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Conociendo al Padre Hurtado: “A quien Dios quita todo, lo posee todo más seguramente que nadie”

20 Diciembre 2016 a las 15:47

María desde que concibió a Jesús, no vive Ella sino Jesús. La santa voluntad de Dios, es el cojín donde reposa su corazón. San José: imagen de la autoridad humilde y amorosa, del trabajo alegre y diligente… de la resignación perfecta en la voluntad de Dios. Vive entre misterios que desharían la pobre naturaleza humana, pero por la fe, esperanza y caridad, reposa en estos mismos misterios: “Hágame pobre esclavito indigno sirviéndolos en sus necesidades”.

El palacio real fue la cueva de pastores. Rechazados en el hotel por su pobreza, San José alza sus ojos al cielo lleno de dolor por aquella Virgen y por su Hijo a punto de nacer. La Virgen enrojecida, pero en paz profunda. La noche encima: hay que resolverse, a la cueva de animales. Sencillamente como quien sabe que Dios lo quiere. Donde se acaban las creaturas comienza Dios. Como decía Verdaguer: “Vivo en el hotel de la Providencia”. La Piccola casa de la Providencia… Allí quiero vivir yo. Confianza con puntal en las creaturas, no es digna de Dios; se ha de creer ciegamente y esperar contra toda esperanza; Hoy sabréis que viene Dios. Toda tribulación es la vigilia de la venida de Dios (San Clemente Hoffbauer ).

¡Qué libertad e independencia! Cuando se tiene algo, se depende de ello; el no tener nada, es la soberana independencia. Jesús quiere entrar con soberana independencia: le sobraba la casa de Nazareth. A quien Dios quita todo, lo posee todo más seguramente que nadie. Arrodillémonos en la hora en que se inclinan los cielos. Cristo nos ha nacido. ¡Gloria en lo más alto del cielo! El Niñito es el Verbo hecho carne (cf. Jn 1,14). La Virgen es la más asociada a Él, también en su pobreza e injurias, hasta el fin. Lo pone echadito en el pesebre. Se queda en altísima contemplación. Es mi hora de adoración junto a la Virgen María. En estos momentos en que el hombre, por estar más cerca de Dios, está como nunca cerca del amor,quisiera invitaros, amados lectores, a derramar la bondad de vuestro corazón sobre niños que no tienen padre, ni madre, ni hogar, ni siquiera una camita en que poder descansar sus miembros enflaquecidos por las privaciones. “Les deseo muy felices navidades y quisiera insinuarles la mejor manera de pasarlas muy felices: haciendo el bien y puedan sentir la inmensa alegría de dar. ¡Feliz Navidad!

ALBERTO HURTADO
CRUCHAGA, S. J. Capellán.

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