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Edgardo Cruz, del programa “Súmate Cree”: “Desde chico quería trabajar con el mundo carcelario”

12 Marzo 2019 a las 17:49

Es psicólogo con enfoque social comunitario y durante el año 2018 trabajó en la cárcel de Til Til con 24 jóvenes privados de libertad. Dice que se trata de “voces invisibilizadas” y por eso, asegura, “es importante como fundación apostar por ellos”.

Por Jacqueline Otey A.

Hace un año, Edgardo Cruz se incorporó a la Fundación Hogar de Cristo, como facilitador del programa “Súmate Cree”, que funcionó durante el año 2018 en la cárcel de Til Til y trabajó con 24 jóvenes privados de libertad.

El profesional reconoce que desde muy pequeño sintió interés por las personas segregadas o abandonadas dentro del sistema. “Desde chico quería trabajar con el mundo carcelario y cuando se me presentó esta oportunidad acepté”, dice.

Cuenta que los talleres que impartió en el recinto penitenciario –junto con Jorge González, jefe del programa- fue de Habilidades Socioemocionales. “Trabajamos con un grupo de jóvenes de entre 16 y 21 años y lo que hicimos fue desarrollar un vínculo para trabajar la reinserción cuando ellos se vayan una vez cumplidas sus condenas”, explica.

Para el psicólogo, la labor que realizaron con el grupo de jóvenes fue un viaje hacia el autoconocimiento. “Cuando llegamos a la cárcel nos encontramos con chicos que estaban fragmentados y con un discurso de adultos, ya que decían ´Quiero trabajar´. Sin embargo, no eran ellos los que hablaban, sino sus padres. Por eso nuestro empeño estuvo puesto en el conocimiento de sí mismos, de sus gustos e intereses, de empatía y reconocimiento de emociones”, recalca Cruz.

Estos jóvenes tienen historias muy crudas y hostiles desde pequeños.” Han sido vulnerados desde su primera infancia y el Estado no se hace cargo, no hay políticas públicas que los protejan y además son castigados”.

Según el psicólogo, a jóvenes en estas condiciones les cuesta confiar y por ello el desafío en los talleres fue generar vinculación y que les creyeran como dupla, para que participaran de las actividades. “Afortunadamente, después del primer mes estábamos en una relación muy rica. El taller tenía asistencia voluntaria y la de ellos fue excelente. Hoy creo que la recompensa fue el cariño y la confianza que depositaron en nosotros”, señaló.

Edgardo menciona que antes de iniciar los talleres, descartaron tener información previa de la historia delictual de cada joven. “Sin embargo, a medida que iba pasando el tiempo, ellos solos nos iban contando cuáles eran sus delitos”, afirma.

En el programa se encontraron con jóvenes que no han tenido oportunidades en su vida, que provienen de familias hacinadas en espacios mínimos, con padres alcohólicos y mamás drogadictas o viceversa o ambas cosas a la vez. “Son jóvenes que debieron trabajar desde muy pequeños y se encuentran con el robo y con toda esta vida que escogieron, pero que no han tenido una real oportunidad desde su infancia. Son voces que están invisibilizadas y por eso es importante como fundación apostar por ellos y seguir trabajando”.

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