Abriendo caminos en un territorio desprovisto
Comedores, jardines infantiles, centros de atención diurna, albergues y hospederías. A partir de 1965, año en que el Hogar de Cristo inició sus funciones en la región, poco a poco se fueron instalando distintos programas sociales, principalmente en Copiapó, Vallenar y Tierra Amarilla. Repasamos los hitos más importantes a lo largo de estos 59 años de presencia en la zona en el marco de las 8 décadas de existencia de la fundación y de su cuenta pública anual.
Por María Teresa Villafrade
9 Septiembre 2024 a las 12:57
La jefa de operación social territorial en Atacama, Carol Calderón, lleva 26 años trabajando en Hogar de Cristo. Ingresó en 1998 y. desde el 2018, desempeña el más alto cargo en la zona, que incluye las sedes de Copiapó, Vallenar y Tierra Amarilla.
Cuenta que el 21 de julio de 1965 se inauguró la primera filial en Atacama, radicada en Copiapó con comedores, venta de viviendas y atención individual. Después seguirían las otras filiales de Vallenar y Tierra Amarilla.
“Ingresé a trabajar en el Centro de Atención Diurna para niños y niñas que existía en ese tiempo en Copiapó, pero estuve poco ahí. Luego pasé a hacerme cargo de los programas sociales en Tierra Amarilla, como los centros de encuentro dedicados a personas mayores; talleres para mujeres, comedores y atenciones sociales. Ya habían partido en ese entonces los comedores y albergues que impulsó Lina Arrieta con determinación”.
Se refiere a quien fuera considerada como la fundadora de Hogar de Cristo en esa localidad: una mujer imprescindible, entrevistada en 2023, poco antes de dejar Tierra Amarilla para radicarse junto a su esposo en Bilbao, España, donde viven sus tres hijos.
Lina Arrieta, tras 36 años de total entrega a la comunidad, dijo al despedirse: “Acá se ha hecho todo pésimo. Ésta, como ya dije, es una comuna muy rica, con enorme riqueza minera, pero la explotación ha sido sin ninguna consideración por las personas. Muchas faenas partieron antes de que hubiera ni un rastro de legislación ambiental. Acá deberíamos tener de todo: un buen y gran liceo, un estupendo CESFAM, pero no hay nada de eso. Solo un socavón enorme, que nos tiene a todos convencidos de que en cualquier momento se nos va a hundir el piso”.
Ese mismo sentimiento alberga Carol Calderón: “Hemos ido abriendo caminos en un territorio desprovisto. Atacama es una región minera y pese a ello, no cuenta con dispositivos para acompañar a las personas en algo tremendamente importante como es la salud mental. Muchas personas que atendemos no tienen dónde ser tratados. Hasta hace unos cuatro a cinco años, sólo Hogar de Cristo estaba cumpliendo con esa tarea”.
Después de crecer y llegar incluso a Chañaral y Caldera, Carol Calderón cuenta que a partir de 2008, se produce una reorganización de todo el Hogar de Cristo en el país. “Ya no se habla más de filiales, en el sentido de que la fundación es una sola y se establece una organización más centralizada y se ordena la oferta programática en cada territorio”, explica la jefa de operación social.
Hubo también un programa de apoyo a mujeres vulneradas y víctimas de violencia intrafamiliar, además de iniciarse la creación de jardines infantiles y los programas de atención domiciliaria para adultos mayores.
“Empezamos a salir de la línea de comedores, de desayunos solidarios, para robustecer nuestra oferta con lineamientos basados en evidencia. Nos tocó hacer un estudio, por ejemplo, para determinar los lugares que necesitaban jardines infantiles y salas cuna, así como programas de atención domiciliaria para adultos mayores”.
En Tierra Amarilla se instaló un programa terapéutico llamado Anawin, para el tratamiento del consumo problemático de drogas y alcohol, que este año concluye sus funciones.
“Actualmente tenemos hospederías en Vallenar y Copiapó para atender a las personas en situación de calle, además de los programas de acogida en ambas ciudades, que financia el ministerio de Desarrollo Social. Un Padam para 30 adultos mayores y un jardín infantil en Tierra Amarilla, para 62 niños y niñas de escasos recursos”.
Se han ido instalando en el último tiempo y en algunos territorios, otras fundaciones para atender a la creciente población en situación de calle que se estima en 500 personas.
“Nuestra fundación, sin embargo, es una causa con mucha fuerza en la región en su búsqueda para superar la pobreza, gracias a un trabajo más especializado y técnico que ha logrado instalar una ruta muy clara para mejorar las trayectorias de inclusión de las personas que atendemos. Buscamos abrirles oportunidades para que puedan desarrollar sus capacidades en un contexto de derechos, ayudándoles a revincularse con su entorno y con la sociedad”, estima Carol Calderón.
Se han generado alianzas de trabajo con otros: “Nos preocupan todas las personas vulnerables y no solo las que atendemos. Por eso somos un referente en la región, porque estamos presentes en las complejidades que van surgiendo”, agrega.
Es imposible olvidar la tragedia que azotó en 2015 a la zona, con los aluviones que impactaron a las nueve comunas de la región. En marzo de ese año, se desencadenaron intensas lluvias en las zonas altas de las regiones de Antofagasta y Atacama. Los débiles suelos, con escasa capacidad de infiltración activaron cuencas, quebradas y la movilización de tierras y sedimentos en forma de aluviones, aludes e inundaciones. ¿Resultado? Treinta y cuatro muertos, cuatro desaparecidos, daños en casi 10 mil viviendas, infraestructura, equipamiento urbano y predios agrícolas.
Hogar de Cristo lanzó la campaña “Nuestro Norte, Nuestra Ayuda” y consiguió enviar 815 toneladas de ayuda, demostrando nuevamente su compromiso y capacidad de respuesta ante las emergencias naturales. Fue una movilización importante. La organización llevó agua embotellada hasta Copiapó, Caldera y Tierra Amarilla.
“Fuimos parte de las mesas de trabajo que se generaron con el Estado y otras organizaciones para ir en ayuda de los damnificados y las comunidades afectadas, de manera amplia y transversal. No solo a nuestros trabajadores, participantes de programas y voluntarios, a todos”.
Hogar de Cristo, ante cada tragedia, cumple un rol protagónico porque conoce a las personas y trabaja siempre de manera colaborativa con las demás instituciones tanto públicas como privadas.
“Destaco la calidad en el avance del trabajo que hacemos con cada uno de nuestros participantes en su intervención y acompañamiento en el proceso porque es un trabajo responsable, dedicado, con orientación técnica y específica. La persona está al centro y se le hace un traje a la medida, no es un programa homologado para todos igual”, precisa la jefa de operación social.
Muchas de las acciones que emprenden las empresas, la academia, las organizaciones de la sociedad civil y el mismo Estado, se deben a la visibilización que Hogar de Cristo hace de temas que tienen que ver con pobreza, con infancia vulnerada, inclusión social.
“Nuestro objetivo es mejorar las condiciones de vida de los más pobres. Ya lo dije antes, Atacama es una región minera pero muy desprovista de dispositivos para atender, por ejemplo, a personas con problemas de salud mental. La gran mayoría de las personas que nosotros atendemos tienen ese problema”.
De ahí la empecinada tarea en incidir en temas que son levantados a nivel de las secretarías ministeriales de la región. “Años atrás hablábamos de la necesidad de tener salud mental para las personas en situación de calle. Insistimos y hemos logrado que se abran esas puertas en Atacama”.
Desde hace cinco años existe Programa de Atención Familiar (PAFAM) para personas con problemas de salud mental. La emocionan casos como el de Jonathan, quien a sus 42 años logró dejar atrás sus problemas de consumo y de calle y entró a la Universidad de Atacama.
“A él, que no quiso dar su identidad para evitar ser estigmatizado, lo seguimos apoyando. Su ejemplo nos refleja que el trabajo que hacemos es responsable y tiene resultados. Hay otros ejemplos que podría dar de personas que están regularizando sus estudios de enseñanza básica y media, que están preparándose para la universidad”.
La llenan de orgullo y emoción esas trayectorias exitosas, participativas, inclusivas donde cada uno puede tomar sus propias decisiones, con la posibilidad cierta de hacer un cambio en sus vidas. Tal como Jonathan respondió cuando le preguntaron ¿qué significa para ti el Hogar de Cristo?
“Para mí, el Hogar de Cristo fue un refugio y una oportunidad para reconstruir mi vida. No puedo decir que sea mi hogar como la gente piensa, porque sé que no es mi casa permanente y no me permito sentirme cómodo. Entiendo que este lugar me dio una oportunidad, pero no debe ser el lugar donde pasaré el resto de mi vida”.
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