En el Mes de la Mujer, destacamos a otra notable líder chilena:
Viola Chilensis
Fue tan adelantada, emancipada, creativa y libre que hasta tiene el nombre del color que representa al feminismo. Eso no lo sabía ciertamente su mamá, más preocupada de dar de comer a sus 9 hijos, cuando la bautizó. “Mi mamá, qué gran orgullo, si aprovechaba hasta el yuyo”, escribe en décimas Violeta Parra sobre Clarisa Sandoval, su madre. Nosotros rescatamos el texto de “1944-2024: 80 avances para reducir la pobreza en Chile”, libro imprescindible, donde la Viola Chilensis es uno de los personajes destacados.
Por Ximena Torres Cautivo
13 Marzo 2025 a las
20:36
“Andaba por los campos con una grabadora Phillips más grande y pesada que maletín de gasfíter”, recordaba su hermano y cómplice, el antipoeta Nicanor Parra sobre el trabajo de investigación, recopilación y creación artística en que se embarcó Violeta del Carmen Parra Sandoval en los años 50.
Fue cuando descubrió el valor literario de “las décimas”. La magia se produjo en una conversación transformadora de lo que había sido hasta entonces su quehacer y su crecer.
El antipoeta y profesor Nicanor Parra se lo explicó a Leonidas Morales en una conversación apasionante titulada “La Última Canción de Violeta Parra”, que se convirtió en libro. Ahí le cuenta que una tarde cualquiera él le leyó a Violeta varias décimas recopiladas por el lingüista, filólogo, lexicógrafo y folclorista alemán naturalizado chileno, Rodolfo Lenz, y que ella le replicó “¡Pero si esas son las canciones de borrachos! ¡De los borrachos de Chillán!”.
Entusiasmada de que su hermano intelectual, profesor y poeta, estudiara algo que ella conocía tan bien, en un par de días volvió con una recopilación de coplas abrumadora. Hasta ese momento, ella y su hermana Hilda, se habían ganado la vida en boliches proletarios de barrios populares cantando desde boleros hasta tonadas.
Ahora Violeta empezaba a comprender dónde estaba la diferencia y cómo ella podía marcarla.
En la misma conversación con Morales, Nicanor hace notar cuán imbricada estaba desde niña la artista con esa métrica que contenía de lo humano y lo divino, tal como lo narraban los cantores populares de su natal San Carlos, en la región del Maule.
“Yo recuerdo frases que decía ella, cuando muy niña, en Chillán. Frases de ella de la época. Me llamó mucho la atención la siguiente: ¡Viva el Dieciocho de Septiembre / con pulgas, piojos y liendres! Y esta otra: La calle principal de Chillán es Libertad. Entonces los niños jugaban y decían en su juego: Mi papá con mi mamá/ se agarraron a patás/ en la calle Libertá”, recordaba Nicanor.
Y agrega en esas conversaciones sobre su hermana: “Los muchachos del barrio, los pelusas, los amigos, eran todos gente muy precaria. Todos eran niños descalzos, niños sin zapatos. Y cantaban: En una mesa te puse/ un ramillete de flores/ María, no seas ingrata/ regálame tus amores. Violeta decía: En una mesa te puse/ un plato de chicharrones/ María, no seas ingrata/ Abájate los calzones. Ahí están los orígenes de la antipoesía. Por una parte, el establecimiento, diría yo potifrunci, y enseguida la libertad de la imaginación infantil”.
AMOR CRÍTICA, JUEGO
Violeta Parra se empeñó en rescatar esa poesía popular y darle, como se dice hoy, visibilidad. Rescató la música de los campos chilenos, las construcciones poéticas, la sabiduría popular, y la llevó a las más altas cumbres creativas. Ella sentó las bases del movimiento conocido como “la nueva canción chilena”, rescató la identidad cultural del Chile popular, dignificó el folclor.
En cuanto a contenido, su música tiene de todo: amor, crítica social, juego.
Fue una creadora completa y un modelo a nivel latinoamericano para el resto del mundo. Todo, pese a provenir de una familia pobre y campesina.
A no tener estudios superiores.
A ser mujer.
En 1964, cuando se convirtió en la primera latinoamericana invitada a exponer individualmente en el Museo del Louvre, en París, tuvo su graduación mundial como la tremenda artista que fue. Allí expuso sus arpilleras, esculturas en alambres, óleos.
El 5 de febrero de 1967, se pegó un balazo en la sien. Murió en su carpa de La Reina, deprimida por amor y por política. Dejó una carta de despedida de cuero de diablo que Nicanor nunca hizo pública y decenas de canciones poemas universales maravillosas. Como la contradictoria –dadas las circunstancias de su muerte–: “Gracias a la vida”.