"Las bomberos de los pobres"
Así llamó cariñosamente Alberto Hurtado a las primeras colaboradoras que hicieron posible el nacimiento de Hogar de Cristo hace ya 80 años. Este grupo de mujeres eran madres de familia, laicas activas de las que sabemos muy poco. En el Mes de la Mujer, quisimos recordarlas para agradecerles y para honrar sus memorias como cofundadoras de esta gran causa. Y para invitar a todas a hacerse socias y/o voluntarias.
Por María Teresa Villafrade
4 Marzo 2025 a las 18:44
Alberto Hurtado no habría podido comenzar su gran obra de Hogar de Cristo sin el apoyo incondicional de un grupo de mujeres a las que él cariñosamente llamó “las bomberos de los pobres”.
Tal como se señala en el primer capítulo del libro conmemorativo de los 80 años de su fundación “1944-2024: 80 Avances para Reducir la Pobreza en Chile”, fue la gélida noche del 19 de octubre de 1944 cuando Alberto Hurtado experimentó la epifanía que consolidó el evidente sesgo social de su vocación sacerdotal. Esa noche vio en la figura de “un pobre hombre con una amigdalitis aguda, tiritando, en mangas de camisa, que no tenía dónde guarecerse” a Cristo.
La convicción de que en cada compatriota desvalido, en cada chileno vulnerable, en todo prójimo dañado por el desamparo, la falta de oportunidades, la pobreza, vivía el Hijo de Dios, lo llevó a reflexionar frente a un grupo de cincuenta mujeres que se habían reunido en la sede del Apostolado Popular de calle Lord Cochrane.
El momento de la primera piedra para Hogar de Cristo.
A ellas, les dijo: “Tanto dolor que remediar: Cristo vaga por nuestras calles en la persona de tantos pobres dolientes, enfermos, desalojados de su mísero conventillo. Cristo acurrucado bajo los puentes, encarnado en niños que no tienen a quien llamar padre, que carecen por muchos años del beso de una madre sobre su frente al dormirse. Cristo no tiene Hogar. ¿No queremos dárselo nosotros, los que tenemos la dicha de un hogar confortable, comida abundante, medios para asegurar el porvenir de nuestros hijos?”.
Marta Holley, una de las señoras que lo escuchaba, quien se convertiría en una de sus colaboradoras principales, recordó muchos años después que “él estaba transfigurado”. Y que luego pidió perdón por su discurso encendido, el que no tenía intenciones de pronunciar allí. Pero la solidaridad ya se había desatado a partir del efecto de su discurso en las conciencias femeninas. Al final del retiro, había recibido la donación de una propiedad y de una suma de dinero para iniciar “un Hogar para los pobres”, el Hogar de Cristo. Más tarde, en un sobre anónimo, le llegó una valiosa alhaja, y así.
Aunque lo acompañaron desde la fundación de esta obra hasta su muerte en 1952, sabemos muy poco de esas socias iniciales. Tal vez sus rostros aparecen en segundo plano en algunas fotografías, aunque, en concreto, casi nunca figuran. Por ahora, gran parte de la historia de estas estrechas colaboradoras del Padre Hurtado se puede conocer a través de las cartas que él mismo les escribió.
Por ejemplo, a Rebeca Jullian de Franke le atribuyó ser la “gran responsable del Hogar”:
“Tal vez usted no sabe que es usted la gran responsable del Hogar, pues fue usted quien me planteó el proyecto y puso las primeras piedras.
Guillermo Franke y su esposa Rebeca Jullian.
“Qué consuelo debe ser para usted dar a Cristo en la persona de sus pobres no sólo su tiempo, su dinero, su afecto, sino también el vencimiento íntimo que supone pedir y molestar. Creo que es lo más que podemos entregar y es tal vez lo que Nuestro Señor nos agradecerá al máximo porque es lo que más cuesta.
“Me parece muy bien lo que están haciendo para hacer agradable el Hogar: mientras más atrayente, mejor. Ojalá que todo esto lleve a los pobres a un sentimiento cada vez más hondo del respeto que se deben a sí mismos, al ver el respeto con que se les trata”.
El esposo de Rebeca Jullian era el afamado ingeniero civil Guillermo Franke, promotor inmobiliario que construyó el barrio cívico de Santiago, el primer rascacielos de la ciudad (edificio Ariztía ubicado en la calle Nueva York) y el Club de la Unión.
También escribió cartas para Mimí Peña y María Luisa Ovalle, invitándolas a no desalentarse ante las dificultades. Sin embargo, es el intercambio epistolar con Marta Holley, su brazo derecho, el más conocido a través de distintos libros.
En “Biografía y testimonios del padre Alberto Hurtado”, Marta Holley nos acerca a dos momentos de la vida de Hurtado: la fundación del Hogar de Cristo y sus últimos días de su vida.
A través de sus palabras tenemos acceso a la profunda vida espiritual de Alberto Hurtado: “Nos tiene unos santitos [estampas] para cada uno de nosotros con una leyenda: ‘Sed perfectos como mi Padre Celestial es perfecto’. Y del salmo 40: ‘Bienaventurado el que atiende al necesitado y al pobre’. .. Padre, le digo, a pesar de su estado no pierdo las esperanzas de verlo bien; ihace tanta falta!”.
El padre Hurtado le contesta: “Estamos en las manos de Dios, Marta. Esa es la gran ciencia, estar a fondo en las manos de Dios, pero somos tan tontos que no aprendemos nunca a entregarnos completamente. iAhora estoy enteramente en sus manos y por eso estoy tan feliz!”.
Alberto Hurtado en el Hogar de Cristo.
Por otra parte, en el mismo Diario se descubre la misión del Hogar de Cristo. Le dice a Marta: “Preocúpese que haya respeto al pobre: sus camas, que no falten cucharas, platos, etcétera. Trabajen por la dignidad del pobre, es Cristo a quien sirven. Que haya en el Hogar contacto con el pobre, vayan a Chorrillos, busquen al pobre con amor y respeto. Que no se desvirtúe esa llama de caridad del Hogar de Cristo para convertirse en una caridad fría, para crear un clima de caridad en todo Chile. Que todos tengan un contacto directo con el pobre”.
En sus últimas horas de vida, Marta relata que Alberto Hurtado fue llamándolas una por una y les dice:
“Quería agradecerles a todas ustedes lo que han hecho por Dios, por el Hogar, por mí, en estos años que hemos trabajado juntos. Hemos visto muchos milagros en el Hogar de Cristo. El Hogar nació y se ha desarrollado por la providencia de Dios, pero el milagro más grande es la unión, el lazo de caridad que ha existido entre ustedes”.
Finalmente les pide estar atentas a que los detalles para dignificar al pobre sean lo más importante: “Que Cristo tenga menos hambre, menos sed, que esté más cubierto gracias a ustedes. Sí, que Cristo ande menos pililo, puesto que el pobre es Cristo. Que Dios las bendiga!”.
EN EL MES DE LA MUJER LES INVITAMOS A HACERSE SOCIAS Y SOCIOS DE HOGAR DE CRISTO