Siete autores con discapacidad mental fueron destacados en un acto, donde Hogar de Cristo lanzó un sencillo pero sorprendente libro que recoge 30 cuentos, poemas y textos autobiográficos escritos en talleres literarios que promueven la integración de adultos con discapacidad intelectual, notablemente dotados para la aventura de crear.
Por Ximena Torres Cautivo
16 Abril 2019 a las
17:17
“El de los ojitos verdes es mi gavioto, mi pololo, Alejandro Juan, se llama”, nos cuenta la autora del cuento “El gavioto y la gaviota”, Julia Barra, sentada en el panel de autores de la premiación del Quinto Concurso Literario para Personas con Discapacidad Mental, organizado por Fundación Rostros Nuevos del Hogar de Cristo, con el patrocinio de Senadis y el apoyo del Centro Cultural Gabriela Mistral. Julia nos indica a Alejandro, quien, orgullosísimo, la mira arrobado desde el público.
En un emotivo y entretenido acto celebrado en el GAM, fueron destacados 7 escritores y sus cuentos: Héctor Chappa (57), por “Realidades”; Catalina Estrada (58), por “El árbol”; Enrique Belmar (62), por “Identidad”; María Aedo (49) “Fin”; Manuel Leiva (55) por “Cachando el mote”; Diego Gamboa (23), “Mi vida” y William Ortiz (50), por “Visita a El Carmen”. El evento tuvo lectura de algunas obras en video, hechas por los mismos autores, como Julia Barra, que, plácida y bellamente, leyó su historia de amor entre gaviotos; música de un grupo dirigido por el profesor Jaime Maturana, llamado Coro de la Inclusión de la Municipalidad de La Granja; discursos de la presidenta del jurado, Kristina Cordero, y del profesor y poeta Jaime Bristillo, quien impartió tres talleres literarios por los que pasaron 55 personas con discapacidad mental de extrema vulnerabilidad económica, varios de los cuales figuran con sus obras en el libro que fue presentado en la ocasión.
“Vuelen, plumas” es el nombre que se le puso a la selección de 30 cuentos, textos autobiográficos y poemas, que dan forma a una sencilla pero apasionante publicación. El título es una invitación a seguir volándose creativamente para alcanzar mayores alturas creativas y también apunta a la sacudida de prejuicios que tiene como propósito la antología publicada, el concurso y los talleres literarios dirigidos por el profesor Bristillo. Hace meses nos había dicho que su primera conclusión al hacerlos fue que debía borrar algunos prejuicios, como que a los adultos con discapacidad hay que tratarlos como niños. “Son personas grandes con necesidades especiales, donde la afectividad y la empatía para lograr el acercamiento son claves, pero eso no significa infantilizarlos. Uno como monitor debe reconocer sus habilidades y desde ahí hacérselas notar a ellos mismos, ayudar a que ellos las descubran”.
Así le sucedió a Enrique Belmar, reconocido por su cuento “Identidad”. Dice: “Fue una maravilla embarcarme en la aventura de crear, y se lo agradezco profundamente al Hogar de Cristo”. Con sencillez dice que no le costó nada “dar a luz” su obra. “La tenía dentro”. Y que el taller le aportó mucho en su desarrollo personal. Participante de un programa de Rostros Nuevos, hoy trabaja como asistente de bodega en las tiendas Tricot, donde “me han recibido solidariamente y están orgullosos de mí. Ahora voy a llevarles el libro y sé que se sentirán orgullosos de mí”.
Jaime Bristilo recordó que 8 de sus 55 alumnos eran analfabetos. “Pero tenían el impulso y el interés de contar, y uno los ayuda tomando apuntes de sus historias. Ninguno tenía pudor de confesar que no era alfabetizado. Todos, lo que sabían y los que no sabían leer y escribir, tenían el impulso de lanzarse en esta aventura”, señaló y terminó rindiendo tributo a un autor sorpresivamente difunto, cuyo texto autobiográfico impreso en el libro se llama “Soy Luis Francisco Matamala Pizarro”, y que, dentro de la pena que provoca su partida, es una manifestación de su vida, su genio y su figura.
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