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Sebastián Bowen: 100 personas se “campamentizan” al día en Chile

Por eso, hoy más de 120 mil familias viven en asentamientos precarios en Chile. Aprovechando la coyuntura presidencial, Déficit Cero, fundación que dirige, Bowen entrevistó a los candidatos con más chance en una serie llamada “Habitar el Cargo”. Pero en “Hora de Conversar” profundizó sobre los que no tienen ni cargo ni dónde habitar. Sobre soluciones habitacionales para los más vulnerables, que son parte de las propuestas de políticas públicas que Hogar de Cristo ha compartido con los presidenciables y sus equipos técnicos.
Por Ximena Torres Cautivo
Junio 26, 2025

“Habitar el cargo” es una frase que se instaló en este gobierno y ha sido motivo de discusiones semánticas e ideológicas, según la vereda ideológica que se pise.

Con ingenio, fundación Déficit Cero la usó para una serie de 8 programas donde los candidatos presidenciales con más proyección son entrevistados por Sebastián Bowen (42), su director ejecutivo. Hablan de su propia historia de habitabilidad, de sus barrios de infancia y de sus planes en la materia en el caso de que resulten electos.

Una buena manera para que Déficit Cero instale sus propias propuestas de política pública.

En Hora de Conversar, entrevistamos a Sebastián Bowen, master en políticas de Desarrollo de la Universidad de Duke y experto en el tema de campamentos, para abordar la realidad de los que no tienen ni cargo ni vivienda que habitar. Las personas en situación de calle, los adultos mayores en pobreza y abandono, los jóvenes que egresan del sistema de protección del Estado al cumplir 18 años, las mujeres que se ven obligadas a dejar su hogar por violencia intrafamiliar… Esos grupos poblacionales para los cuales no existen opciones de subsidios porque no cuentan con capacidad de ahorro y están a años luz de contar con un techo protector.

UN PURO MARTILLO

Para responder sobre esas necesidades, Bowen parte y cierra la conversación con una metáfora:

–Desde los años 90 hasta el 2010, Chile tuvo una demanda de vivienda homogénea y una respuesta del Estado también homogénea: los subsidios. Hemos trabajado con una caja de herramientas con una sola o muy pocas herramientas dentro. Eso funcionó mientras el país crecía mucho. Teníamos un subsidio para la población más vulnerable, uno para clase media, y para todo lo demás estaba el mercado. La gente postulaba a créditos hipotecarios. Hoy el país ha mutado. La demanda se ha vuelto altamente diversa; esa caja de herramientas ya no es suficiente.

Sebastián Bowen usa la metáfora de la caja de herramientas para describir qué ha pasado con las políticas habitacionales en Chile. “Había una o muy pocas herramientas para atender la demanda”.

–¿Qué nuevas herramientas debería contener?

–Hay que dotarla de herramientas para unos y otros grupos del espectro social. Por un lado, para los sectores medios y tienen que estar más asociadas con políticas de apoyo. Un ejemplo, el subsidio al arriendo y al acceso al crédito hipotecario. Por el otro, la población que ha quedado fuera del sistema habitacional por su vulnerabilidad, requiere de soluciones más asociadas con políticas de acogida, de emergencia, de inclusión dentro de un sistema más estructural. Ahí caben todos los perfiles de la población que mencionaste: adultos mayores, jóvenes que salen de las residencias de protección, personas que viven en la calle. Población marginada y que requiere soluciones focalizadas, específicas para ellas.

VIVIENDA PRIMERO

Para la opinión pública, sostiene Bowen, la crisis está muy asociada a la población que vive en campamentos. “Pero esa es solo la punta del problema. Debajo del agua se esconde una multiplicidad de expresiones de vulnerabilidad habitacional que hacen que esto en verdad sea muchísimo más grande y grave que lo que vemos”.

–¿Cómo nos encargamos de esta realidad diversa, “mucho más grande y grave de lo que vemos”?

–Hay que reconocer que el esfuerzo del gobierno anterior y de este gobierno ha sido comenzar a diversificar las herramientas. Por ejemplo, avanzando en temas de micro densificación. O sea, de esas familias que tienen un terreno de 150 metros, que fue entregado hace 50 años y hoy acoge a cuatro familias, tres de las cuales son allegadas. Esas familias se apiñan ahí, hacinadas en cuatro mediaguas, cuando se podrían construir cuatro viviendas hacia arriba, en altura.

–Eso significa olvidarse del ideal tan chileno de la casita con jardín.

–No necesariamente, porque, insisto, la demanda es diversa. Hay familias que probablemente quieran eso y van a poder hacerlo. Pero olvídate si quieres vivir en el centro de la ciudad. Ahí va a haber una mayor densificación, no a la manera de los guetos verticales, pero sí una mayor densidad.

Mabel vivió durante años en la calle, en las inmediaciones de los hospitales. Hoy es beneficiaria de Vivienda Primero y comparte con otra mujer, con una vida tan dura como la de ella, un moderno departamento en Santiago Centro. AGENCIA BLACKOUT.

Menciona innovaciones “súper interesantes como las que el Hogar de Cristo conoce mejor que yo”.

Alude a Vivienda Primero, que logra sacar a las personas de la situación de calle entregándoles una vivienda sin exigirles pruebas de buena conducta. Este programa ha sacado ya casi a un millar de hombres y mujeres mayores de 50 años de la calle. “Lograr tener una vivienda no es el último escalón de la inclusión. No es el premio a la buena conducta, como se entendía hasta hace poco. Es el punto de partida para lograr tu sueño. Por eso, en Déficit Cero decimos que una casa no es una casa, sino un lugar donde se construye un futuro”.

Y agrega: “La casa es una palanca para producir el proceso de inclusión y necesitamos implementar más soluciones creativas del tipo Vivienda Primero para lograrlo. Este es un súper buen momento para que estas pequeñas herramientas que han ido surgiendo como pilotos se puedan escalar en el período de cuatro años de un próximo gobierno”.

 

PLANES REGULADORES OBSOLETOS

–Ustedes aspiran a que en los próximos 5 años se generen 100 mil viviendas en el país. ¿Cómo?  

Chile hoy necesita cambios más disruptivos. Hemos tenido un cambio brutal en nuestra población. Han cambiado las condiciones, las preferencias, las familias. A esto se suma el flujo migratorio. El Estado y sus políticas públicas no se han adaptado a esos cambios. De alguna manera, las políticas públicas están un poco obsoletas para lo que hoy se requiere.

 –¿Cómo lo ha hecho el actual gobierno en materia de vivienda?

–Yo pongo una nota sobresaliente en materia legislativa. Han tenido una mano legislativa muy fuerte, logrando varios consensos parlamentarios para ir avanzando en muchas leyes en materia de vivienda. Una muy significativa es la Ley de Integración Social y Urbana que despacha el gobierno anterior. Fue, cuando el actual ministro de Vivienda y Urbanismo presidía la Comisión de Vivienda del Senado. Por tanto, es una ley muy de Estado. Recientemente se aprueba la Ley de Subsidio de la Tasa y de un fondo de garantía justamente para el acceso al crédito hipotecario. Es importante, porque abre la ventana para otro tipo de mecanismos de apoyo estatal como garantía del crédito hipotecario.

Otra ley que destaca y que está en segundo trámite en el Senado, es la que busca agilizar la actualización de los planes reguladores comunales. “Eso también es súper clave, porque permitiría que las ciudades no estén obsoletas a la demanda. Actualizar los planos reguladores daría más salida a la obtención de suelo estatal para construir viviendas, lo que al final es la gran palanca para resolver la crisis habitacional. En la medida que tú tengas más suelo disponible, aumenta la oferta y al aumentar la oferta empalma con una demanda más grande y más diversa. Y ahí el rol estatal es vital”.

OBRAS SON AMORES

–¿En qué les pones mala nota a las actuales autoridades?

–En no haber fortalecido la alianza pública privada para que venga una inversión importante de vivienda social. También quiero recalcar que los temas centrales de la problemática habitacional que tenemos no pasan por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo. Eso es bien clave entenderlo. Por ejemplo, si tú creas un metro o inviertes en un servicio de tren, todo debe apalancarse con vivienda, con vivienda social. La planificación del Estado en torno a esa tremenda inversión de infraestructura que significan las líneas de Metro o el tren a Valparaíso debe incluir una inversión habitacional, en servicios, integrada, que hoy no se está dando. Nos enfrentamos al clásico problema del Estado chileno, que es sectorialista.

También acusa un problema grave de desconfianza.

–Chile es un país donde ha aumentado la desconfianza de todos lados. Desde el aparato público hacia el mundo privado y viceversa. La permisología refleja esto. Se piensa en implementar leyes contra esta excesiva permisología, pero finalmente lo que está en el fondo es una desconfianza tremenda y eso es lo que debemos solucionar.

Cómo se hace eso…

–Con pruebas, con obras.

¿FIJAR PRECIOS A LOS ARRIENDOS?

–Algunos sostienen que no hay nada más regresivo, discriminador y excluyente que la política habitacional que ha tenido Chile los últimos cincuenta años. ¿Compartes la afirmación?

–A veces a través de sus decisiones el Estado, incluso cuando busca ayudar, el remedio sale peor que la enfermedad. La segregación habitacional produce desigualdad, inequidad del punto de vista de las oportunidades. La segregación espacial hace que no nos encontremos y, al no encontrarnos, nos tememos y al temernos, desconfiamos. El Estado tiene un rol bien importante de implementar políticas que yo llamaría “des-segregadoras”. Cuando por tus decisiones ya segregaste y de alguna manera hipotecaste el futuro de muchas generaciones que partieron con una cancha desigual, tienes que corregir activamente. Y eso se logra con políticas des-segregadoras que en concreto implican una sobre inversión en esos barrios injustamente marginados.

Las personas en situación de calle no cuentan con ninguna capacidad de ahorro. Históricamente han estado fuera de cualquier posibilidad de acceder a una vivienda. Están aún más precarios que quienes viven en campamentos. AGENCIA BLACKOUT.

Comenta que en algunos países de Latinoamérica, el Estado ha sobre invertido en barrios altamente marginados. “Para eso se implementan incentivos tributarios invitando a las empresas a que se instalen ahí con sus respectivas casas matrices, lo que mejora todo el entorno. No se trata de gentrificar, sino de reparar el daño previo”.

–¿Habría que fijar los precios de los arriendos para un cierto segmento de la población, para los más vulnerables?

–No, fijar precios es siempre una mala solución, aunque se haga con la mejor de las intenciones. Creo que lo más eficiente es que el Estado genere un sistema de subsidios que promueva una oferta que empalme con el precio de esos subsidios. ¿Cómo se ajusta una cosa con la otra cosa? El sistema de concesiones es ideal para eso. El Estado pone el suelo y trae a un actor privado con o sin fines de lucro que construya en ese terreno.

 100 PERSONAS SE “CAMPAMENTIZAN” AL DÍA

–El precio de la vivienda se ha elevado tanto que supera tres veces el ingreso que tienen las personas para acceder a una casa. O sea, la casa propia es un sueño que ya nadie tiene.

–Tal cual. La gente hoy privilegia mucho más la idea del arriendo. Las políticas públicas tienen que responder a esa demanda con modalidades de arriendo, pero el arriendo goza de muy mala publicidad. Está muy instalada la idea de la casa propia en Chile. Eso no quita que haya un gran grupo que están prefiriendo el arriendo. Por ejemplo, un hogar unipersonal.

Hace notar que hoy esos hogares representan más del 20% del total. Son jóvenes, migrantes en espera de su familia, personas mayores, y prefieren arrendar. Ahí lo que corresponde desde la política pública es dotar de una muy buena propuesta de vivienda en arriendo para ese perfil de población. “El arriendo no es un reemplazo de la vivienda en propiedad; es un complemento. Una transición hacia la casa propia”.

–Los que no pueden arrendar se “campamentizan” lo que consiste en aferrarse a un suelo, que es lo que decía una figura ilustre del Hogar de Cristo, el cura belga Josse Van der Rest, conocido como “el padre de las mediaguas”.  

–Respecto a los campamentos, siempre digo que la población es como una suerte de río, va por un cauce. Y la política pública puede hacer que ese cauce avance más rápido, mejor, con menos riesgo. Con un nuevo Ministerio del Interior, sin temas de seguridad que coordinar, se podrá avanzar en estrategias conjuntas con los gobiernos regionales. Ir campamento por campamento, a ver cuál es la estrategia de solución. Eso se hace únicamente desde el terreno, con los que mejor lo conocen que son los alcaldes, los gobiernos regionales que deben trabajar de manera coordinada con el gobierno central. Es un trabajo de joyería y tampoco es ágil.

¿Tienes un pronóstico de en qué plazo podríamos acercarnos a solucionar la precariedad de los campamentos?

–Para que te hagas una idea: hoy, cada día, más de 100 personas se va a vivir a un campamento en Chile. Cien por día. Ese es el ritmo al que crece el problema. ¿De qué te habla eso? De que hay un sector de la población para nada minoritario, que dejó de confiar en los caminos institucionales para acceder a su solución habitacional. Y que está tomando esa solución por sus propias manos.

Comenta que en Latinoamérica la vivienda no es algo que el Estado o el mercado solamente proveen, sino que el sector informal y la propia gente a través de la autoconstrucción en algún terreno que encontró y se tomó.

“Eso es lo que se está instalando en Chile. Entonces, la primera tarea es impulsar la oferta, agilizarla, aumentarla, hacerla más rápida. Eso es lo único que hará que esas personas no se vayan a un campamento, sino que vuelvan a tomar el camino institucional para lograr su vivienda”, concluye Sebastián Bowen.