casada, con un hijo, su llegada a Puerto Montt se produjo por una opción familiar de dar mejor clima al pequeño Sebastián que padecía de asma crónica.

Ingrid junto a su hijo Sebastián.

“Siempre digo que llegué literalmente a la calle, porque me pidieron  que fuera a una población muy masiva y con las primeras viviendas sociales que en realidad eran casetas sanitarias de seis por tres metros, tenían una pieza, un lavaplatos y un baño. Yo tenía que ir a ver qué se podía hacer allí para apoyar. La verdad es que había mucha frustración por esas viviendas tan precarias”.

Ingrid cuenta que dado que estaba por beatificarse a Alberto Hurtado, la población fue bautizada como Villa Padre Hurtado.

La Villa Padre Hurtado de Puerto Montt.

“Chantamos una cruz del porte de un buque y a todas las calles les pusimos nombres de jesuitas, pero yo creo que ya están rebautizadas porque eso fue una patudez. Una calle se llamaba Los Jesuitas, otra Padre Fernando Vives, y así”, cuenta divertida.

Casa por casa, ella fue haciendo un catastro, se reunió con dirigentes vecinales, armó asambleas e hizo un rápido diagnóstico del sector.

“La mayoría tenía algo propio por primera vez. La idea era que la gente se ampliara, pero muchas familias no sabían eso o eran tan pobres que no tenían dinero para hacerlo, vivían muy hacinados y frustrados. Hicimos un proyecto precioso para que pudieran ampliar sus casas gracias a que postulamos a fondos de la Fundación San José de La Dehesa. También para construir un centro abierto”.

Mientras esto pasaba, a ella le urgía tener algo concreto para empezar a trabajar. Le pidió una capilla al jesuita Josse Van der Rest, líder de Fundación Vivienda en Hogar de Cristo:

“Esa capilla existe todavía, son todas iguales, de madera y de 12×6. Allí comencé a trabajar con 50 familias, 25 en la mañana y 25 en la tarde. Mi trato era que de lunes a viernes yo funcionaba como centro abierto y jardín infantil y el viernes tenía que dejar todo listo, encerado y con las bancas puestas para la misa del sábado, así estuvimos dos años hasta que estuvo listo el centro abierto propiamente tal”.

Todos los recursos los conseguía ella “a puro ñeque”, por su cuenta porque no había financiamiento.

“Una persona que me ayudó mucho en ese tiempo y que trabaja hasta hoy en Hogar de Cristo fue la Roxana Barrientos, quien llegó como estudiante en práctica de trabajo social y hoy está a cargo en Puerto Montt del programa de adulto mayor”, recuerda y agrega: “Ella llegó con su delantal y su carpeta y lo primero que le pregunté era si sabía matar piojos”, sonríe.

Ingrid Gallardo (al centro) junto a equipo del centro abierto.

Posteriormente ganó la subvención de la JUNJI y pudo armar un equipo completo: “Creamos dos niveles de sala cuna en el segundo piso y abajo era centro abierto. Después cuando llegó la jornada completa escolar, armamos el jardín infantil en propiedad”.

Ingrid Gallardo hizo de todo, hasta planificar corridas en medio de la lluvia, pasear a los niños en bote, todo con el apoyo de las mamás.

“Hogar de Cristo en ese entonces tenía filiales, no era como hoy, y equipos asesoraban desde casa Matriz. Uno de ellos fue Andrés Millar (actual jefe técnico de inclusión personas en situación de calle). Él nos apoyaba y orientaba. Después llegaron a ese cargo la Vero Monroy y María Isabel Robles (actual directora del área personas mayores y salud mental). Un par de veces fue Paulo Egenau a dar charlas sobre consumo problemático de alcohol y drogas”, rememora.

Explica que la transparencia siempre fue su prioridad porque era fundamental resguardar la confianza de la Comunidad. “El consejo local me apoyaba muchísimo en tanta idea loca  que se nos ocurría. Hoy me admiro de todo lo que hacíamos”.

Estuvo 11 años en Puerto Montt hasta que volvió a Santiago, a sus raíces, tras un giro en su vida familiar. Con sus  dos hijos regresó en el 2005 a la capital a hacerse cargo de la expansión de nuevas salas cunas y jardines infantiles que se produjo durante el gobierno de Michelle Bachelet.

“En esos años se dio un enorme impulso con el programa Chile crece contigo, y vimos que ni la JUNJI ni Integra iban a poder crecer, entonces una forma de abrir más jardines infantiles y salas cuna era a través de terceros. Con Kenzo Asahi hicimos dupla y creamos muchos nuevos proyectos de salas cunas y  jardines infantiles, en todo el país. Casi todos los meses inaugurábamos uno”.

Viajó invitada a Harvard para conocer un modelo de trabajo con comunidades migrantes. Y luego invitada por JUNJI hizo pasantías en Suecia e Inglaterra para conocer modelos de educación inicial.

“Las claves de la educación Montessori ya estaban siendo aplicadas en la Sala Cuna donde comencé en La Pintana, y en varios otros espacios como en Quilicura, Lo Espejo, etc. Era una belleza. Yo era de la línea cognitiva, pero me fascinó Montessori. Postulamos a fondos para la aplicación y la capacitación de las educadoras. Ganamos un fondo BBVA por 350 millones de pesos al año durante cuatro años”.

“PERICA” TREPA POR CHILE

Acompañando a las expertas en Montessori, Ingrid viajó por todo el país. “Era Perica trepa por Chile. Fue un período muy bonito. Había un poco de resistencia al cambio, por eso teníamos que convencer. Que hubiese ambientes propicios y más silencios para que los niños pudiesen crear y trabajar y eso significó  que las tías apagaran las radios con cumbias estruendosas, se  acabaron los gritos y los castigos etc. Montessori es una educación para la paz y facilitadora del pensamiento, las emociones y la creatividad”.

Del 2005 al 2011 estuvo a cargo del área Educación Inicial en Hogar de Cristo y formaba parte de la dirección social. En el último periodo de Benito Baranda como director social nacional, ella fue subdirectora social y en Educación Inicial asumió Claudia Fasani, quien todavía ejerce ese cargo en la fundación.

Posteriormente, el 2016 se crea el área de Comunidad, donde hoy es subdirectora.

La sala cuna Monseñor Santiago Tapia fue el primer lugar donde Ingrid Gallardo llegó a trabajar.

-¿Por qué te sigues quedando en Hogar de Cristo?

-Porque aquí descubrí un nicho para generar aprendizajes personales y profesionales que le dieron mucho sentido a mi vida. Por algo Dios me acompañó en mis decisiones y en mi camino. En todos estos años también  he desplegado mis habilidades de liderazgo, de una manera que es sintónica con lo que Hogar de Cristo nos pide y he podido formar parte de tremendos equipos de trabajo. Me he quedado porque en cada nuevo trabajo encuentro brillo, luz, fuente de aprendizaje, se me entrelaza con frase de Alberto Hurtado que nos interpela a  donar nuestros talentos.

Aquí, he podido nutrir mis talentos y potenciar el de otras personas. Me he quedado, porque sigo aprendiendo mucho y sigo dando mucho. Si no tuviera esa reciprocidad posiblemente ya me hubiese ido. La causa no se me ha desdibujado nunca. He tenido períodos muy difíciles, pero han valido la pena, porque también he aprendido de eso y actualmente estoy feliz en el área de Comunidad ya que permite a la Fundación vincularse con tantas personas e instituciones que hacen posible mantener el  sueño del Padre Hurtado vigente, que el hogar sea de todos los chilenos y chilenas.

DONA POR MÁS FINALES FELICES EN SALAS CUNAS Y JARDINES INFANTILES

Cerrar
SOAP