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Opinión: Un país con los ojos y el corazón abiertos

En época de balances y cuando estamos a punto de iniciar un nuevo año, cabe preguntarse cuánto hemos visto la pobreza y qué hemos hecho frente a ella. Una reflexión individual, pero que con mayor razón debería interpelar a las autoridades. Diez fotógrafos son destacados en un libro del Hogar de Cristo por hacer visibles a los grupos más desposeídos y marginados de nuestro país. Así presentó ayer esta reseña de nuestro libro.
Por María Teresa Cárdenas
Diciembre 29, 2025

“¿Para qué sirve el arte, para qué se ejerce, si no es también para encontrarse?”. La pregunta, que es al mismo tiempo una respuesta, la formuló el poeta Elicura Chihuailaf a propósito de la serie de fotografías de Lincoyán Parada reunidas en la exposición “El mapuche con buenos ojos” (2006) y en el libro homónimo.

A fines de noviembre, se presentó “Ojos que Ven, Corazones que Sienten”, que recoge casi un siglo de fotos conmovedoras sobre aquello que duele ver.

Ahora es la periodista Ximena Torres Cautivo quien cita esas palabras en “Ojos que ven, corazones que sienten”. Una antología de fotografía social publicada recientemente por el Hogar de Cristo y de la cual ella es editora y autora de los textos. De ancestros huilliches y nacido en Santiago, Lincoyán Parada retrató durante años a las mismas familias al sur de Concepción.

“Me parece que desea dejarnos muy en claro que su decisión de recorrer cámara en mano nuestra región mapuche no fue para capturar imágenes de otro, sino para fotografiarse a sí mismo y a su mundo, el mundo que también le pertenece”, observó Elicura Chihuailaf.

Parada es uno de los diez profesionales seis hombres y cuatro mujeres relevados en este volumen por hacer visibles a los grupos tradicionalmente más desposeídos y marginados de nuestro país, así como a los que se han ido sumando en los últimos años.

Con los ojos bien abiertos, y poniendo el corazón en ello, Antonio Quintana, Marcos Chamudes, Sergio Larraín, Helen Hughes, Kena Lorenzini, Alejandro Maltés, Carolina Vargas, Ximena Hinzpeter y Cristóbal Olivares completan un valioso registro que se inicia en la primera mitad del siglo veinte y llega hasta nuestros días. Podemos ver a obreros, mineros, artesanos, familias mapuche; niños de la calle; el leprosario de Rapa Nui (1952); mujeres pobladoras; campamentos levantados en los años 80 por cientos de familias sin casa y sin trabajo; ollas comunes; la desgarradora evidencia de la represión, con el descubrimiento de cadáveres de campesinos en los hornos de Lonquén, en 1978; las artesanas huilliche de Huentelolén; los migrantes que se multiplican en el centro de la capital, e incluso a quienes perdieron sus modestas viviendas y enseres en los incendios de Viña del Mar, en 2024.

THE GREATEST HIST DEL RRSS

Fotos de Chamudes, Parada y Hugues

En el prólogo, Sonia Montecino destaca la importancia de la fotografía “como herramienta de conciencia social, memoria y denuncia”. Y señala que este libro “es un testimonio que no solo mira la pobreza, la tragedia o la pena, sino que nos obliga a contemplar la supervivencia, la resistencia, la organización y la dignidad que fluyen de lo que hemos relegado a los márgenes”. Pero la contemplación es un primer paso mirar con atención, que necesariamente conlleva el siguiente: descubrir cómo esa memoria y algunas de esas realidades persisten y golpean nuestras conciencias.

Como la de esos más de 50 mil hombres y mujeres que hoy viven en la calle según el dato que entrega la editora y sufren una “pobreza dura y cruda, invisible, despreciada”. En época de balances y cuando estamos a punto de iniciar un nuevo año, cabe preguntarse cuánto hemos visto la pobreza y qué hemos hecho frente a ella.
Una reflexión individual, pero que con mayor razón debería interpelar a las autoridades. Al Gobierno actual, que terminará su gestión en tres meses, y al que ya está barajando los nombres de sus futuros ministros y subsecretarios. También a los parlamentarios antiguos y a los que asumirán sus tareas en marzo. Todos ellos deberían tener en sus manos este libro que en ningún caso agota el tema, para ver con el corazón las necesidades y la dignidad de las personas más desfavorecidas, y actuar en consecuencia.

La filósofa española Adela Cortina acuñó el término aporofobia para referirse al odio o aversión a los pobres, y lo distinguió de la xenofobia, contra el extranjero, porque vio que en el rechazo a la inmigración lo que domina es en realidad el desprecio hacia el foráneo sin recursos económicos. Un fenómeno mundial, al que en Chile se suma la percepción de inseguridad instalada en la población y que de manera simplista y poco reflexiva confunde pobreza con delincuencia. A través de sus imágenes y de la experiencia con sus fotografiados, estos diez artistas contribuyen a echar abajo esos prejuicios.

Así como Lincoyán Parada, cada uno pudo ver a los otros a través del lente y encontrarse a sí mismo.
>Más allá de las cifras y medidas macroeconómicas, no está de más recordar e insistir en cuánto pueden contribuir el arte y la cultura a tener un país más cohesionado, que se mire de frente y con los ojos bien abiertos. Diez fotógrafos son destacados en un libro del Hogar de Cristo por hacer visibles a los grupos más desposeídos y marginados de nuestro país.

La columna que publicó ayer María Teresa Cárdenas y que es una sensible llamado a la conciencia social, es especial de las autoridades.