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Un martes de abril en la biblioteca

Todos los años celebramos el Día Mundial del Libro y la Lectura en la Casa de Acogida Josse Van der Rest, donde funciona una biblioteca pública que está abierta a la comunidad de Estación Central. Este 23 de abril, que recuerda la muerte de Shakespeare, Cervantes e Inca Garcilaso, volvimos a reconocer el valor sanador de la literatura y el tremendo catálogo de atractivas publicaciones del Hogar de Cristo.

Por Ximena Torres Cautivo

6 Mayo 2024 a las 22:19

“Los martes en la biblioteca pública que funciona en la Casa de Acogida Josse Van der Rest del Hogar de Cristo siempre son enriquecedores. No en vano hay un libro escrito sobre lo que sucede ese día en ese lugar. La obra homónima es de dos voluntarios, la trabajadora social Isabel Araya y su amigo Pepe García, quienes durante años organizaron ahí un taller literario.

En ese texto quedaron retratadas “las intimidades de personas en situación de calle, aquellas que se encuentran en una condición temporal, permanente o crónica de exclusión social y extrema pobreza, con carencia de hogar y una ruptura total o parcial con su familia, que sobreviven en las calles y en los puentes, pero que encontraron en esta institución un cálido espacio de convivencia”, dijo en 2020, cuando se lanzó el libro, Pedro Pablo Zegers.

Este pasado martes 23 de abril, cuando en todo el mundo se celebraba el Día Mundial del Libro y La Lectura, la cita en la biblioteca ubicada en Estación Central fue emocionante. Como siempre. Dulce y entretenida, gracias a los jugos, el café y los queques y dulces, que disfrutaron los residentes de la casa, vecinos, usuarios de la biblioteca, una representante de las Bibliotecas Públicas de Chile, y trabajadores de la casa matriz y programas sociales cercanos.

Hogar de Cristo celebró  el Día del Libro y reinaguró la biblioteca comunitaria en Estación Central. Isabel Araya, autora de Los Martes en la Biblioteca, fue una de las participantes de la celebración. AGENCIA BLACKOUT.

Tres autores del ya amplio catálogo de la Editorial Hogar de Cristo y el capellán de la fundación, José Francisco Yuraszeck, fueron los autores de un conmovedor “cadáver exquisito” en el acto de conmemoración del Día del Libro. Salieron adelante, frente al variopinto público ya descrito, para hacer juntos esa creación colectiva que idearon los surrealistas hace ya cien años Isabel Araya, William Ortiz y Katherine Lavín. Los cuatro debían abordar de manera conjunta un tema central del Hogar de Cristo: la pobreza.

Partió el anfitrión, el capellán. Y leyó lo siguiente: “Me gusta e inspira la palabra del cantor que reza: bienaventurados los pobres porque saben con certeza que no ha de quererles nadie por su riqueza”. Un “robo” al catalán Joan Manuel Serrat que aparece en esa precisa canción que se llama “Bienaventurados”.

Después le tocó el turno a Isabel Araya, quien el viernes anterior había lanzado su cuarto libro. Esta vez de poemas. “Re-versos”. Muy emocionada recordó los martes que pasó en esta biblioteca y lo cómoda que se sentía. Realmente, como de vuelta a casa. Más emoción aún le provocó constatar que de los 16 perfiles que contiene el libro “Los Martes en la Biblioteca”, la mitad de esos viejos amigos ya no estaban físicamente en este mundo. En 2020, cuando se lanzó el libro,  dos de ellos habían muerto. Ahora se han sumado otros seis. Así es la vida y la consecuencia de haber vivido durante décadas en la calle.

ISABEL, WILLIAM Y KATHERINE

El siempre talentoso William Ortiz, ganador en tres oportunidades del concurso de creación literaria para personas con discapacidad mental, Vuelen Plumas, apareció ahora con un recién publicado “Poemario Atravesado”, como lo tituló. Y una reflexión sobre la pobreza en torno a una pelota de fútbol.

–Nací y viví tres años en un campamento llamado “La Unión”. Durante mi niñez jugué haciendo pelotas y pasteles de barro como panecitos en una pileta que era para todos los vecinos. Por otro lado, mi madre con un balde de agua y en una artesa lavaba la ropa, la refregaba con jabón gringo y a la vez me miraba y vigilaba cómo jugaba. Mi papá trabajaba en el PEM (Programa de Empleo Mínimo, en tiempos de dictadura) y me llevaba a la cancha cuando él jugaba a la pelota.

“Mi almuerzo era en la iglesia, un comedor que tenían los curitas. Los sábados y domingos había sopa de huesos. Mi vestimenta era ropa usada que me regalaba una tía. Las camas eran regalo de una prima de mi mamá y las sábanas eran de sacos de harina. De las pelotas de barro pasé a las pelotas de trapo, a medida que iba creciendo pasé a la pelota de plástico.

Luego, cuando pavimentaron algunas calles, tenía alrededor de 10, 12 años, en las noches jugaba con mis amigos en la calle como cancha, entre las veredas como límites del campo de juego y los árboles como pórticos imaginarios. En el día, las canchas en las que jugábamos eran un campo gigante de tierra y piedras, una caída era lesión segura. Siempre jugué por el mismo Club de Futbol Amateur La Unión. Mi pobreza estuvo ligada al futbol o el futbol estuvo ligado a mi pobreza. Eso es lo que viví”.

William Ortiz ha ganado varias versiones del concurso de creación literaria Vuelen Plumas. Sus Microrelatos atravesados son un poema. Y ahora escribe poemas. AGENCIA BLACKOUT

Aplauso cerrado. Y felicidad total, porque a su incesante producción literaria, William suma una muy buena noticia: “Me salió el subsidio habitacional”. Y su mamá se jubila. Cerrará su puesto en La Vega. Seguirán viviendo muy juntos, pero no revueltos. Cada uno en su casa.

Cerró las intervenciones Katherine Lavín, otro conmovedor caso de éxito y de resiliencia. Esta joven mujer que hoy trabaja a diario por superar la negra etapa que vivió en situación de calle, sumida en el consumo de todo tipo de drogas, al margen de sus hijos y de su familia, logró sanarse con la ayuda del equipo del programa terapéutico para mujeres de Quilicura.

La ayudó sobre todo escribir su dura experiencia. “Mi vivencia escondida en un mundo son vida” es el texto autobiográfico que publicó con ayuda de la editorial del Hogar de Cristo en 2013. Y su mayor estímulo para lograr dejar atrás ese infierno fue el nacimiento de Bastián, el cuarto de sus hijos. Un niño que a diario la estimula a levantarse y salir adelante contra todas las dificultades que enfrenta. Ahora mismo cruza los dedos, se encomienda y sueña con tener una vivienda de emergencia en el patio de su mamá, para lo que ya ha iniciado todas las acciones necesarias.

Katherine Lavín es un ejemplo de superación y merece lo mejor. Aquí en el martes en la biblioteca. AGENCIA BLACKOUT

Tener un hijo, plantar un árbol, escribir un libro. Eso han hecho –y más de una vez– Isabel, William y Kathy, tres autores que forman parte del catálogo de autores de la Editorial Hogar de Cristo, que te invitamos a conocer en nuestra sección de Publicaciones.

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