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José Rodríguez Elizondo:

"La vejez es un naufragio"

Hace suya la frase de Charles De Gaulle para explicar cómo pesan los años, cuestión que antes de obtener esta importante distinción nadie le preguntaba, “porque me veían activo y trabajando. Ahora soy un viejito confeso”, se lamentó en el programa Piensa en Grandes. Pero está feliz de haberlo logrado. “Siempre he sido disperso y diverso, versátil pero no diletante, por eso no creí que pudieran premiarme”.

Por Ximena Torres Cautivo/ Publicado por El Dínamo

14 Octubre 2021 a las 11:01

Se define como “un extremista de centro”. Durante su juventud y parte su adultez, fue de izquierda, siguiendo la máxima de Winston Churchill, con la que tiende a coincidir, más cuando se le fue desarmando la Concertación: “El que no es de izquierda a los 20 años no tiene corazón, pero el que a los 40 lo sigue siendo, no tiene cerebro”.

José Rodríguez Elizondo (85), abogado, periodista, diplomático, académico, escritor y caricaturista, es el flamante Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2021, y aunque asegura que ideológica y filosóficamente, él sigue parado donde mismo estaba entonces, la izquierda chilena se ha radicalizado tanto, que optó por esa definición: “Soy un extremista de centro”.

Otra frase célebre sale a colación cuando le preguntamos la edad, tema antipático que ha sido el único daño colateral tras haber recibido el Premio Nacional: “Antes, cuando me llamaban, era porque me veían completamente vigente como trabajador, escritor, académico. Pero desde que me dieron el Premio, lo primero que todos hacen es preguntarme cuántos años tengo, condenándome a la categoría de viejito confeso”.

-¿No hay ninguna ventaja en tener años acumulados encima?

–No, pues, ninguna –responde y ahí cita a Charles de Gaulle: –“La vejez es un naufragio”. Eso lo dijo el general De Gaulle, en una oportunidad en que lo llamaron por enésima vez a salvar a Francia. Estaba mayor y se sentía muy débil, de manera que le dijo a su interlocutor que ya no tenía la misma fuerza, la misma potencia ni las ganas de antes. Yo antes podía correr cien metros, salir de la cama de un salto, ahora mis veterinarios amigos me recomiendan levantarme despacito, sin brusquedad. En suma, Charles de Gaulle tenía toda la razón. Todos los viejitos estamos sometidos a ese mismo naufragio, con más o menos matices, dependiendo de cómo se cuida cada uno. De si hace gimnasia, come mucho o se premia con una copa de buen vino cada noche.

Pepe duerme religiosamente siesta, hace Pilates –práctica que recomienda–, disfruta de la buena mesa y sobre todo de la vida social con sus muchos amigos y de la vida familiar, aunque cuenta: “En mi casa no me toman en serio. Mi hija, que es abogada y tiene mucho sentido del humor, dice: Se va a poner insoportable de autorreferente, el Pepe, ahora que es Premio Nacional. Ella nunca me ha dicho papá”.

Casado con la abogada y profesora de derecho civil Maricruz Gómez de la Torre, con quien tiene tres hijos y seis nietos “absolutamente paritarios”, cuenta que en pandemia se las arreglaron de lo más bien. “Yo tuve un buen entrenamiento después del 11 de septiembre de 1973, en que estuve seis meses archivado en una embajada antes de salir al exilio. Así es que la cuarentena no me complicó para nada”.

Sí se complicó cuando al volver del exilio, intentó dedicarse al periodismo sin tener estudios. Venía avalado por el Premio Rey de España 1984 a la mejor labor informativa; por ser cofundador del Colegio de Periodistas en Perú, por sus celebrados artículos en “la revista más famosa de Sudamérica, Caretas”, y por haber tenido “un programete” de política internacional en la televisión peruana. Pero con todo eso le dijeron que necesitaba un “diploma de periodista obtenido en Chile”.

-¿Cómo interpretaste el caso?

-Me pidieron hacer un cursillo de periodismo, como uno que hizo Carlos Caszely. Me querían remitir a lo mismo que había hecho “el rey del metro cuadrado”. Ahí me di cuenta de que el proteccionismo gremial y el rechazo a la diversidad andaban de la mano en Chile. Yo siempre he sido disperso y diverso, una persona versátil, pero no diletante, por eso no creí que pudieran premiarme. En general, el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales se había restringido a las ciencias sociales puras. Yo soy abogado, periodista, escritor, académico, diplomático, caricaturista, muchas actividades, donde había contundencia, un expediente interesante, pero me parecía difícil que esa diversidad fuera premiada. Por eso, al comienzo, quedé un poco turulato con este reconocimiento. Ahora estoy feliz, lo siento como un gran honor, una gran alegría, así es que dejé de mofarme de los premios. No lo hago más.

Julio Martínez, José María Navasal, Marina de Navasal, Tito Mundt, Jaime Celedón, entre otros grandes del periodismo. José Rodríguez Elizondo está parado a la derecha.  

MADURO TIENE LA CULPA

Como experto en relaciones exteriores, Pepe Rodríguez Elizondo es fuente habitual de consulta. Y,  en su juicio crítico, siempre ha sido coherente: “Chile tiene un déficit de profesionalismo agudo en la materia. Cada gobierno que asume llega cambiando a toda la plana superior del Ministerio de Relaciones Exteriores y eso hace perder la memoria histórica a todos. Las instituciones no funcionan así”.

El desinterés por el tema quedó establecido en un artículo de la revista “Realidad y Perspectivas” de la Universidad de Chile, de la que participa. “En su última cuenta presidencial, Sebastián Piñera dedicó 9 minutos a las relaciones exteriores. Pasó por la situación en Venezuela, el fallo de Corte de La Haya sobre la demanda boliviana, el G-20 y el TPP-11, entre otros. Llamó la atención que esta exposición durara tanto, porque, medido en palabras, ese tiempo fue mayor al promedio dedicado a la política internacional en mensajes presidenciales de años anteriores. El presidente Patricio Aylwin, en su cuenta de 1992, ha sido el que más palabras ha dedicado al tema con 2.194 palabras. La cifra más baja corresponde a la cuenta del año 2015, de la presidenta Michelle Bachelet, que en sólo 182 palabra informó al país sobre la incompetencia de la Corte de La Haya para conocer la demanda boliviana, temas de Naciones Unidas y desarrollo sustentable”, se lee en el texto.

José reflexiona: “Esta cortedad de visión sobre las relaciones internacionales es el gran tema de la mayoría de mis libros. La política, los políticos, eluden cuidadosamente el tema de la política exterior. Durante años, en los tiempos de la Concertación, estuve entre los expertos convocados para dar su mirada sobre estos temas con otros analistas muy buenos, pero, al final, todo lo que podíamos aportar, quedaba en nada. Estos asuntos tampoco están en la conciencia de los chilenos de a pie. En general, lo que se toca en los medios son orientaciones ajenas; acá no se reflexiona sobre los grandes temas internacionales y su relación con nosotros”.

-¿Crees que el trabajo de la Asamblea Constitucional pueda dejar por escrito algo en la nueva Constitución que pueda mejorar esta manera de funcionar?

-Por su importancia intrínseca sería ideal dejar sentadas ciertas pautas. En la actual Constitución, el Ministerio de Defensa tiene su párrafo. Sobre Relaciones Exteriores, en cambio, sólo precisa las maneras de nombrar a las autoridades de la Cancillería, cuando lo que se requiere es establecer normas mínimas y permanentes de política exterior.

-¿Cuáles son para ti los principales temas que deberá enfrentar el gobierno entrante en materia de relaciones internacionales?

-Uno pendiente y coyuntural, pero importantísimo, es el de la plataforma continental extendida con Argentina. Por nuestra configuración geopolítica, parece inevitable que surjan estos problemas con otros. En ese sentido se va a potenciar la posición de Bolivia de desconocer el fallo de La Haya y seguir insistiendo, como dijo el presidente Luis Arce, con la demanda de una salida soberana al mar. Estos temas son la inmersión inevitable del próximo gobierno, venga el que venga. Y creo que con Bolivia el asunto nos encontrará con una debilidad muy grande, que se funda en que todos acá están levantado aquello del estado plurinacional, de los pueblos diversos, y no de la república que somos. Aquí no se trata de creer o no creer en algo, sino de no abrir flancos que nos debilitan frente a cuestiones logradas. Y el tercer tremendo problema que le va a caer al próximo gobierno se funda en la no política exterior de Michelle Bachelet, quien es responsable de la llegada masiva de migrantes que trajeron más migrantes y seguirán trayendo más migrantes. Lo que está pasando hoy con Piñera en materia de migración lo va a vivir triplicado el próximo gobierno.

-Por tu conocimiento, ¿qué país ha tenido una política migratoria consistente?

-Los que han tenido mejores condiciones para no enfrentar este problema son las islas, a las que la geografía favorece… Tengo entendido que Cuba no tiene migrantes –dice, irónico.

-¿Cuán responsable es Maduro del masivo éxodo de los venezolanos?

-Maduro tiene todas las responsabilidades del caso, todas. Si no existieran dogmatismos e ideologismos en el mundo, nadie daría una respuesta diferente a la mía. Negar la calidad de dictador de Nicolás Maduro es tan ciego como negar que Pinochet fue un dictador y un violador de derechos humanos.

JUNTO A LA IGLESIA

“No hay respuestas simples a los problemas complejos”, sentencia, tal cual lo hace frente a sus alumnos en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, quienes en la WikiBello –evaluación online y colaborativa de los académicos que hacen los estudiantes– describen así el espíritu de sus clases: “Consisten en un relato de sus diversas anécdotas, en las que muchas veces figura como actor protagónico de los principales sucesos de la segunda mitad del siglo XX. Así podrán enterarse de la entrevista que le hizo a Milton Friedman en Machu Picchu, por ejemplo, entre otros relatos”. Agregan que, junto a las anécdotas, el profesor Rodríguez Elizondo expone “intrincadas teorías sobre algunos de los principales temas de las relaciones internacionales. Muchas veces esos postulados se alejan de las versiones más aceptadas por los autores tradicionales”.

José Rodríguez Elizondo entrevistando al Comandante Cero.

Acá el profe nos expone a nosotros varias de esas teorías. Partamos con un problema interno complejo que le planteamos:

-¿Por qué los políticos están tan devaluados en la valoración de los ciudadanos?

-Esto se remonta al Golpe de Estado. A partir del amplio sector que se fue al exilio, se produjo una especie de congelamiento de los dirigentes. No hubo un recambio natural de los líderes. Cuando esos líderes volvieron a Chile y se instalaron en el poder, hubo una generación más joven que quedó en el limbo y que, cuando logró alcanzar posiciones de poder, ya se había acabado el auge y la épica de la Concertación. Esto debido al conflicto entre auto-flagelantes y auto-complacientes, creo yo. ¿Resultado? Una caída de la calidad del personal político. Ahora se está produciendo un recambio que está catalizado por toda una generación frustrada y porque los incumbentes perdieron toda capacidad de conexión con la ciudadanía. En esto último hay unanimidad en Chile: el desprestigio de los políticos. Son tan poco celebrados los que están instalados que hay que reemplazarlos rápido y en ese actuar no les hacemos muchas exigencias a los que surgen y caemos directo en el “malmenorismo”.

-¿Qué es el malmenorismo?

-Un término que acuñé y que explica lo sucedido con la última elección presidencial peruana, en que resultó electo el profesor Pedro Castillo, el mal menor.

Y nos da a leer lo sucedido en el Perú, que es algo que nos concierne a todos los demócratas y que publicó en el diario La República. “Durante los últimos años del fujimorato, muchos peruanos se miraban en el espejo de la Concertación chilena. Les parecía una gran estructura para el buen funcionamiento de un sistema democrático avanzado. Además, era una mirada con tradición de izquierda. Hoy ese modelo se acabó. La Concertación murió, no hay líderes visibles, políticos de vuelo rasante se configuraron como clase, la polarización se incrustó en el sistema, militantes conspicuos de izquierdas y derechas abandonaron la militancia y un estallido social condujo, in extremis, al inicio de un proceso constituyente. Por lo mismo, también en Chile comenzamos a pensar la política en función del malmenorismo. En eso estamos. Entre la esperanza y el temor”.

-Suena desolador. ¿Dónde están los que saben pensar la política hoy en Chile?

-Este país sigue produciendo gente muy valiosa, pero, claro, esa gente no está en la clase política, que es casi ecuménicamente rechazada. Hay gente que me inspira y que leo y sigo. Entre los novelistas a Carlos Franz, a Covarrubias de El Mercurio, me divierte Joe Black y Ascanio Cavallo tiene todo mi respeto. Fíjate que cuando él me estaba felicitando por mi Premio Nacional, se daba la noticia de que él era el Nacional de Periodismo 2021. Fue una feliz casualidad.

-¿Carlos Peña no te merece comentario?

-Es un erudito, escribe excelentemente bien, pero tengo un problema técnico con él. Me dificulta leerlo por el exceso de citas que utiliza. A mí me enseñaron que el periodismo tiene que llegar fácilmente al lustrabotas de la esquina. El primer deber de un cientista social es chasconearse.

Y trae a colación lo que le dijo el economista Paul Samuelson sobre su colega Milton Friedman cuando lo entrevistó. “A mí me gustaría estar tan seguro de una sola cosa como Milton lo está sobre todas”. Y agrega: “Al igual que Samuelson, yo prefiero al viejo Sócrates y sólo sé que nada sé”.

-¿Sospechas quién podría ser el mal menor en Chile en las próximas presidenciales?

-Hemos tenido una evolución inversa en la política. Cuando se rechazó a Ricardo Lagos por estar muy anciano, eso decían, y se optó por un periodista bueno pero sin ni un antecedente de político, empezamos a hacer la selección a la inversa. Para mí, el más preparado de la derecha era Ignacio Briones. Dirás que no es carismático, pero Jorge Alessandri tampoco lo era. ¡Mira lo viejo que soy son las referencias que hago! Jorge Alessandri era conocido por ser poco simpático y su slogan de campaña era “¿Le entregaría usted una locomotora a un niño?”, poniéndolo a él como el hombre adulto, maduro, que debía manejar la locomotora.

Como conversar con un disperso no tiene fin, vamos cerrando. Y al hacerlo nos detenemos en su segundo apellido, Elizondo, que es de origen vasco. “¿Sabes lo que significa? El-izondo, El-izalde, tiene el mismo inicio, que quiere decir junto a la Iglesia”.

Nada más lejos de este hombre diverso que está en el centro extremo.

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