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Paola Ramírez:

“Salir de la cárcel fue volver a la vida”

Vivió en situación de calle, fue trabajadora sexual y estuvo privada de libertad durante cinco años en la cárcel femenina de San Joaquín. Después de obtener la libertad, llegó a una casa de acogida y consiguió trabajo como telefonista. Hoy estudia y es voluntaria en Mujer Levántate y lidera Mujeres Libres Chile, ambas organizaciones enfocadas en la reinserción de mujeres vulneradas.

Por Matías Concha P. 

6 Julio 2023 a las 19:05

Paola se levanta, sube al escenario y toma el micrófono frente a más de cien personas en una liturgia de “Nadie menos por la Droga”, un colectivo liderado por el ex capellán del Hogar de Cristo, Pablo Walker, y la reconocida hermana Nelly León Correa, capellana de la Cárcel de Mujeres de San Joaquín y fundadora de la Fundación Mujer Levántate. Nos encontramos en la Capilla Las Ánimas, en Teatinos 765, pleno centro de Santiago.

El templo, construido en 1906 y declarado Inmueble de Conservación Histórica, no abría sus puertas desde el terremoto de 2010. Hoy, lunes 26 de junio de 2023, está repleto y reúne a madres, padres, jóvenes y niños que han perdido a un ser querido producto del consumo de droga, la guerra entre narcos o bandas dedicadas al narcotráfico.

—Estoy acá para contarles mi historia… Un espanto de vida que llegó a su fin cuando me di cuenta que buscaba en el consumo lo que no encontraba en la vida.

1 año privada de libertad

Paola Ramírez Arratia (53) es una ejecutiva de atención al cliente en una multitienda y estudia Técnico en Prevención y Rehabilitación de Adicciones en Enac. Una nueva vida que comenzó el 5 de mayo de 2016, cuando por fin consiguió la libertad condicional, después de cinco años recluida en la cárcel de mujeres de San Joaquín.

—Salir de ahí fue volver a la vida, quería ayudar a muchas mujeres para hacer un cambio. Pensé que para hacerlo tenía que hacerlo bien, prepararme y estudiar. Así comenzó todo, pero primero tuve que vivir un proceso de sanación muy potente.

Paola creció en la población La Palmilla, en Conchalí, y fue criada por su abuela luego de que sus padres se separaran. Su padre, un hombre maltratador, las abandonó, y su madre, a cargo de cuatro niños, comenzó a trabajar sin descanso. Ella quedó al cuidado de una abuela distante y estricta, que jamás la hizo sentir querida.

—Fue una extraña forma de crecer, muy sola.

De a poco, cuenta, comenzó a juntarse con personas mayores que ella, quienes la invitaron a sumarse a un asalto a un minimarket en Pudahuel. Tenía 14 años.

1 año y medio privada de libertad

Paola conoce a su nieto, ya lleva 1 año y medio privada de libertad

—Me encantaba la vida al límite que llevaban, los asaltos, escapar de la policía. Así es como me invitaron a unirme, haciendo de sapa arriba de un árbol, después me decían que era súper astuta… Imagina, lo primero que me compré con el asalto fue un Súper 8, así de chica era.

Paola abandonó el colegio. No alcanzó a terminar primero medio. Se fue a vivir sola y, al poco tiempo, con solo 16 años, quedó embarazada de otro adolescente, quien, además de introducirla en el consumo de marihuana y éxtasis, la golpeaba.

—Esa época es bien borrosa, volví a vivir un tiempo con mi mamá, nació mi hija pero como seguía con el consumo, mi mamá me echó de la casa y se quedó con mi guagüita. Yo seguía con este tipo que me pegaba pero no me importaba nada. Era una cabra chica de 15 años. A un costado de la carretera 68, monté un ruco que se convirtió en mi casa.

Al poco tiempo, Paola volvió a quedar embarazada y su madre la recibió nuevamente. Para hacerse cargo, empezó a buscar trabajo y se encontró con un aviso en el diario que decía: “Se necesita señorita de buena presencia para recepcionista en sauna”.

–Tenía 19 años, era bonita, chiquitita. Me dijeron que se había acabado el puesto de recepcionista, pero que podía ser “niña”. Así me convertí en prostituta, mi mamá no tuvo problemas con eso, y fue lo ideal porque trabajaba de noche. Todo fue tan impulsivo, me sentía súper capa, valiente, bonita. Era del gusto de los chinos y me dejaban mucha plata.

Paola, junto a sus dos hijas, recluida en un centro de rehabilitación. Tenía 25 años.

Durante un año, Paola trabajó en eso, hasta que logró juntar suficiente dinero para poner un local para vender pantalones en un persa. Lo empezó a administrar con una nueva pareja, que finalmente la estafó y se llevó todo el dinero y la mercadería.

—Perdí absolutamente todo, me quedé con lo puesto, así que tomé a mi hija y nos fuimos a un prostíbulo, una casona vieja, necesitaba trabajar. Creo que le di pena a la señora y me dejó estar en una pieza al lado del prostíbulo con mi hija. Esa época es triste, volví a consumir y a depender de los clientes, me empezaron a llamar “Cindy”.

—Qué duro.

—Sí, me tocó ver desde un aborto, la muerte de una niña en manos de uno de los jefes, que le apretó el cuello y “se le pasó la mano” y la asesinó…, hasta la violencia que ejercían los policías con las mujeres. Olvídate: ellos no pagaban, entraban y se atendían gratis.

—¿Y qué pasó con esa niña?

—Se llamaba Jenny, era muy joven, la sacaron en una frazada y la tiraron al canal San Carlos.

—¿Cómo lograste salir de ahí?

—La adicción era demasiado fuerte, la coca te hace sentir segura, empoderada, pero sin consumo sientes que no te mereces nada, que nadie te va a querer o amar por ser prostituta. Es todo muy ambivalente y borroso. Al final, saqué fuerzas de mi hija.

¿CÓMO VAS A VOLVER DE NUEVO?

Paola estuvo un tiempo en rehabilitación en La Serena. Al salir, quedó embarazada de su tercera hija y trató de buscar un trabajo. Fue reponedora en un supermercado y también trabajó haciendo aseo; pero no le alcanzaba para sus tres niñas.

—No me daba para la comida, les podía dar pan y leche en la mañana, por eso trataba de que se durmieran temprano para que no sintieran tanta hambre en la noche.

La desesperación la llevó a considerar volver a la prostitución cuando un conocido ofreció prestarle dinero. Su amigo, le dijo: “Cómo vas a volver de nuevo. Tú eres viva, perfectamente puedes dirigir una empresa de niñas”.

Su amigo le pasó 500 mil pesos y arrendó un departamento con tres habitaciones en el centro de Santiago, que convirtió en un lucrativo prostíbulo manejado por ella.

Paola y sus dos hijas en la playa, a un año de la cárcel

—Me empezó a ir demasiado bien, llegué a tener cuatro prostíbulos en el centro con 25 mujeres a cargo mío. Yo era correcta con los pagos, les pagaba el 50 por ciento de los servicios, mientras que los proxenetas te pasaban con suerte el 30 por ciento de tu pega. No permitía que las niñas consumieran o que hubiera golpes o maltratos.

—¿Cómo cambió la vida de tu familia?

—Me obsesioné con tener el refrigerado repleto de comida, puse a mis niñas en un colegio particular y arrendé una casa preciosa. Tenía dos estufas, una en el primer piso y otra en el segundo. Estaba obsesionada con que jamás volvieran a pasar frío.

Paola y sus dos hijas

La tranquilidad acabó cuando Paola comenzó a tener problemas con un proxeneta del sector, que terminó en un enfrentamiento a balazos en pleno centro de Santiago. Fue tomada detenida y más tarde condenada a siete años de cárcel como autora intelectual de homicidio calificado.

—¿Qué pasó con tus hijas?

—Se tuvieron que ir a vivir con mi mamá, porque me quemaron la casa y perdimos todo lo que habíamos logrado. También me cerraron una peluquería, una churrasquería, todo cerró o quebró con el tiempo.

¿POR QUÉ ME HACES ESTO?

El 27 de julio de 2011, Paola entró a la cárcel femenina de San Joaquín. Dice que por primera vez en su vida, llorando, se puso de rodillas y rezó. Le dijo a Dios: “Me hai dado una vida de mierda, de soledad y mierda, yo no disparé y no maté a nadie. ¿Por qué me hace esto? No quiero saber nada más de ti”.

La mayor de sus hijas quedó a cargo de las chicas, y entre ellas se cuidaban en la casa de su abuela. La única preocupación de Paola era poder salir para volver a estar con ellas. Para eso tomó todos los cursos y capacitaciones que pudo. Terminó su educación escolar, estudió pastelería y enfermería. También tomó talleres de control sobre la ira, de autocuidado, empoderamiento, y entró a un programa de intervención de la Fundación Mujer Levántate.

Paola privada de libertad en un taller de Infocap

Una figura clave en su proceso fue la hermana Nelly, fundadora de Mujer Levántate. En ese lugar la capellana ayudó a que Paola lograra vincularse con sus hijas por medio de un programa de “visitas protegidas” que dignifica el encuentro familiar sin exponer a los niños a la engorrosa revisión de Gendarmería.

—Volver a ver a mis hijas fue lo que me tiró para arriba. De a poco, comencé a rearmarme. Me trató una psicóloga, una terapeuta ocupacional, empecé a estudiar, a hacerme cargo de mi historia. Me emociona, no es fácil entender que tus acciones te llevaron a la cárcel. Con el tiempo fui capaz de volver a entrar a la iglesia, me senté y vi la figura de Jesús que me miraba, fue como volver a casa. Sentí como me dijo: “Bienvenida”.

Hermana Nelly junto al Papa Francisco y Paola

El 5 de mayo de 2016 es una fecha que Paola Ramírez no olvida.

Ese día consiguió la libertad condicional, después de cinco años recluida en la cárcel de mujeres de San Joaquín. Hoy estudia Técnico en Prevención y Rehabilitación de Adicciones en Enac y es voluntaria en Mujer Levántate y lidera Mujeres Libres Chile, una fundación que brinde ayuda a mujeres en la búsqueda de trabajo, como también contención en todo el proceso que implica salir en libertad.

 

Si quieres colaborar con procesos de rehabilitación por consumo problemático de drogas, involúcrate y pincha aquí. 

 

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