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Más de 75 jóvenes estuvieron con los más excluidos de Curanilahue

Durante enero jóvenes voluntarios del colegio San Ignacio de Concepción, fueron al encuentro de adultos mayores, niños con discapacidad y familias en situación de pobreza del Hogar de Cristo en la comuna de Curanilahue, Región del Biobío.

Por Matías Concha  

31 Enero 2019 a las 10:22

 

La labor previa empezó en diciembre, cuando la Fundación del Padre Hurtado investiga dentro de sus participantes a quienes necesitan más ayuda. “Desde hace cuatro años, el Hogar de Cristo nos destina a las familias más excluidas para realizar un voluntariado en verano. Este año estuvimos con adultos mayores que viven súper solos, con familias en situación de pobreza, con niños con discapacidad”, enumera Pamela Beltrán, coordinadora de formación pastoral del colegio San Ignacio de Concepción.

El 15,5% de las personas en la región del Biobío viven en situación de vulnerabilidad, lo que equivale a más de 200 mil personas sufriendo carencias en vivienda, salud, educación y empleo, por eso, la estrategia para las misiones este 2019 fue generar un entorno habitacional que brinde seguridad y dignidad a la población más apartada de la comuna de Curanilahue, en la provincia de Arauco. “La idea central de este voluntariado fue construir las condiciones adecuadas para que las casas no sean un peligro para la salud, recuperación y/o rehabilitación de las familias”, expresa Luis Cuevas, Jefe de Operación Social del Hogar de Cristo.

Además de pintar casas, cambiar techumbres, forrar dormitorios y modificar viviendas para generar accesos más inclusivos, los alumnos generaron vínculos, se interesaron por la vida y las dificultades de los más excluidos, para quienes durante mucho tiempo, el abandono ha sido la peor carencia. “En la casa de todas las familias había mucha dignidad, mucho amor; ahí se apreciaba el empuje”, cuenta Pamela Beltrán. “Los adultos mayores se emocionaban,  imagínate que muchos de ellos viven solos, los únicos que están con ellos son las cuidadoras del Hogar de Cristo y, de repente, llegan a chiquillos con ganas de conversar y de generar lazos. Fue bien emocionante, no sólo se construían mejoras en las casas, también se establecían relaciones humanas, conversaciones”.

Estando en compañía de los más excluidos, muchos  jóvenes comprendieron que las personas de ese territorio, del que en ocasiones se habían sentido distantes, ahora eran parte de sus vidas. “Los alumnos se interesaron por las historias y las dificultades de los más excluidos. Además de entregar su tiempo y lograr mejoras concretas, la actividad contribuye a generarles conciencia social. Eso los  convierte en líderes y contribuye a construir un modelo de sociedad en que, como decía Mario Benedetti, la indiferencia pasa a ser una palabra obscena”, reflexiona Héctor Higuera, jefe social territorial de Ñuble del Hogar de Cristo.

 

 

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