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Gertrudis Gálvez:

“Me crié en el tiempo del silencio”

Con 85 años, recibe de pensión un poco más de 160 mil pesos al mes. Su pareja, con la que convive desde hace 15 años, gana casi lo mismo. Sumando ingresos, les alcanza para lo justo: pagar las cuentas, comer y movilizarse. Ella es parte del 4,4% de las mujeres sobre 60 años que se encuentran en situación de pobreza por ingresos.

Por María Luisa Galán

10 Marzo 2020 a las 14:28

 

“Mi madre era muy sumisa y una se crió así. Antiguamente, era el tiempo del silencio. No había defensa para las mujeres en esos años. Ahora no, la mujer va avanzado, en luchar por la vida, por las demás y por el país”, contó Gertrudis Gálvez (85) en el programa “Una nueva mañana” de radio Cooperativa a propósito de la campaña “Mujer y Pobreza” que Hogar de Cristo está liderando en redes sociales.

Gertrudis es participante del Hogar de Cristo desde hace más de 20 años, primero en el Centro Diurno y luego en el Programa de Atención Domiciliaria del Adulto Mayor (Padam) de Renca, recibiendo apoyo en mercadería y en temas psicosociales. Además, allí tiene la oportunidad de ser parte de talleres y paseos. De hecho, en febrero pasado, fue por el día a la playa, a Algarrobo, y la semana siguiente visitó el museo Jedimar, de TurBus. “Me considero una de las personas privilegiadas, ni soñaba que podría venir para acá. Ha sido una maravilla porque fuimos bien acogidas, respetadas, me siento como una reina”, declaró cuando estaba instalada después de un rico desayuno en el hotel Pacífico de Algarrobo.

Se caracteriza por ser una mujer activa y locuaz, y ve con esperanza la lucha que actualmente están liderando las mujeres. “Ahora todo está más adelantado, todo. Ahora a una la protege el Gobierno, los hospitales, el Hogar de Cristo, entonces uno se siente bien. Pero hay que seguir luchando, porque las mujeres tenemos capacidades de muchas cosas, de defendernos, de luchar por los hijos”.

Su vida no ha sido fácil. Nació en Independencia, su padre falleció a los 42 años, producto de un accidente cerebro vascular. Su madre se volvió a casar, pero el padrastro la maltrataba. Cursó hasta el primer año de preparatoria para luego dedicarse a trabajar con su madre en la venta de flores, a lavar y planchar, pero no era suficiente. Así tuvo que dedicarse al trabajo doméstico en casas particulares, donde nunca tuvo contrato ni mucho menos leyes sociales. Cuenta: “A los 16 años me sacaron un riñón y mi vida se apagó, fui muy enfermiza, no tuve adolescencia. Fue muy triste, mi mamá era lavandera, la ayudábamos a planchar los cuellos de las camisas. Pero cuando conocí al Hogar de Cristo, reviví. Conocí al padre Hurtado, que iba por donde vivíamos en calle Escanilla, a recoger a los niños pobres. En esa época lanzaban a la gente a la calle; entonces era mucho más difícil aún”.

Tenía 24 cuando se casó. No pudo tener hijos, así es que adoptaron. En 1990, su esposo murió, dejándola con una pensión de 37 mil pesos. “Se me hizo difícil la vida”, dice. En 1993, se incorporó al Centro Diurno del Hogar de Cristo Renca, donde conoció a su actual pareja, Vicente Jara. Juntos suman sus pensiones para poder pagar arriendo, servicios básicos, alimentación y los remedios que no están en el AUGE.

“Una se adapta a vivir con 160 mil pesos. Por ejemplo, pagar la luz, el agua, el teléfono y otras cosas. Recibimos una caja del Hogar de Cristo que es de bastante ayuda. Pero no tenemos para darse un gusto, como irse a la playa unos 3 o 5 días. Los medicamentos los tengo por el AUGE, pero hay unos que no puedo comprar, porque son muy caros. No me alcanza aunque haya farmacias populares. Antes recibía menos pensión, hace dos meses subió, pero aun así no me alcanza”, relata. Y agrega: “Voy a ir a votar, no por la edad, sino porque hay que hacerlo”.

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